7.

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Para (J)

No eres mío, ni yo tuya...

Estaciono él auto y bajo de él con las manos temblando colocandome mis gafas de sol.
Camino hasta él sin tener alguna expresión en la cara pues debo demostrar que no ha pasado nada.
—Hola.
Me voltea a ver y tira él cigarrillo al suelo para luego pizarlo.
—Hola Thompson. —Su tono de voz es sarcástico y muy molesto, pues nunca me había dicho por mi apellido.
—¿Donde estabas? —Se quita las gafas y me ve directamente.
—Con mis amigas. —Le digo sin dejar de mirarlo.
—Nunca respondiste mis llamadas, supongo que tus "amigas" te mantuvieron entretenida.
Relamo mis labios algo tensa —Entremos—le digo mostrándole la puerta, camino en dirección a ella y él viene detrás mio.

Abro la puerta con el corazón enredado en mis manos, trato de calmarme pero me está resultando imposible., No cabe duda que a leguas se nota que en mi vida había engañado a Joseph.
—¿Y bien?, ¿Donde estabas?— Camina calculador, espera alguna reacción para atacar, no le daré ese gusto. —Ya te lo he dicho, no tengo que repetirlo.—Simon corre a toda velocidad queriendo montarse en mis piernas, Joseph se quita las gafas y lo mira con desagrado—El no te ha hecho nada así que quitale tus horrendos ojos— Me fastidia con Simón siempre que puede pero ahora solo me concentro en ocultar la verdad. Se sienta obedeciendo mi orden dejando de mirar a Simón posando toda su atención en mi, cargo al pequeño peludo y lo llevo al jardín para que no presencié la escena.
—Estas mintiendome Daya, lo sé— Lo escupe con seguridad y yo me siento desfallecer, mi cabeza da vueltas y contento la respiración.—¿Ahora eres adivino?—Dejo salir mi sarcasmo con seguridad, no ganará la batalla a menos que yo lo permita. Me recargo en el respaldo del sillón sin quitarle la mirada retirandome las gafas de sol.
—No, no lo soy pero no es normal que hagas ese tipo de cosas— Ahora quiere venir a hablarme de cosas normales, el jamás ha sido normal conmigo, no me justifico pero con el siempre hay secretos.
—Lo dice la persona que pasa las veinticuatro horas del día en sus talleres, sin decirme que cosas haces allí—Sonrió con ironía, sintiendo como cada palabra deja un hueco en mi pecho., Ese vacío que me consume de pensarlo.
Se pone de pie y se rasca la cabeza con fastidio.—Sabes perfectamente que es el negocio familiar y es todo lo que tengo.—A pesar de saberlo no puedo evitar sentirme sola todo el tiempo.

Abre la boca pero se queda pasmado sin decirme nada, sabe a la perfección que es la verdad y tan solo lo oculta.
—Entonces me temo que nuestras ideas han cambiado.— Por fin lo deja fluir, se libera enterrandome la daga en lo más hondo de mi ser.
—Tal vez, o solo es que tú cambiaste— Vuelve a mirarme con recelo como si yo tuviese la culpa.
—No fue así, es solo que no tengo opción, mi trabajo lo es todo así como lo es el tuyo.
—La gran diferencia es que yo siempre he tratado de incluirte en mis labores, soporto que tú y Louis no puedan mirarse, pero yo soy tu maldita novia y debes apoyarme.—No puedo evitar caminar de un lado a otro, me exalta saber qué quiere escapar del problema culpandome a mi. —Tu sabes que ella y yo no tenemos buena relación por ello la evitó.
—No solo la evitas a ella, también lo haces conmigo.
Levanta las manos haciéndome callar, toma sus gafas y las llaves de su auto.
—Es suficiente Dayanara.— Camina hasta la puerta dejándome consternada, se larga, huye de nuevo.
—¿Te vas nuevamente? Bien lárgate, estoy acostumbrada.— Una lágrima rueda por mi mejilla mientras lo veo desaparecer en su auto. Ni siquiera miró atrás antes de irse., Cierro la puerta y me recargo dejando salir todo el dolor a través de las lágrimas.
Mi teléfono comienza a timbrar, lo sostengo temblorosa y veo el contacto (Tristán), lo apago y lo dejo sobre la mesilla, no quiero saber nada del mundo por ahora., Solo quiero tomar una larga ducha y pensar en mi, en lo que quiero y lo que no., Qué se valla a la mierda el mundo.

Dejo que la bañera se llene, aplicando unas cuantas gotas de jabón. Me miró al espejo y veo como mis ojos verdes se han apagado por la tristeza que me consume, estoy tan confundida con lo que siento. Desde que mire aquellos ojos café posarse en los míos, se han vuelto mi calvario, mi adicción, mi destrucción y lo que pasó anoche me ha dejado enjaulada en sus brazos de los cuales mi cuerpo no quiere escapar., Pero cuando miro a través de mis pequeñas rejillas de oro veo aquel castaño encantador como a un ángel dispuesto a salvarme del infierno, sus ojos me hipnotizan pero no me invitan a pecar, tan solo me invitan a sentirme segura con una vida plena y tranquila. Mientras que el diablo tatuado se dispone a consumirme en sus llamas, su pasión, su deseo.
Me lavo la cara tratando de alejarme de todo mis pensamientos aunque estos se dispongan a atraparme, la bañera se llena y desnudo mi cuerpo, dejando que el agua caliente suavemente me de la bienvenida. Me relajo al instante y solo me quedo en silencio tratando de no pensar en nada, solo en mi, yo que lo tengo todo, un empleo envidiable, una hermosa casa, un novio fantástico y aún así no puedo evitar sentir que si tuviese el suficiente valor me hundiria en esta bañera dispuesta a jamás salir para respirar.
Mi teléfono vuelve a timbrar y está vez es Kath quien me salva de aquellos pensamientos suicidas.
—Hola rubia—Trato de sonar animada, detesto contarle mis problemas a las personas.
—Daya, diablilla necesito que me ayudes con urgencia a elegir algo para el viernes.
Hago una mueca de desagrado, ya que me obligará a interrumpir mi ducha con tal de hacerme salir a caminar al mall.
—¿Escuchaste lo que te he dicho?, Daya es urgente solo queda un día y aún no tengo nada y necesito a mis mejores amigas.— Se que ahora mismo su rostro es un gran puchero incontrolable. —Bien dame diez minutos, te veo entonces.
—¡Eres la mejor! Te veo entonces.— Cuelga la llamada y sacudo la cabeza aturdida por el gran grito al teléfono. Me doy prisa saliendo de la bañera a regañidades.
Me pongo algo casual y aplicó solo un poco de rimel, mi rostro luce sumamente triste.
Tomo las llaves de mi auto y conduzco hasta el mall., Las tres chicas me abrazan y caminamos por una gran variedad de tiendas, hasta que Kath decida comprarse algo.

DULCE TORTURA.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora