Supermercado

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-Mira, ahora venden gotas de té en lugar de polvo- estábamos en el supermercado. Intentaba decirle algo importante, pero ella se veía más insmicuida en los productos que en mi mano acariciando la suya. -Mira, si compro dos latas de atún viene de regalo unas galletas- recorriendo los pasillos visualizaba la primera vez que nos vimos, las pláticas interminables al teléfono, como logró entrar en mi mente, el primer beso que nos dimos cargado de electricidad. Con el tiempo, la rutina, el aburrimiento y la vida cotidiana, fue diluyendo su magia. Dejó de leer, escribía cada vez menos, miraba programas basura y cada vez que volvía a verla, olvidabas más palabras. Dejó de preguntar, de cuestionarse, de pensar, de creer en el mundo que habíamos inventado...-Si compro cereal, prefiero el de marca más reconocida, porque el de la competencia aunque es más barato, se hace plasta más rápido con la leche- ya no sentía la calidez de su mano. Sus dedos ya no embonaban con los míos. -Lo que intento decir es que estoy enamorado de ti, pero mis dos años viajando, me impidieron verte y ahora que he vuelto...- -¿Sabías que si compras carne extra molida es más sencilla de congelar?- Ella me miró y sus ojos eran agujeros negros. Se había drenado por completo, para ser una más del montón. Sonrió y con eso entendí la respuesta ante mi cuestión. Ya no era para mí.

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