Meison era el joven más calmado del mundo. Él era un chico paciente, tranquilo, quieto. Siempre respondía relajado ante cualquier situación. Era una persona que tenía muy claros los caminos a elegir en cada momento. Era inocente y siempre sacaba lo bueno de todas las cosas, con gran optimismo.
Vivía en un pequeño pisito a las afueras del centro de la ciudad. Era un barrio tranquilo, que podría decirse que era idóneo para remarcar el carácter parsimonioso del protagonista.
Recientemente se había hecho una novieta. Una tal Dira, que corría de un lado al otro. Un culo inquieto. Era incapaz de estarse parada ni un solo minuto. De hecho, no le hacía falta pausa alguna. Todo lo opuesto al chaval.
Ella estaba siempre tan animada que incluso conseguía sacar a bailar a Meison, que no solía moverse al ritmo de la música, pero estaba tan pendiente de esa chica que tanto le gustaba que su cuerpo respondía con una libertad distinta a lo que el chico acostumbraba.
Este sentimiento que ella le transmitía, de mover el esqueleto como nunca antes había hecho, le parecía de suma importancia, puesto que para él eso significaba que esa chica conseguía hacerle hacer cosas inpensables, por amor. Así que se sentía feliz y muy enamorado de Dira.
Meison estaba seguro de que ambos eran compatibles y que uno tenía lo que al otro le faltaba, y viceversa.
Es importante añadir que Dira a veces incluso se convertía en un persona un tanto infantil, por su interés en hacer que todo el mundo se viera feliz, tratando de hacer llegar sus buenas vibraciones a todo el mundo en todo momento.
Cierto era que ambos estaban locamente enamorados des del primer día que se conocieron, mas ella era muy bonita y eso podía ser un problema. Y lo peor de todo es que ella era muy consciente de su belleza.
Él estaba siempre pendiente de su sonrisa brillante, colgado por esos ojos iluminados.
Ella jugaba con Meison al cuento del príncipe y la princesa, y le encanta experimentar con su amado, enseñándole a vivir de unas emociones y unas sensaciones hasta ahora desconocidas para él.
Le gusta sacar facetas que llacían escondidas en su interior, porqué ella era extremadamente curiosa.
Dira siempre le pedía a su novio que la sacara de fiesta. Quería ir a discoteques o a conciertos o a fiestas de película, siempre tan perfectas. Pero es que para él todo eso era nuevo y se sentía lejos de esos ambientes. Para él todo ese mundo era inaccesible. Ni lo entendía, ni lo compartía, ni había tenido nunca intención de integrarse en él.
Aun así, iba a esos lugares. Iba, porqué, de esta manera, sabía que Dira era feliz, y la acompañaba a aniversarios y celebraciones que organizaban sus amigos, y ya era de esperar para el chico que ella haría cualquier cosa por intentar despertar nuevas emociones en el interior de Meison.
Una noche, en una fiesta que celebraba la mejor amiga de Dira, Lanes, ella aprendió a seducir a los hombres por medio de la palabra. Evidentemente no tenía ningun interés en llevárselos a la cama, como si de unos muñecos se trataran. Porqué ella estaba realmente enamorada de Meison. Solamente le gustó flirtear con ellos para provocar ciertos celos a su novio. En realidad, sólo quería ver como reaccionaría.
Él no era un hombre malpensado, mas bién todo lo contrario. Él se hacía el iluso ante estas situaciones.
Ella era bonita como para dominar a cualquier hombre que se proponiera. Era atractiva hasta el punto que cualquiera pagaría por una mirada suya.
Sin embargo, el tenía muy claro que las personas no deben regirse por el aspecto a la hora de conocer a una posible pareja. Él creía ciegamente que los hombres, como él, no se movían solamente por el fisico de una mujer guapa.
La chica probó la misma estrategia en unas cuantas celebraciones más. Las situaciones se hacían cada vez más evidentes. El no quería darse cuenta de lo que ella estaba tratando de conseguir, pero es que ella tampoco se estaba dando cuenta de lo que a el le ocurría.
Ya no comía. Su piel era de un blanco pálido en su cara y en sus manos. Había adelgazado a una velocidad intempestiva. La desnutrición, la cara larga arrugada de una tristeza nublada. La cuencas de sus ojos se deformaban por una ojeras que prácticamente llegaban hasta sus labios, y la anémia que no le aportaba nada agradable a su expresión. Sus brazos colgaban de su cuerpo como dos hilos y las piernas eran flágidas como unas tiras de goma elástica. Su cuerpo era como un plato de espaguetis con bechamel, pero no tan apetecible.
Pronto dejó de tener sueño, así que ya ni comía ni dormía. No andaba al baño puesto que no había nada en su cuerpo que deshechar. Ya no tenía fuerzas de levantarse. Ya ni siquiera tenía intención de hacerlo.
Todo eso fue en aumento en una lucha desesperada de evadir el malpensar hacia las acciones de Dira. Se engañaba a sí mismo por no querer creer esa evidencia, y poner fin a ese mal trago.
En lugar de manifestar la realidad que lo trastornaba, optó por el odio a su propia persona. Se sentía desgraciado por el mero hecho de hallar en su cabeza un solo motivo con el que criticar a su amor más preciado. En su cabeza pasaban ideas como que ella ya no lo amaba, y eso le estaba destrozando por completo. Él no podía vivir sin ella, aunque eso fuera cierto.
Cuando Dira por fin hechó cuenta del mal estado de su novio, éste ya estaba desmayado en su cama.
Tan pronto llamó a una ambulancia y se fueron de emergencias al hospital.
Allí pasaron unos días hasta que el chico recobrò el conocimiento. Al haber estado en cuidados intensivos durante al menos dos noches, el chico consiguio sacar sus trapos sucios, pues temía que, si en aquel entonces no hubiera sobrevivido, Dira nunca hubiera sabido el por qué de su defunción.
Dira escuchó palabra por palabra con mucha atención, puesto que era imprescindible para ella desprenderse de la ceguera que la había apresado anteriormente.
Tras esa profunda conversación ambas partes de la pareja tomaron nota de todo cuanto hicieron mal en el pasado, y se tomaron al pie de la letra las necesidades respectivas de cada uno, logrando una armonía que jamás habían tenido entre ellos: la virtud de respetar y compartir sus vidas sin derribarse el uno al otro, en una espécie de simbiosis.
Y así estos dos jóvenes enamorados superaron los baches y mejoraron en calidad de vida y en la forma personal de amar de cada uno.
FIN
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Historias Cortas de Amor
RomanceColección de relatos cortos de amor. Cada capítulo es una historia completamente distinta. Todas ellas son historias de amor. Me comprometo a subir una nueva historia cada semana, o cada dos, como mucho...