Capítulo 4. Enfrentamientos

28 2 0
                                    


Miro el reloj que descansa sobre la mesita de noche: las dos de la mañana. Otra noche sin dormir. Veo a mi esposo, que duerme por fin tranquilo después del ajetreo de los últimos días. En un nuevo intento por dormirme yo, me acomodo a su lado, y él, como si supiera que estoy ahí, me abraza, acercándome aún más. Cierro los ojos y por unos momentos sólo se escucha su tenue respiración en la oscuridad.

Un año y medio de matrimonio no pasa en vano. He aprendido mucho acerca de él: sus cambios de humor, sus levísimas expresiones, esas muestras impulsivas de cariño suyas. Sé distinguir cuándo está preocupado por algo de cuándo está sumido en sus pensamientos. Aprendí que tiene problemas con los elevadores y los terremotos, pero también, que hay muchísima bondad en él. En su trabajo ve muchos casos difíciles y siempre hace todo por sacar la verdad a la luz de modo que los inocentes sufran lo menos posible.

He trabajado como traductora independiente y asistente de investigación en todas las ciudades a las que hemos llegado porque me niego a quedarme sola en donde vivimos y porque él prefiere que estemos cerca el uno del otro. Si no en la misma habitación, cuando menos en el mismo edificio.

Tengo ya la mente neblinosa y estoy a punto de quedarme dormida cuando suena el teléfono. Mi esposo contesta antes de que pueda alcanzar el aparato.

-¿...Sí? Edgeworth al habla.

No alcanzo a distinguir lo que le contestan, pero por el tono de la voz, parece urgente.

-¿...Eh? ¿Larry? ¿Sabes qué hora es? -Le pregunta molesto.

En el mismo tono de urgencia, la persona al otro lado de la línea dice algo por lo que Miles pone los ojos en blanco.

-¡E-espera! -Larry agrega cuando está a punto de colgar-¡No cuelgues! ¡...Es una emergencia! ¡E-es Nick! ¡Lo tiene crudo!

-Bueno, no sería la primera vez, pero... -Le interrumpen. -¿Q-qué? ¿Qué ha pasado? ¡Cuéntamelo!

La llamada logra su propósito; mi esposo se levanta.

-Vale, no sé qué pasa... pero estaré ahí lo antes posible.

Cuelgan y Miles voltea hacia mí, ya levantada también, sin saber qué decirme.

-¿Qué ocurre, cielo? -Le pregunto.

-Necesito hacer unas llamadas. -Dice.

-¿Un par de días con probabilidad de algunos más?

-Todavía quieres conocer mi lugar de origen, ¿verdad?

Le respondo con una sonrisa y él besa mi frente antes de ir a la habitación contigua.

Una hora más tarde estamos en el avión que él consiguió.

-Nunca pensé que volvería tan pronto. -Dice de repente.

-Llevas un año lejos, Miles. Eso no es poco.

Es cierto que debemos tener cuidado para no dar a conocer nuestra situación cuando estamos en público, pero eso no significa que nos hablemos de "usted", esto es , por supuesto, insistencia de mi marido.

-¿Ahora sí me vas a decir qué es tan urgente?

Suspira. Sabe que no voy a quedarme con la duda. Mira rápidamente a nuestro alrededor, algo innecesario, la cabina está vacía excepto por nosotros dos. Entonces me abraza, me acerca a su pecho, de modo que oigo con claridad el sordo latido de su corazón y su respirar.

-¿Recuerdas que una vez hablamos de nuestras amistades?-Pregunta.

Claro que lo recuerdo, él lo sabe así que continúa.

-Uno de ellos está en problemas.

-Y no cualquier tipo de problema, ¿verdad?

Él asiente.

-En serio tiene que ser un muy buen amigo para que te pongas así. -Agrego devolviéndole el abrazo.

No sé cuándo me quedé dormida. Al despertar ya habíamos llegado a nuestro destino. El aire es frío y huele un poco a sal de mar, me recuerda un poco a mi propio país, pero puede que eso sea porque es invierno.

Antes de dirigirnos al Centro de Detención, donde Larry espera, vamos a un hospital. La habitación en la que entramos tiene "Wright" escrito en la puerta, el hombre que está sentado sobre la cama parece sorprendido al vernos.

-Me alegro de verte, Edgeworth. -Saluda a mi esposo. -Confío en que nos ayudarás mucho...

Un ataque de tos lo interrumpe, después del cual continúa:

-Es en el Templo Hazakura. Allí está todo lo que encontré. -Señala la mesa al fondo de la habitación.

Entre ataques de tos, Wright le explica a Miles dónde y en qué condiciones encontró cada objeto. Finalmente llega a los últimos dos: un broche de metal con una balanza grabada y un objeto de piedra, jade supongo, con forma de coma.

-Es una magatama-explica el enfermo refiriéndose a la coma de jade. -Con ella podrás saber si alguien esconde algo, aparecerán psicocandados si eso ocurre.

-¿Psicocandados? -Pregunto. -Me imagino que no son visibles a todo el mundo, ¿me equivoco?

-Exacto. -Wright asiente. -Para abrirlos y conseguir la información que necesitas, debes probar que puedes ver a través de su mentira.

-¿Qué hay de tu distintivo...?

-Esto... ¿Lo podrías cuidar por unos días? -Wright interrumpe a mi esposo. -No voy a poder trabajar si estoy aquí encerrado.

Es evidente que a Miles no le hace gracia alguna; parece más probable que le lance el broche a la cara en lugar de cuidarlo, como lo pide Wright.

-¿Sería eso todo? -Pregunta al fin.

-Sólo una cosa más. ¿Quién es ella?

Nos sumimos en silencio por unos momentos. Es cierto que es amigo suyo, pero no estoy segura de qué quiere hacer Miles ahora mismo.

-Soy Gealach Dùbh. -Me presento. -Conocí a Miles hace tiempo y trabajamos juntos de vez en cuando.

Wright se queda mirándome por unos momentos más, como si me preguntara porqué llamo a su amigo por su nombre de pila.

-Gealach es traductora-añade mi marido-pero también es bastante perspicaz, a veces ve detalles que se me escapan en el primer vistazo.

Oigo cadenas de metal deslizarse tras nosotros y me pregunto si es así como funcionan los psicocandados que Wright mencionó antes.

-¿De casualidad están saliendo o algo parecido? -Wright pregunta.

-Entonces, ¿así funcionan los psicocandados que mencionaba usted? -Le pregunto yo a su vez.

-¿Puede verlos, señorita Dùbh? -Me pregunta con una sonrisa.

-En este momento no, pero me imagino que eso es porque están a nuestra espalda, ¿me equivoco?

-¿Cómo sabe dónde se encuentran?

-Fácil, señor Wright, los oí. No me va a decir que hay cadenas en el hospital.

-Ahora entiendo por qué trabajan juntos. -Wright dice entre risas. -Aunque no me trago eso de que solamente se conocen por ello y usted, señorita Dùbh, entiende perfectamente el porqué.

-Y usted sabe perfectamente, señor Wright, que no porque sepa de la aparición de los psicocandados significa que hay algo para admitir. En resumen, es tarea suya el descubrir qué es lo que escondemos, en el caso, por supuesto, que haya algo que ocultar.

Miles mira hacia Wright y hacia mí, tratando de seguir el hilo de nuestra conversación, que para él carece de sentido alguno.

-Gealach tiene razón, Wright-dice finalmente. -Si crees que hay algo entre nosotros, tendrás que averiguarlo tú mismo.

-Ha sido un gusto conocerla, señorita Dùbh. Espero que nos volvamos a ver. -Agrega Wright luego de asegurarse que Miles va a ayudarle en este caso.

Dejamos al fin el hospital y nos dirigimos al Centro de Detención, donde se localiza el otro amigo de mi marido, el que lo llamó en la madrugada.

Secreto a VocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora