(5) ¿Sigue siendo tú sueño?

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Para Lena aquel lunes estaba resultando muy distinto a los otros días de su simple existencia. Llego a su humilde ático flotando y con una sonrisa tonta. Llena de energías se quito la ropa y se metió en la ducha. Salió, cogió la toalla y se seco. Quitó el vahó del espejo y vio el reflejo de su rostro. Su piel estaba mal tratada por las inclemencias metodológicas y su desinterés. Sus ojos verdes-azules algo ojerosos, pero en aquella ocasión tenían un destello especial, como si hubiesen resurgido de las cenizas.

Levantó la mano derecha y con el dedo índice exploro sus labios heridos. La crema natural de la chica rubia le había aliviado la quemazón. Alguna vez había extrañado sentirse amada por alguien y conocer el amor romántico novelesco. ¿Encontraría ella a alguien que la quisiera más allá del aspecto físico?

Era indiscutible que en una pareja había de haber atracción química, el deseo lacerante de acariciar su piel, de besarlo, de fundirse entre sus brazos... Y era fundamental su forma de ser, de tratarte y aceptarte sin condiciones. Lena se sentía un ser algo despreciable, porque hacía un año había rechazado a un vecino, sólo porque su corazón no le latía cuando lo tenía cerca. A pesar, de ser un buen hombre y la trataba como una reina.

Alguna vez fantaseaba cómo sería su vida si lo hubiese admitido como pareja. Quizás su vida no sería una montaña rusa, carente de pasión. Y en esas ocasiones se lamentaba de su decisión tan ligera y superficial. Lamentablemente, no se puede rebobinar. Su pretendiente hacía unos meses se había casado. Puede que tampoco estuviesen predestinados a amarse.

Dejo de mirarse y se vistió. Le mataba su error del pasado y seguir anhelando el príncipe azul perfecto. Y la primera que debía de modificar sus esquemas era ella, dejando de ser tan superficial. Por eso, aquellos tiempos se había descuidado físicamente. En cierta forma, Kara le hizo comprender la importancia de sentirse bien consigo misma y persona de nuevo. Malmetiéndose era una forma burda de torturarse por todos sus errores. Quizás empezaba a ser hora de contemplar un nuevo horizonte, que el viento se llevará los miedos.

Lena se preparó un bocata de chorizo y se lo comió rápido. Había de ser a la facultad a las 4 pm, no se quería perder más clases del curso. A las tres y cuarenta minutos entro en el aula se impartía la primera sesión de la tarde, una optativa sobre innovación. La escogió porque le motivaba mucho aquella materia. Creía en reinventar la forma de hacer negocios, la filosofía de empresas y modo de trabajo.

Se sentó en una silla de las primeras filas, muy cerca de la mesa del profesor. Se le hacía extraño estar en aquella zona, pues solía ponerse a las últimas gradas del aula, porque solía llegar tarde. Sacó un fajo de hojas, los bolígrafos y los comprobó.

- Hola, ¿puedo sentarme a tu lado?- Estaba tan cerrada en su mundo que la sobresalto. Lo miro. Ante ella había un chico de unos veinte-y-uno años, moreno y con ropa algo pija. Leyó en su mirada marrón un halo de deseo. No le sonaba de haberlo visto otras veces, pero tampoco se fijaba mucho en los otros alumnos.

- Por supuesto.- Lena se acomoda mejor en su asiento y se mira sus hojas inmaculadas.

- Gracias. Espero que la clase de hoy no sea un tedio como la última.- le comentó tras acomodarse a su lado derecho. Al verla algo descolocada, añadió:- ¿Te la perdiste? ¿Eres nueva?
- No, pero no puedo venir mucho a las clases.- mintió la barrendera, no le apetecía contar nada sobre su existencia. Si hubiera sido otro día habría sido una borde total.

- Si quieres te puedo ayudar a actualizar la materia.- se ofreció el joven alumno algo sonrojado. Aunque parecía un seductor nato.- Winn Schott, para servirte.

- Encantada, algo de ayuda necesitare.- le agradeció, algo en alerta por si hubiesen segundas intenciones. ¿Podía ofrecerse un manjar tan seductor sin nada a cambio? Parecía un polluelo recién salido del huevo.- Lena Serenety.

La barrenderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora