Capítulo 8: Esto no es un adiós.

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Las maletas ya estaban listas para ser tomadas y partir, luego de terminar de empacar todo lo que habían traído los tres angustiados amigos, sabiendo que este era el fin de sus vacaciones y no se volverían a ver con el checo en quien sabe cuánto tiempo, decidieron descansar un poco y dormir algo para tener fuerzas y resistir todo el viaje de regreso. Entre ellos, el italiano no pudo dormir más de cinco minutos, solo daba vueltas en su cama, enroscado en las sábanas sin saber porque su mente no lo dejaba descansar. Solo podía pensar en aquel abrazo, un simple gesto como un abrazo de consuelo ahora le había quitado por completo el sueño, si se quedaba quieto y en silencio, podía escuchar y sentir su corazón palpitando fuertemente y no entendía el porqué. No podía dejar de pensar en aquel muchacho que desde que lo conoció, parecía un parásito que poco a poco le empezó a caer bien hasta el punto de volverse un amigo muy cercano. Desde que lo conoció, jamás se rindió por caerle bien, siempre estaba ahí para él aunque él no lo pidiera. Tenía una gran persona de su lado y debía apreciarlo, no todos los días se puede ver a una persona como él. Su cabeza cada vez se sentía más y más pesada, llena de pensamientos sobre la misma persona, recordar esa sonrisa alegre y entusiasta con la parte inferior cubierta de barba le provocaba sonreír estúpidamente contagiándose de aquella alegría. Su hiperactividad, su ternura, sus caprichos, todo lo que era Emil le traía una gran calidez inexplicable en el alma. Juraría hacer pasado por estas situaciones antes, cuestionarse si sentía algo por él, y siempre la respuesta era un rotundo "no", justificando con cualquier otra cosa. Pero esta vez era distinto, se cubrió el rostro con su almohada avergonzado de tener que preguntarse a sí mismo eso otra vez, y recordó nuevamente ese abrazo. Jamás se había sentido algo distinto al abrazar a otras personas, de las pocas que dejaba abrazar, era un sentimiento extraño pero muy agradable y adictivo que le provocaba mariposas en su estómago. Esta vez no sabía justificarse, le agradaba ese sentimiento pero no podía asumirlo, eso sería algo imposible, eso le haría pasarse hasta el amanecer cuestionándose sobre su propia orientación sexual y sobre lo que pensaba y sentía concretamente por el checo. Insistía en que solo lo quería como a un amigo, un hermano en todo caso, y que sería absurdo sentir algo por él, más ahora que se separarían y sería en vano asumir que estaba enamorado en estos momentos.

Y así pasó el resto de la noche, había que admitir que Michele era una persona cuya debilidad eran los sentimientos, especialmente cuando se trataba de enamorarse. Se trataba de una persona muy complicada que apenas si comprendía que era el amor, habría jurado haberse enamorado otras veces, pero jamás sintió algo como lo que estaba sintiendo ahora. Llegado el amanecer, escuchó los pasos de su hermana entrando a la ducha, tal vez pueda dormir al menos una hora antes de que ella salga a despertarlo, pero tampoco pudo, por más que cerrara los ojos no podía dormirse. Finalmente la escuchó cerrar la llave de la ducha, habrá pasado media hora más o menos, y con la misma postura de un muerto viviente se levantó de su cama para asearse y prepararse una taza de puro y negro café que le ayudaría a resistir al menos hasta llegar a casa. Con la taza en mano se acercó a la gran ventana que tenía en frente para apreciar la vista una vez más antes de partir, con una pequeña sonrisa llena de nostalgia en su rostro. La vista era de la ciudad donde se alojaban, aún con el cielo cubierto de nubes que amenazaban con llover nuevamente. Sara, por su parte, una vez salió de la ducha, buscando mantenerse alegre a pesar de la situación por la que estaban pasando, se quedó viendo a su hermano; se lo veía completamente distinto, no de forma normal. Usualmente tenía una postura muy recta y madura a pesar de parecer un zombie por el sueño. Pero esta vez lo veía más radiante, con más energía, y mucho más relajado. Eso le levantó el ánimo, creía que lo encontraría deprimido y angustiado pero era todo lo contrario, por lo que sin pensarlo, lo sorprendió abrazándolo por detrás con todas sus fuerzas.

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