♥Watch me die...

428 36 28
                                    

Dios, estoy un poco nervioso...
No es algo normal en mí, pero no le pido matrimonio a Alec todos los días...

¿Y si no me acepta?
No, yo nunca me he rendido ni hecho ese tipo de preguntas.

Voy a hacerlo. Le pediré matrimonio.

Lo conozco desde la preparatoria ¿Por qué tanto miedo?

Bueno, no es una persona cualquiera, es Alexander.

Y tal vez por eso me preocupa más la respuesta.

Estuve toda la maldita noche imaginando esa escena, en todo lo que le diría y en sus posibles respuestas.

—Sólo déjame terminar ¿si?— Dijo Magnus, muy nervioso.

—Es que le das muchas vueltas, tú no eres así ¿Qué pasa?

—Pues déjame terminar.

—Okay, te escucho.

—Bueno, realmente no sabes cuánto te amo. Y sinceramente, no tendría ahora algo por lo qué vivir si no fuera por ti. Mi mayor pesadilla siempre ha sido quedarme solo, y gracias a ti ya no me siento solo.

—Nunca has estado sólo.

—Eso es porque te tengo frente a mi ahora. No necesito a nadie más. Tú me haces querer vivir.

Magnus metió la mano en el bolsillo y sin sacarlo, sujetó con fuerza el anillo que tenía para Alexander.

—Alexander, yo...

Y hasta ahí. No sé cómo decírselo.
Y me da miedo la respuesta.

Alexander y yo tenemos nuestra historia. Es muy linda, y me hace sentir orgulloso.



Empezaba en aquel entonces el primer año de la preparatoria.

No esperaba ser el más popular, pero tampoco me dejaría intimidar por ningún idiota.

Tampoco es como que esperara tener mil amigos. Sabía que había las mismas posibilidades de tener amigos como de tener que ser un asocial. Estoy acostumbrado a ambas cosas.

Así que no fue como en el cliché romántico. No me senté juntó a él, ni era un vampiro brillante o algo.

Simplemente me senté. Me gusta conocer a las personas con pequeños detalles. Así que me dediqué unos momentos a "analizar" con la vista, por así decirlo, al resto de mis compañeros.

Entonces lo vi ¿que si me pareció guapo? Se veía divino. Y él me vió también, se sonrrojó de golpe y regresó su vista hacia su libro: La Lección de August.

Los pequeños detalles me ayudan a conocer a las personas.

Detalles como qué libro tiene en sus manos, o qué tanto le gustaba evitar mirar a las personas.

Pero supongo que siempre habrá excepciones. Porque no le quitó la vista al rubio que llegó junto a él, gritando a todo pulmón un «¡Alec!»

Detalles pequeños.

Tan pequeños que muchos no los notan.

Como la forma en que veía al rubio.

Por muy disimulado que llegara a ser, para mí, el brillo en sus ojos no era pequeño, y no lo pude pasar por alto.

Cuéntame un Cuento, Magnus...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora