♥Pero no olvides...

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Estaba destrozado, nunca sentí tantas ganas de morir.

Morir, morir...

¡¿Por qué no puedo?! ¡Maldita sea!

No puedo con esto ¡Pero qué gran idea la mía! La promesa dice "hasta que la muerte los separe" ¡Sólo a mi se me ocurre!

Alexander... Ni la muerte puede reunirnos ahora...

¡Dios mío! ¡Si tú no me llevas déjame llegar a ti! ¡Sé que ahí está Alec! Pero el hijo de un demonio no puede estar cerca de Dios ¿verdad?

¡¿Verdad?!

¿Brujería? ¡Si fue uno de tus ángeles el que me hizo apartar la vista del infierno! ¡Llegué a alavarte! ¡Lo amé tanto que su Dios se convirtió en mi Dios!

¡Mi castigo por no haber nacido de tu mano es vivir en un infierno peor del que he venido!

Soy sólo un demonio.

Alexander, perdóname.

Fui el peor esposo de todos, el peor novio... Sé que querías que envejeciera a tu lado.
Sé que querías que estuviera contigo cuando despertaras en el cielo.
Querías que te diera mi vida entera, y no te di más que un pedazo de mi asquerosa inmortalidad.
Querías que fuera el más romántico.
Que fuera dejando que crecieran cabellos de plata sobre mi cabeza.
Que conservara vida en mis ojos, no la eternidad.
Que fuera tuyo hasta el fin...

Solo pude cumplir lo último ¡Si he de morir cuando este mundo se extinga, por su puesto que moriré siendo tuyo! Aún después de cien años, o hasta que muera; ángel mío... Cuando la eternidad decida terminarse, cuando regrese al infierno, que será cuando no pueda entrar en tu cielo, cuando los ángeles me llamen demonio, lanzándome flechas sin el tino perfecto que solo tú tienes... Aún después de todo eso, siempre, seguiré siendo tuyo.

La oscuridad siempre se esconde cuando llega la luz ¿Quién dijo que merecía mirarla?

Es eso ¿no? Nunca te merecí.

Fui un idiota. Lo sé. Lo siento.

No estoy muerto. Y me arrepiento de no estarlo.

Lo siento, Alexander.

≈Narradora.

Magnus llegó a su casa (y la de Alec), y no se tiró a la cama. Esa cama era de Alexander.

Miró el sillón. Inconscientemente recordó cuando Alec tenía 22 años y aún así no quería ver esa película de terror.

—¡Pero tú matas demonios!

—¡No es lo mismo! ¡Esos no son reales y dan miedo por alguna razón!

Al final vieron la película. Esa noche, Alec no se soltó del torso de Magnus. Y él le quitó el miedo.
Después recordó algo de hace cinco años y medio, Alec de 71 años proponiendo ver esa misma película.

—Pero la primera vez morías de miedo.

—Me gustó esa noche— respondió—, no es algo que valla a olvidar.

—¿Por qué te gustó tanto?— Magnus le lanzó una mirada pícara. Nunca perdió esa costumbre.

—Esa noche me hiciste el amor de una manera muy tierna.

—Tal vez hoy corras la misma suerte...

Si, porque a Magnus no le importaba si tenía 19 o 73 años, seguía siendo Alexander. Su Alexander.

Recordando a Alec en esas dos situaciones, sonrió. Siempre fue el mismo. Siempre lo amó.

Fue.

Cuéntame un Cuento, Magnus...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora