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-Nadie vendría a las tres de la mañana a verme- murmuraba al mirar a una camioneta que había rondado la calle, miedo obtenido por mandar mi ubicación a una chica que apenas conocía para irnos a embriagar. Me arrepentí al momento de recordar aquella historia de terror en donde degollan a toda una familia porque el hijo pequeño le decía la dirección a un extraño que lo convenció de enviarle juguetes. La camioneta se detuvo, bajando una chica de cabello cenizo y ojos verdes. Apuntó con su linterna mi código postal y eso casi me infarta.

-Sé que no me conoces. No te asustes, tengo que decirte algo sobre...-

-No me hagas daño-

-Tonta...No es eso. Soy amiga de Valentina. Quiero saber si te gusta. Ella está enamorada de ti- Así como lo dijo, caí en shock. Valentina y yo nos ausentamos de platicar por semanas. Pensaba que le había aburrido. Además ¿Cómo podía estar enamorada de mi? Era alguien inferior a ella.

-¿Entonces? ¿Te gusta?-

-¿Están jugando conmigo? Porque a este punto ya no es gracioso- la chica sonrió.

-Que te lo responda ella, está en la camioneta- Cuando salí de mi departamento, ella estaba bajándose del ascensor. Alta, cabello rizado y ojos penetrantes, negros.

Nos acercamos, quise hablar y tomó la iniciativa de abrazarme. No puedo explicar que sucedió. Ese abrazo era diferente a todos. Se apretó a mi cuerpo, pero no me dejaba sin respirar. Su abrazo removió todos los momentos en donde lloré por amor. Ahora sentía un hueco en el estómago, pero sabía que no era dolor. Era no querer volver a estar sin ella en mi vida.

-Oye, nuestros cuerpos embonan- susurró.

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