II

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Ambos hombres y mujeres trabajan duro en la aldea. Cuando la estación de sembradío llegó, el pueblo entero estaba ocupado con las preparaciones.
En el estimulante sol de la mañana, la campana sonaba y las personas se dirigían hacia las granjas. Las gotas de sudor brillaban con la luz tenue del sol sobre las frentes de los hombres cultivando el suelo. Las mujeres cantaban y hablaban mientras ayudaban en la siembra. A medio día todo mundo sentado y relajado comían sus almuerzos que habían estado empacando en la mañana. El pan recién horneado, preparado por las esposas de los hombres, los ayudaría a recobrarse de la fatiga.

Para los aldeanos, trabajar los campos era como criar a los hijos. Con el amor de los aldeanos y la bendición de la naturaleza, habría una buena cosecha dentro de poco.


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