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Narra Rubí

Cierro el libro, me lo pongo en la boca, para utilizar las dos manos en bajar del árbol, bueno mi árbol favorito, por suerte nadie me ha encontrado, si no los criados y mi tía les dan un paro cardiaco o con sus gritos llamarían la atención de todos en la mansión, porque aunque no lo admitan son muy cotillas.

Piso el suelo con mis dos pies, cojo el libro con mi mano izquierda, me dirijo caminando con la cabeza alta, como me han enseñado tanto, ahora solo lo hago para reírme un poco por la forma tan peculiar de educación que nos dan a las mujeres.

A medida que voy llegando a la puerta del comedor, todos los criados suspiran aliviados al verme bien, abro la puerta grande de cristal, la cierro y al dar media vuelta me encuentro con unos ojos marrones claros, como la miel, su melena pelirroja, larga y rizada esta recogida por una trenza de lado, un vestido violeta claro, con decoraciones blancas y decorada con algunas flores.

-Buenos días tita –digo haciendo una reverencia –esta mañana estáis muy bella –digo con una sonrisa inocente

Mi tía Antonia, hermana gemela de madre, la viva imagen que madre, solo cambia su forma de ser, mi tía le gusta mucho los cotilleos, le gusta ser independiente y es popular entre la nobleza londinense, aparte de que es soltera, según ella "mi corazón no lo merece un caballero de título y honores sino de corazón", una frase que me sé de memoria, cuando me habla del amor. Pero aun así ella es mi tutora, hasta que padre y madre vuelvan.

Mi tía es una persona increíble a decir verdad, es profesora en una escuela que ella misma mando a construir para los niños que no se lo pueden permitir, algo admirable por los pobres y mal visto para los nobles, una tontería a decir verdad.

También voy para algunos días, cuando me "escapo" de las clases y ayudo a los niños que les cuesta más de aprender, haciéndolo de otra forma.

Ahora está de descanso, la escuela está en reformas para hacerla más grande porque nos hemos dado cuenta de que hay muchos niños en Londres sin que sepan escribir o leer. Al final tendremos que pedir ayuda a alguien que le guste los niños, da igual si es noble o burgués o pobre, lo importante son los niños y el futuro que tenemos para ellos.

Tía Antonia, suspira tocándose con la frente con su mano derecha, siempre hace eso cuando "desaparezco" y vengo a la hora de comer, que si no me equivoco es ahora.

-No sé cuántas veces tengo que decirte que no desaparezcas de esa manera ¿Qué pasa si te secuestran? ¡No! La verdad no quiero ni imaginarlo, seguro que el secuestrador sale perdiendo –suspira levantándose –espero que no se te olvide que esta noche es tu primera fiesta ¿no?

-Como poder olvidarlo –digo caminando hasta la puerta –nunca se me olvida los eventos importantes, aun siendo menos importantes –rio y abro la puerta

-¡Rubí!

Me rio al escucharla gritar.

Me encamino al salón, abro la puerta de madera, luego la cierro, al girarme me encuentro con un sirviente sirviendo la mesa.

-Yo también ayudo –digo mirándolo

Antes de que me lo niegue, me dirijo a la cocina, donde está mi maestra de la cocina preparando los platos. Ella es la Sra. Wendolin, llamada por todos Wen, ella es una señora de 50 años, se le nota que la edad le afecta, pero sigue siendo tan mandona y energética que siempre, mostrando que ella es la que dirige la cocina, está un poco regordeta, pelo recogido con un moño, dejando ver las canas, ojos marrones oscuros, mostrando su mirada de concentración, arrugas en la cara y de piel un poco morena. A pesar de la edad mantiene su carácter y sigue siendo mi maestra de la cocina.

-Tiene buena pinta –sonrió y cojo los platos

-¡Jovencita! Debería estar en la mesa no ayudando en poner la mesa –me regaña –eso no es lo que hace una dama

-Es una pena que no lo sea ¿no lo cree? –le guiño un ojo y me voy a la cocina.

Dejo los platos a su sitio, en ese momento entra la tía Antonia y se sienta en la mesa, yo en cambio me quedo de pie, esperando a que me de permiso.

La tía Antonia leyendo mi mente, sonríe de lado y asiente. Entones me voy corriendo a la cocina, diciéndole a Wen y a los demás que están comiendo que vayan al salón a comer con nosotras. Porque aunque no lo admita mi tía es triste que en una mesa grande solo coman dos personas.

No les dejo protestar ya que cojo dos platos aleatoriamente y me los llevo al salón, esperando a que vengan todos.

En nada el salón está animado por las voces de los sirvientes, sonrió de felicidad, es bueno relacionarse con las personas que están a tu alrededor.

El Caballero MisteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora