Mi realidad (Yugyeom)

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No lograba entender porque seguía haciéndolo, pero sin eso, no era feliz. Hacia un año que mis padres habían muerto en un accidente de coche. Mi hermano pequeño, Max, y yo habíamos quedado a cargo de mi tía.

-Dime ____, porque sigues haciéndolo? No ves que te estas jodiendo la vida?

-Mira, déjame en paz... Ya hemos hablado muchas veces de este tema y no pienso seguir hablando de el.

Me miró cabreado y se fue. Le di una patada al cubo de basura que se encontraba a unos 2 metros de donde estaba. Hablar de eso en la Universidad aun me cabreaba más.

-Toma, hazlo hasta destrozarte- dijo una voz grave tocándome la espalda con la mano.

Justo en girarme vi ese potecito de color amarillento. Lo miré sorprendida, parecía que se me iban a salir los ojos de órbita.

-Que estás haciendo?

-No lo ves? Ayudarte- dijo él con una sonrisa sarcástica.

-Pero que coño haces?!- grité más cabreada que nunca. Se me estaban empezando a humedecer los ojos.

Me fui corriendo de allí, de la Universidad, de toda esa gente y de él, Yugyeom, mi novio. Solo quería volver a casa y encerrarme en mi habitación. El solo hecho de ir a la Universidad me recordaba a ellos, ya que ellos siempre habían querido que fuera a una y me sacara una carrera, para así tener un buen futuro.

Al llegar a casa, subí corriendo las escaleras y me encerré, como yo deseaba, en mi habitación. Me tumbé en la cama y me puse a escuchar música a todo volumen.

Y no, no le molestaba a nadie en casa. Mi tía y mi hermano sabían que cuándo lo hacía, era para distraerme y así no recordar. En fin, no sufrir.

-Sufres igual!

Esas palabras que venían de Yugyeom me vinieron como un recuerdo doloroso.

-Sí, sufro igual, pero con la música por lo menos no me drogo. Contento con mi respuesta?

Y así fue apagándose nuestra relación, hasta quedar nuestro amor cubierto por gritos y broncas.





Hoy me desperté con un sentimiento extraño, sentía que extrañaba a Yugyeom, cosa que no hacia desde la muerte de mis padres. Estuve unos minutos sin hacer nada, sentada en la cama, con la mente en blanco, con la mirada perdida, hasta que una sombra me hizo volver en sí.

-Bueno días- dijo Yugyeom, plantado al lado de la cama, con suavidad.

-Yugyeom- susurré antes de levantarme y abrazarlo efusivamente.

No me di cuenta de en que momento empecé a humedecer su camiseta de algodón, ni cuántos minutos estuvimos abrazados, ni cuándo quedamos sentados en mi cama sin romper el abrazo.

-Te extrañé- me susurró cerca del oído con ternura.

-Yo a ti también- dije sonriendo.

Estuvimos unos minutos más así, abrazados, felices, sin pensar en lo que había sucedido, sin prestar atención a lo que nos rodeaba. Solo él y yo. Nosotros.

-Déjalo por favor- dijo con un hilo de voz cuándo nos separamos. En sus ojos había un brillo extraño. Preocupación.

-Lo haré- le prometí mirándolo con tristeza.

Seguíamos queriéndonos, preocupándonos el uno por el otro, ayudándonos, escuchándonos y comprendiendonos.

-Te quiero- le dije antes de volver a cerrar los ojos cansada, me dejé reposar en su pecho, mientras el se tumbada en mi cama.

Y esa era mi cruda pero linda realidad.

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