Cuéntame un Cuento, Magnus...

♥Muerte Inmortal...

—¿Y qué quieres que haga? Si yo no fuera inmortal, habría muerto hace siglos, y jamás te hubiera conocido.

—Si, pero...

—¿Pero?— Alec no respondió— Alexander, por favor deja de ver sólo el lado malo de esto.

Alec frunció el ceño, tomó su arco y salió dando un portazo; dejando inconclusa otra discusión.

Sabía que Magnus tenía razón. Pero la simple idea de envejecer cada día más, y ver a Magnus siempre igual mientras él caminaba lentamente hacia su tumba... Le era algo simplemente aterrador.

Era también en parte, porque él anhelaba ver a Magnus cambiar con el paso de los años, y enamorarse una y otra vez de esa bella mirada, rodeada de arrugas por el tiempo... Pero eso no pasaría jamás.

—¡Alec!

Volteó después de reconocer la voz de su hermana, que corría hacia él, acompañada de Jace.

—¡Hey, Alec!

—Hola.

—¿Dónde estabas?

—Con Magnus— respondió en un suspiro.

—Wow. Creo que no estuvo bien ¿no? ¿se pelearon?

—No... Discusión.

—¿Qué pasó?— dijo Jace— ¿ninguno quería ser el pasivo?

Jace soltó una carcajada ante su propio chiste. Izzy le dio un zape, y por la expresión seria de Alec, se dio cuenta de que no era momento para bromas.

—Está bien— alzó las manos en signo de rendición—. Lo siento. Mal chiste.

Izzy giró los ojos.

—¿Qué pasó ahora, hermano?

—No fue nada...

—¿En serio? Pero si estás echando humo.

Alec pasó una mano por su cabello; lucía cansado.

—Lo que me molesta es que esto se está volviendo cosa de todos los días. Y sé que no es culpa de nadie, pero...

—Ajá ¿pero por qué demonios pelearon?

—Su inmortalidad— respondió en tono cansado, triste, y a la vez, molesto.

Jace e Isabelle captaron la idea al instante, y no supieron qué decir. Alec siguió caminando, hasta llegar a la mesa de una cafetería (cerrada por la hora), donde se sentó, apoyó los codos en la mesa y se tapó el rostro con desesperación.
Dos segundos después, tenía a sus hermanos sentados frente a él, Jace con la mano en su hombro de manera consoladora.

—Aquí estamos, así que... suéltalo.

—¿Qué piensas?

Alec suspiró y se descubrió la cara.

—Amo a Magnus— comenzó—. En serio lo amo. Y creí haber aceptado ya la idea de que soy un mortal y él no. Pero no puedo evitar pensar en esto. Todas las noches lo veo dormir, tan bello como siempre, a pesar de los siglos y de que los años siguen pasando. Oigo sus respiraciones, y me siento bien, porque sé que está vivo y está junto a mí. Pero entonces escucho mi propia respiración, e inevitablemente llega a mi mente la idea de que... cada día que pasa, no es un día más de vida: es un día menos, y un día más cerca de la muerte; de separarme de Magnus para siempre.

»Y me duele. Me duele pensar que me iré de este mundo sin verlo cambiar con los años. Jamás veré sus ojos sonreírme aún con arrugas, no le veré nunca algún cabello blanco... Lo miraré siempre con esa belleza inmortal, de la cual me enamoré, y estará siempre igual. Mientras él... Él tiene que verme envejecer, hacerme cada vez más débil, y cómo me muero poco a poco con cada respiración.