Secreto a Voces

Prólogo. Una vez...

Fue en un día lluvioso, un buen augurio para la familia Dùbh, cuando tras muchas horas de labor de parto, Ingrid dio a luz a un niño y una niña. El niño, a quien llamaron Grian, tenía los ojos cerrados, mientras que su hermana pequeña, Gealach, miraba a su alrededor con sus grandes ojos claros. Durante los meses siguientes, la familia Dùbh recibió innumerables visitas de los miembros de los clanes, herederos de los espíritus naturales del mundo.

Los gemelos crecieron, y pronto fueron evidentes las diferencias en sus respectivas personalidades. Mientras Grian era impulsivo y sociable, Gealach a observarlo todo y era tímida al momento de conocer gente nueva. Lo único en que se parecían, aparte del físico, era el carácter indomable heredado por ambos padres.

Cuando los gemelos tenían seis meses de edad, la familia Dùbh recibió en su casa a un matrimonio y su pequeño de un año, quienes venían del otro lado del océano. Luego de las presentaciones correspondientes, durante las cuales la niña mantuvo sus ojos fijos en los visitantes, los padres decidieron tomar el almuerzo en el jardín, dejando a los niños sobre una cobija que extendieron en el suelo cerca de ellos.

Mientras su hermano se ocupaba con uno de los juguetes que habían llevado para ellos, Gealach había fijado su atención en el niño que habían llevado de visita a su casa, quien a su vez parecía interesado en ella. Bajo la curiosa mirada de la niña, iba de aquí para allá, llevando algo que le hubiese llamado la atención para enseñárselo a la chiquilla. De pronto, la pequeña alargó el bracito y tomó su mano como mejor pudo, como si lo invitara a quedarse a su lado. Así lo hizo el niño y, a pesar de duraron mucho tiempo en silencio, se llevaron bien.

Una hora más tarde, cuando los adultos decidieron que era mejor entrar, los tres niños estaban dormidos. Grian abrazaba con fuerza un muñeco de peluche; su hermana, en cambio, dormía apaciblemente junto a niño con quien había estado jugando, sus manitas entrelazadas con las de él y él, abrazándola como si la protegiese del mundo.

Vlad hizo una broma acerca de eso, broma que a Ingrid no le hizo gracia alguna. El padre del niño visitante se agachó y tomó a su hijo en brazos.

—Parece que Miles al fin ha hecho una amiga. —Dijo.

—Puede que sí, Gregory. —Contestó Ingrid, tomando en brazos a su pequeña e indicando a su marido que hiciera lo mismo con Grian.