♥Cada noche...

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Vean el video al terminar el capítulo, tendrá más significado.

Alguien me había pedido algo tierno, a ver qué les parece ;)

Alec era el mejor Cazador de Sombras de su generación.

Nunca se distraía, y hacía un trabajo excelente.

Hasta esa noche. Por asuntos de negocios, tuvieron que ir a una fiesta de Subterráneos para una alianza.

Había muchísimos Subterráneos aunque sólo tuvieran que ver a los representantes.

Con los vampiros, Raphael.

Seelies, Meliorn.

Hombres lobo, Lucian.

Brujos, Ragnor Fell.

Había, por su puesto, muchos metiches merodeando a su alrededor.

Jace, Alec e Izzy hablaban con los representantes cuando, sin que se diera cuenta, alguien puso algo en la bebida de Alec.

—Izzy... No me siento muy bien...

—¿Ahora, Alec? ¿Qué has estado tomando?

—Nada... Yo...

—Ve a sentarte allá, te informo de todo.

—Está bien...

Mareado, veía el doble de personas mientras se dirigía a una mesa en el rincón que, gracias al Ángel, estaba vacía.

Volteaba a cada lado por instinto cuando, de repente, a su derecha vio... Madre mía ¿qué era esa belleza?

Había unos ojos. Unos ojos tan hermosos que ni los ángeles serían capaces de crear esa obra tan majestuosa. Eran tan extraños, tan hermosos, tan vivos, tan... Mágicos.
Eran de una perfecta combinación de verde y dorado, con el iris vertical, como un gato.

Eran los ojos de un gato. En una hermosa piel morena. Bajo brillantes cabellos negros. Y sobre una misteriosa sonrisa.

Eran tan bellos que parecía que brillaban.

Alec se detuvo a mirarlo. Parpadeó, incrédulo y, al abrir los ojos, los ojos mágicos habían desaparecido.

Sacudió la cabeza ¿Qué espejismo había sido ese?

Siguió caminando, se sintió peor por un momento y cerró los ojos.
Después de recuperar el equilibrio, siguió caminando.

Antes de llegar a la mesa, dio un rápido vistazo sobre el hombro, y creyó por un segundo haber visto los ojos, pero no había nada.

—Maldita sea, debe ser alguna poción de los Seelies.

Se sentó con un largo suspiro y se llevó las manos a la cabeza, cerrando los ojos. Entonces sintió una mirada sobre él; levantó la cabeza y buscó.

Ahí estaba, del otro lado de la habitación. Con toda su majestuocidad. Alec incluso olvidó el malestar un momento.

Pudo ver mejor al portador de tal belleza: no sólo sus ojos eran divinos, también su piel morena era encantadora, que además de parecer cálida, hacía un contraste perfecto con esos cabellos negros tan brillantes. La sonrisa bajo esos ojos pícaros... Oh, por el Ángel, la sonrisa era perfecta. No porque fuera blanca y de comercial, sino porque era real, era sincera, era suficiente y más para enamorar al néfilim, era... ¿real?

¿Dónde se había metido? Hace un segundo estaba justo ahí...

Olvidándose de su mal de estómago y de cabeza, lo buscó por la habitación... Tenía que ser real.

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