Capítulo 8: Un encuentro especial, alivia la añoranza

70 6 5
                                    


La noche llegó a Lakewood, todos los residentes se preparaban para dormir. Sin embargo, Anthony aún no conciliaba el sueño. En dos días sería su cumpleaños. Y cada año, por más que intentara evitarlo, le resultaba imposible no sentir la falta de sus padres. Se encontraba sentado en su cama, con aquella foto de su madre, y otra de sus dos padres con él en medio, sonriendo tiernamente.

Su madre quedó muy delicada de salud luego de que él nació. Murió poco antes de que él cumpliera 6 años. Y en cierta forma, sentía culpa y se creía responsable de que ella se haya enfermado.

Y su padre, sabía que lo amaba. Pero casi no lo veía. Le enviaba cartas, pero después de largo tiempo las respondía. No cabe duda que recientemente le escribió sobre Candy, aquella niña que lo enamoró desde su encuentro en el portal de las rosas.

Vincent Brower, era el nombre de aquel padre ausente. Un capitán, exitoso comerciante francés, y de buen corazón. Pero no pertenecía a la clase alta, lo cual complicó mucho su amor con Rosemary. Los dos lucharon con todas sus fuerzas contra los Andley, gracias a eso lograron casarse y su amado hijo ahora existía. Pero luego de la muerte de Rosemary, la familia culpaba a su esposo de la tragedia, y él, con su corazón destrozado se dejó absorber por su trabajo y quedó apartado de su hijo.

- Los extraño tanto...

Fue lo último que dijo el muchacho, antes de cerrar sus ojos azul profundo.

- Anthony...

Se oyó una voz femenina, cálida y dulce.

- Anthony...

El joven abrió sus ojos, se encontraba en su colina preferida. De repente percibió un delicado perfume.

- Este aroma...

- ¡Anthony!

Escuchó claramente esa voz que lo llamaba. Al levantar la vista, vio de quién se trataba. E inevitablemente, se le formó un nudo en la garganta.

- ¿Mamá?

Allí estaba Rosemary en la cima de la colina. Hermosa, sonriente, luminosa, y con sus brazos abiertos.

- ¡Mamá!

El chico corrió con todas sus fuerzas hacia ella, sonreía, y al mismo tiempo derramaba lágrimas. Finalmente llegó hasta ella, madre e hijo se dieron ese tierno abrazo tan añorado por ambos. El muchacho recostó su cabeza en el cálido pecho maternal, y percibió mejor aquella deliciosa fragancia de rosas y vainilla.

- Mamá...

- Mi querido hijo, cómo has crecido.

- ¿Cómo es posible? ¿Acaso estoy soñando?

- No hijo, es cierto que ocurre en tu mente, pero no significa que esto sea un sueño.

- Oh, mamá... Cómo te extraño, ¿Por qué te fuiste? Siempre logro encontrarte en el rosedal, pero hay momentos en que siento que tu muerte fue culpa mía.

- Shhh... Calma Anthony. Nunca más vuelvas a pensar eso. Tú eres mi tesoro más valioso. Aún si no estoy en la Tierra, siempre cuido de ti, porque soy tu ángel guardián. El Señor me permitió hacerte esta visita, es su regalo para ti. Tienes un corazón noble y bondadoso, destinado a dar infinito amor y ser muy feliz.

- ¡Gracias Señor! – Gritó el chico a todo pulmón lleno de felicidad. –

En ese momento, Rosemary cantó una bella canción a su hijo, sin dejar de abrazarlo.

Seré tu faro sobre el agua.

Mi amor por ti siempre arderá.

Yo sé que vas muy triste, solo por la vida.

Amor dulce y definitivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora