Nunca me había interesado en alguien hasta que la conocí. Había pospuesto por demasiado tiempo mi visita a los clanes, se supone que fuese desde que cumplí la mayoría de edad para ellos: 16 años. Hasta entonces, cuando pensé que quizá podría aprender de sus métodos para mi propósito, no había considerado acercarme a ellos. Supongo que era de esperar el llamar la atención de todos y cada uno de los asistentes aquella vez. Ignoré lo mejor que pude sus miradas curiosas y me dirigí hacia los anfitriones para presentarme, algo que debí haber hecho mucho antes. Fue entonces cuando la vi.
De pie, a un lado de sus padres, estaba ella. Lo que me llamó la atención fueron sus ojos: dos prados de color verde claro, que miraban serenos la escena frente a ellos. Cuando me vieron, parecieron animarme, a calmar aquellos nervios que habían empezado a hacer mella en mí. No me di cuenta que había apretado los puños hasta que me relajé al mirar aquellos ojos.
Me presenté al fin, primero con el señor Dúbh, quien a su vez me presentó a su esposa y a la dueña de los prados claros que habían llamado mi atención. Gealach. Repetí su nombre mentalmente para grabarlo en mi memoria.
Era la encarnación de lo que los clanes representan: Una larga cascada de chocolate caía tras su espalda y alrededor de sus hombros, cubriendo unas orejas que más tarde descubriría pequeñas y puntiagudas, la marca de su herencia, y una piel clara con una tendencia a enrojecer con rapidez, además de aquellos ojos claros y serenos que me cautivaron desde entonces.
Aún no estoy seguro de qué fue lo que me llevó a besar su mano a manera de saludo entonces, pero valió la pena ver ese ligero rubor en sus pálidas mejillas. Su voz fue clara y ligera cuando respondió a mi saludo, etérea casi. No hace falta decir que me sentí fuera de lugar frente a ella. Dicha sensación desapareció tan pronto tuve la oportunidad de hablar con ella directamente.
Me sentía cada vez más cómodo cuando podía hablar con ella, o cuando la miraba furtivamente durante las reuniones de los clanes, celebradas cada luna llena, y me las arreglaba para acercarme a ella cada vez. Con cada nueva conversación tenía más y más ganas de oírla pronunciar mi nombre, llamarla a ella por el suyo, dejarnos de formalidades, ser más cercanos.
Supe lo que quería aquella noche en que aceptó bailar conmigo antes de irse. Tenerla entre mis brazos me hizo ver lo frágil que es, quise ser capaz de protegerla por siempre. El problema ahora era decirle que quería algo con ella.
Después de mucho pensarlo, me decidí a ir a la casa de sus padres una semana antes de la luna llena. Necesitaba tiempo para poder hablarle con calma. La charla con sus padres fue más rápida de lo que había pensado. Ellos se mostraron felices al saber mi interés en Gealach y estuvieron dispuestos en ayudarme si me era necesario. Insistieron en que me quedase a cenar esa noche y que me hospedara en su casa.
Durante la cena me enteré de lo que ella pensaba acerca de mí, pero también me enteré de una parte de su carácter que nunca había visto hasta entonces. En protesta a nuestro compromiso salió del comedor muy rápido, debo admitir que ese arrebato de rebeldía la hizo ver un poco más interesante a mis ojos.
La seguí por sugerencia de Ingrid. Ya había desaparecido del corredor principal para cuando llegué allí. No sé aún cómo la alcancé, sólo que la detuve de encerrarse justo a tiempo. Cuando se giró con los brazos cruzados, había una tormenta rugiendo en sus ojos. Me preguntó acerca de la idea, le respondí tan bien como me fue posible. Logré de alguna manera calmarla un poco y no fue hasta después de despedirnos, que tuve el impulso de mostrarle que no estaba bromeando. Sentí su mirada clavada en mi espalda cuando me alejé por el pasillo.
Lo que me sorprendió por la mañana no fue el que se levantase temprano, sino que salió de su recámara en lo que supe después era su pijama. La saludé -tratando de ignorar su figura de reloj de arena disimulada por esas ropas, figura que descubriría más tarde- y ella pareció retroceder un poco. Me preguntó algo propio de un anfitrión a su huésped, recordando apenas mi petición de la noche anterior, que nos llamáramos el uno al otro de una manera un poco más familiar. Le respondí en el mismo tono y pasaron unos momentos antes de darme cuenta de que sus hermosos ojos estaban fijos en mí, brillando ligeramente.
Me las arreglé para pedirle que saliéramos aquella tarde, y después, para comprarle un helado cuando volvíamos. No puedo describir mi alegría al verla ganar confianza durante aquella tarde juntos, a tal punto que ella bromeaba acerca de nuestra situación. Luego de una sugerencia suya de que yo también debía probar el helado, pues ella se sentía mal al ser yo su huésped, aproveché que había tomado un poco para robarle un beso. Estaba congelada de pie, parpadeando dos veces, sorprendida luego de mi breve acercamiento. Hice parecer que para mí no había sido nada, tratando de esconder el temblor de emoción que cruzó a través de mí.
Supe que había tomado la decisión correcta cuando nuestro compromiso fue anunciado al resto de los clanes esa luna llena. Ella temblaba de nervios y miedo bajo las miradas de los demás asistentes que estaban fijas en nosotros, debo admitir que yo también me sentí nervioso ante ellos, pero tomando su mano, pude mantenerme bajo control.
A diferencia suya, mi familia es casi inexistente, la única que podría considerar como tal, es Franziska, por lo cual fue la única persona que invité a nuestra boda. Me pareció ver un brillo especial en sus ojos claros durante la ceremonia, yo no cabía en mí de alegría.
Viajaba mucho en los primeros meses de nuestro matrimonio y siempre era una alegría para mí llegar a casa y encontrarla allí para darme la bienvenida. Sin embargo, era más que obvio el hecho de que no le gustara en absoluto pasar tanto tiempo lejos el uno del otro. Luego de mucho insistir por su parte, acepté que me acompañase en mis viajes.
Sólo hay un problema, mi línea de trabajo está llena de riesgos y, ahora que la tengo junto a mí, tengo miedo de perderla para siempre.
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Secreto a Voces
Fiksi PenggemarLa historia trata de Gealach Dùbh -tímida, pero de caracter fuerte- y Miles Edgeworth, el aparentemente frío fiscal. Ellos están casados, pero por razones que él considera importantes, debe mantenerse en secreto. Sin embargo, la cercanía entre ellos...