Ámame.

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Su sonrisa era preciosa, era como el brillo del sol por las mañanas en primavera. Su linda cara siendo adornada por un sonrojo intenso, resaltando cada vez más esas pecas, que si te concentrabas lo suficiente podías ver las constelaciones.
Para él, eran estrellas, preciosas estrellas y su sonrisa sin duda alguna era el sol perfecto en su compañía.
Lo amaba; en serio que lo hacia con todo el amor inocente que un niño podría tener a esa edad; siempre que lo miraba sentía el corazón dar un vuelco y sus pulmones colapsar, como no queriendo dejarlo respirar.

Él cuestionaba el asunto de una manera muy impropia de un niño de apenas unos cuatro años de edad, pero se quedaba callado cada que escuchaba al pecoso hablar de algo. Mayormente sus palabras eran dirigidas al héroe número uno del mundo. Era una persona digna de admirar y que él de cabello verde quisiera ser como él, causaba inmensa ternura en todo su ser. Pero también unos celos increíbles, porque él anhelaba ser a quién él pecoso admirara.

Pero siento All Might su competencia era totalmente improbable que tuviera conocimiento de lo que le provocaba al joven Todoroki.

—¡Todoroki-kun!

La voz siempre animada de su amigo lo saco de una manera un poco drástica de sus pensamientos, pero eso no me impidió regalarle una de sus pocas, y mejores sonrisas.

—¿Qué sucede Midoriya?—estaba acostumbrado a no hablarle con honoríficos al pequeño. A su pequeño.

—¡Kacchan tiene su Quirk!—él pequeño niño pecoso tenía los ojos brillando de emoción pura.

Trago en seco, esa emoción por su enemigo le causaba una pequeña envidia.

—Sólo esperemos que pronto tengas el tuyo...—todoroki esperaba no romperse cuando Midoriya tuviera un Quirk.

Porque sí de algo estaba seguro es que sí era así, nuestro pequeño viviría emocionado con la idea de ser un gran héroe.
Pero como cada sueño, este se desmoronó como una pila de hojas secas en otoño. Todo fue tan repentino, él no estaba listo para entender que cuando uno nace sin peculiaridad el mundo te hace marchitar como una rosa.
Y eso lo comprobó el día que consiguió su singularidad y su pequeño pecoso no, cuando su adorable niño de cabello verde lloró en la soledad por no tener un Quirk. Tal vez al año siguiente podría tenerlo, era una de esas florecillas que tardan en florecer.

Pero todo fue de mal en peor, cuando su padre se dedicó a entrenarlo tan duramente. Y dejo de ver al niño de sus ojos.
Cada maldita noche, esa maldita escena se repetía en sus sueños, él pudo evitar cada uno de los desastre que vivió. Pero ahora no había marcha atrás, sólo quería tomar su rostro entre sus manos besando suavemente sus labios con amor, ayudarlo a cambiar y que dejará de ser un Villano. Pero cada que estaba cerca de lograr su objetivo cierto maldito rubio arruinaba todo con sus gritos y amenzas sin sentido. Sólo quería salvarlo de su abismo negro y profundo.

Sólo quería salvarlo, ser su héroe, pero cada vez que lo veía lucir aquel traje tan elegante, con saco, pantalones negros de vestir, camisa manga larga, guantes negros y sus zapatos negros;  sentía un inmenso dolor en el corazón. Se acordaba que siempre que tendía su mano, está era rechazada entre risas psicópatas, y una singular voz llena de ironía, hasta se atrevía ha decir que sarcarmos. Pero era su sueño salvarlo, protegerlo y tenerlo entre sus brazos hasta que toda idea sobre destruirlo desapareciera de su mente.

—Todoroki-kun, ¿Qué tanto piensas?—la voz de su compañera de trabajo lo distrajo unos momentos de sus pensamientos.

—Que no podemos salvar a todos, ¿verdad?—seguía perdido en los reportes oficiales—, es nuestro trabajo, claro, pero hay quién no quiere ser salvado.

Su compañera lo miró sin comprender aquella reflexión. Para ella Todoroki era un misterio, siempre callado y suspirando entre recuerdos. No tan claros, pero sí se imaginaba que era sobre su infancia. Tal vez de un buen amigo, porque siempre entre sus pérdidas de concentración murmuraba él nombre de «Izuku», la jóven secretaría ya había aprendido a darle por su lugar al chico bicolor. Era lo mejor, una vez se había preocupado por preguntar, pero todo termino con una mirada gélida de aquellos ojos heterocromaticos, y un simple «en otro momento sería adecuado». Pero nunca era el momento adecuado para hablar del pasado del chico. Siempre era cuestionable todo lo que había sufrido para llegar a ese punto, y ella como una chica con pasado algo turbio lo entendía mejor que nadie. Se fue sin cuestionar o replicar, tenía cosas que hacer y su jefe parecía concentrado en el hecho de hacer su reporte de misiones del mes, lo dejaría sólo para que pudiera terminar.

—Como me gustaría salvarte—susurró al viento, mirando un pequeño recorte de periódico ocultó entre todos los papeles desordenados de su escritorio—, salvar cada pequeño pedacito de tu corazón roto y reparlo—. Reparar algo roto es importante pero aún más importante es aceptar que hay cosas que ya luego de mucho tiempo no tienen una solución exacta.

«La sombra en la que te convertiste, es el recuerdo de quién alguna vez ame con toda el alma y la piel».

Se concentraria en el trabajo del día de hoy. Mañana tendría tiempo libre para lamentarse por cada cosa que  salía mal en su vida. Después de todo, él había roto aquello que quería reparar tan desesperadamente, o por lo menos era lo que pensaba cada que su amado le daba una mirada de odio cuando se encontraban por casualidad en las misiones.

«Me convertí en lo que la sociedad quería, un muñeco fino de porcelana que está tan alto en los estantes para que no se rompiera».

En otro lado un pequeño de cabello verde desordenado, sonrisa permanente en los labios y un carácter tan agrio como su vida suspiraba enamorado. Estaba perdiendo la cabeza por aquel que en un tiempo de su infancia fue su mejor amigo. Estaba enamorándose de un super héroe, pero ninguno será de confiar. Por eso siempre que lo miraba cuando intentaba arruinar sus planes;  cosas que le costaban más que unos simples golpes;  le daba esas miradas de muerte y odio.
Pero era algo inevitable fulminarlo con la mirada, ante la idea de saber que nunca sería nada para él chico la rabia ciega lo consumía y sus malditos impulsos tomaban lugar.

Debería matarse, era un idiota, un villano idiota que no sabía llamar la atención del chico/héroe que tanto le gustaba. Sus secuaces lo miraron extrañados, su cara sería no podía significar nada bueno.

Eh aquí animandome a escribir sobre está pareja. Espero que les guste, porque me arrepentía cada que quería publicarlo. Pero al fin me ganaron las ganas de publicarlo.

¿Como llegamos a esto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora