Mientras avanzaba hacia la plaza en el sector 3 de la Isabelica, o la "placita del 3" como la conocíamos comúnmente, el estómago se me revolvía en girones mientras trataba de pensar en la excusa perfecta... ninguna. Pero al menos debía enfrentar lo que fuera a suceder. Sin importar que, debía al menos tener las agallas suficientes para escuchar el "no seguirán las clases", o "hasta aquí llegaste en el grupo" o algo parecido. ¿Qué se yo? Algo esperaba.
Cuando me movía por el pasillo que daba con la plaza, teniendo casas de lado y lado; donde a veces jugábamos tocando los timbres y luego corriendo, escuchaba las voces de mis amigos (o los que fueran mis amigos), charlando y gritando en ocasiones. La única voz que no percibía era la de Luis. Quizás no había ido, o estaba excesivamente callado esperando a que yo llegara. Me acerqué al final del túnel, en el marco que daba hacia el estacionamiento y por ende la plaza, y me quedé allí parado, sin querer voltear y exponerme hacia la plaza. Si antes estaba asustado, ahora estaba aterrorizado. No sabía que decir, había olvidado todas las excusas que había propuesto en mi mente, así que solamente iría y diría la verdad, era lo mejor... sí... lo mejor.
- Bueno, hasta que por fin llegas.- Dijo Anita, mientras se columpiaba en el parque. Parecía que ella siempre era la más enojada de todas.- Te estábamos esperando.
- Sí... bueno... yo. Pues, ya estoy aquí.- Dije, tratando de sonreír forzadamente.
- Bueno, ven y siéntate.- Dijo una voz monótona detrás de un árbol.- Sentemos debajo de este árbol.
Luego comenzó a sonar una flauta, ese sonido mágico y dulce de la flauta en tonadas que parecía que se mecían con el viento, y se perdían en el horizonte al llegar la siguiente nota, una detrás de otra como si pudieras verlas, como si fueran físicas, tangibles, pero en realidad solo las percibes y sientes en tus oídos, tu mente y tu espíritu. Si bien ese hermoso sonido me relajaba, y me hacía sentir extasiado, otra parte de mí se sentía aterrado, porque sabía que era Luis quien tocaba.
Me moví rápidamente hasta detrás del árbol donde estaba Luis sentado sobre las raíces del mismo, con sus piernas cruzadas y los ojos cerrados mientras seguía tocando la flauta.
Me senté a unos ¾ de la posición donde él estaba. No quería quedar de frente a él, pero tampoco quedar a un lado. Allí me senté esperando a que los demás llegaran. Primero llegó Robert que se sentó a mi lado, y junto a Luis, luego llegó Ana sentándose frente a mí con sus brazos cruzados, al lado de Luis. Por último llego Valentina que también se encontraba en el lugar, no sabía bien por qué, pero se sentó frente a Robert, pero dejando un espacio entre ella y yo.
- ¿Qué hay mis panas? Me tardé porque estaba comiendo antes de venir.- Dijo una voz detrás de mí. Al girarme me di cuenta de que era Eduardo, el chico que se presentó con nosotros.
- Ven Eduardo, siéntate por favor.- Dijo Luis dejando de tocar por un momento, pero manteniendo la flauta aun cerca de su cara. Luego reanudó su toque.
- Claro, jefe. ¡Hey amigo, estás aquí!- Dijo, y volteé a ver y me percaté que era conmigo.- ¿Qué sucedió contigo loco? Pensamos que te habían dado ganas de ir al baño o algo así.- Dijo y comenzó a reír. Era un poco hiperactivo y, por supuesto bastante extrovertido.
- ¡Shhh! Siéntate, no hables.- Dijo Luis, y en ese momento bajó la flauta por completo dejándola reposar en sus rodillas.
Me congelé por un momento, el terror ciego volvió a mí. ¿Qué sucedería ahora? ¿Qué sería lo que ahora dirían? Estaba esperando a que alguien dijera algo, pero solo estaban quietos, algunos mirando al suelo, y Eduardo hablando con Robert en una charla completamente fuera al ambiente tenso que había. O al menos, tenso para mí.
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Sentimiento Nacional
Short StoryIsaac, es un chico Venezolano que vive y sueña el poder ejercer su carrera musical en su paìs de origen, pero la realidad le golpea cada día, así que un día se decide poder salir de allí para poder vivir su profesión con libertad y sin prejuicios...