(2) No regresaré contigo

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Washington

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Washington

La ciudad de Washington andaba revuelta con las últimas novedades de la Casa Blanca y los cambios que quería implementar el gobierno de Justin Cesar, un respetado republicano y muy conservador. La gran crisis mundial también había afectado a los Estados Unidos y ha hecho tambalear los pilares en los cuales se basaba sus políticas.

Se decía que había un retroceso en los valores y vuelta a las tradiciones autóctonas. América debería de cuidar más de su gente, para volver a ser grande y poderosa. Y el presidente actual, con el apellido de un mítico emperador romano, era el señalado para ello.

Kara Danvers le gustaba la política y no se perdía ningún detalle de la actualidad. Siempre había soñado en ser periodista y cubrir las noticias relacionadas con la presidencia de Estados Unidos. Por eso no dudo en trasladarse a Washington para estudiar periodismo en la Universidad de George Washington.

Habían sido unos años estudiantiles muy intensos, de mucho esfuerzo, de luchar por distintas causas y de enamorarse apasionadamente. Pero todo aquello se había terminado. Había aborrecido vivir en aquella ciudad, a la gente falsa y superficial que le rodeaba. A pesar, de recibir la oferta de su vida, trabajar en un diario de prestigió estatal, lo rechazo.

Hacía una semana que había terminado la carrera, un semestre más tarde de lo previsto. Se sintió liberada. Se estaba asfixiando en Washington, lejos de su familia y hermano pequeño. No había querido celebrarlo con sus amistades. Sólo se centro en cerrar todos los cables sueltos en su vida. Para empezar, las tediosas gestiones universitarias para tramitar el título, avisar al propietario del apartamiento de que lo iba a dejar, despedirse de sus amigos... Y eso implicaba verse cara a cara con la persona que más daño le había hecho en su corta vida. La popular chica de su promoción, la carismática April. Era amiga de todos y pocos no estaban dentro de sus círculos. Era obvio que sabría de su marcha.

Era mediados de semana y empezó a empacar sus pertenecías en cajas. Había mucho trabajo a realizar. Era alucinante la cantidad de objetos que vas recolectando en el transcurso de los años. A pesar de qué hacia medio año que ya había hecho un poco de limpieza, aún encontró objetos que le evocaban a su ex pareja. Un par de entradas al musical de Mama Mía, los pasajes de avión de su viaje a Japón, suvenires de otros viajes, piedrecitas y caracolas de la playa de Miami...

Sus preciosos ojos azules se le volvieron a humedecer y termino llorando como una magdalena. Dejarla había sido la decisión más dura de su vida. Sus padres le habían enseñado a hacerse respetar como ser humano. Apesar de todo aún la amaba

Rompió todo lo que era de papel y los otros objetos inútiles los guardo en la bolsa para regalar. Sólo se quedaría con una estrellita de mar, convertida en colgante, regalo de su ex en su primer aniversario como pareja.

Encendió el televisor para dejar de pensar en todo lo que dejaba atrás. En ese instante, se retransmitían las noticias de sociedad. Los nuevos inquilinos de la Casa Blanca eran la estrella de la función. Una ejemplar familia, que encajaba bien a la doble moral de Estados Unidos. No se extraño por el nuevo cotilleo.

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