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En orden de purificar nuestra sangre, nuestros corazones tenían que volverse uno solo. Todos los aldeanos se colocaron en fila para recibir la "sagrada sangre". Cuando sería el turno de mi hermano, él me miró y me gritó: "Hermano ¡Ayúdame!" Se rehusaba a tomar parte de la ceremonia, pero para que los aldeanos nos volviésemos uno, era imperativo que nadie se negase. Todos consultaban amablemente al alcalde de la aldea sobre qué hacer acerca de ello. Después de que él hablara con la familia de mi hermano, aceptó dentro de poco.


Ese día, los aldeanos llegamos a conocer la verdad. El primer Lord del castillo tenía ambición de poder, así que se unió a una organización religiosa que poseía riqueza, con la excusa de que con ellos nos liberaría del "paganismo" y aceptaron a ayudarle en su causa. El cual quiere decir que el cuento transmitido a través de generaciones no era nada más que una una gran farsa.

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