(11) Dejemos el pasado atrás y escribamos nuestra propia novela.

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Cogió el móvil para apagarlo, no era bueno dormir teniéndolo abierto

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Cogió el móvil para apagarlo, no era bueno dormir teniéndolo abierto. No evito revisar sus WhatsApp. La mayoría eran mensajes de buenas noches. Pero la barrendera no le había vuelto a escribir... Suspiro. Se puso la mano derecha en los labios, rememorando el beso que le dio. Fue tan tierno y dulce.

No quería caer en la misma trampa, ni volver a padecer por amor... dolía demasiado. Se acostó poseída por sensaciones agrio-dulces. Se imagino a Lena, risueña y con su mirada cristalina, yaciendo a su lado. La abrazaría y se fundiría en su calidez corporal. Su ser no parecía albergar ninguna migaja de maldad. Sus miedos se adormecieron un poco y volvió a leer su mensaje.

"Hola, espero que hayas tenido una buen fin de semana. Hoy no te he visto en el jardín. Me gusta verte leer. Vi a Brian este sábado y me dijo que estabas fuera de la ciudad. Puede que no hayas regresado aún. Espero que estés bien y tengas una buena semana."

El corazón le volvió a trotar veloz, igual que cuando se atrevió a besarla. Nunca había sido tan valiente, jamás había tomado la iniciativa. Siempre había una primera vez por todo. No tenía mucha experiencia. En el instituto, salió unos meses con un chico. Se le acerco él y asedió hasta que aceptó tener una relación. Era guapo y popular entre las chicas. No sintió nada y empezó a sospechar que era lesbiana cómo su hermana, la cual siempre fue su modelo.

Álex la invitaba a salir por locales de ambiente que frecuentaba, pero fue incapaz de ligar. Si se le acercaba una chica hermosa y que le atraía, empezaba a temblar como una hoja. Las palabras se perdían o le salían desordenadas y resultaba una conversación poco sustanciosa. Su torpeza las exorcizaba de su lado. Podía reírse minutos más tarde con su hermana, pero era desesperante. Quería conocer el amor en mayúsculas.

Con Abril fue distinto, porque antes fueron amigas. No obstante, el día que la beso se paralizo. Lena era irresistible, había sido capaz de filtrarse en su maltrecha alma y ponerle la vida de revés. Sólo había una mancha, una imperfección, su heterosexualidad. Las naturalezas no cambiaban en un chasquido de dedos. No quería estar más expuesta a las inclemencias estacionales.

En un impulso, nacido de su ego maltrecho o de su instinto de protección, borro el WhatsApp. Cerró el móvil y la luz. Sus ojos volvieron a mojarse. La barrendera seguía paseándose por su mente, barriendo las resistencias neuronales. Una parte de ella, rebelde e irracional, le causaba insomnio.

Abrió de nuevo su celular y espero que sus funciones estuvieran operativas. Eran casi las dos de la noche. No había recibido ningún otro mensaje. Buscó a Lena entre sus contactos. Una vez tubo localizada dudo otra vez de escribirle. Quizás sería demasiado tarde y la despertaría. ¡Ojala tuviera una foto de ella a su perfil!

Le gustaría saber dónde residía para volar hasta la ventana de su dormitorio. Espiarla mientras dormía y susurrarle lo mucho que le gustaba. Y si fuera audaz forzaría la ventanilla y se colaría en su cama. Acalló sus lascivos pensamientos. Ya no era una adolescente. Pero aquello era un enamoramiento de libro, y no era cuestión de edades. La única diferencia era que con el paso del tiempo vas coleccionando decepciones y dejas de creer en el amor novelesco.

La barrenderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora