Capítulo 3

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Luego de aquella reunión, comencé a esforzarme más en lo que hacía. Los años pasaban y mis amigos y yo íbamos creciendo, y madurando. Y aquellas cosas de niños se quedaron de cuando éramos niños. Ahora, comenzamos a ver el mundo diferente, y a experimentarlos como adultos. Y la vida te juega a veces malas pasadas, donde imaginas y sueñas algo, y hasta llegas a determinar un tiempo, pero no sucede como lo esperabas.

La situación en Venezuela comenzó a ponerse tensa en el 2002 al darse un paro petrolero, como intento de golpe contra el presidente que gobernaba en aquel año. Muchos comenzaron a irse, otros se resguardaban en sus casas. No fue tan fuerte como lo sucedido en el 92', pero tuvimos un diciembre abrumador. La huelga duró muy poco, y ya para febrero la vida cotidiana comenzó a tomar su curso normal. Pero cosas peores sucedieron, aquellas que pueden durar muy poco, pero pueden traumar por años.

Una de aquellas cosas que me marcó, fue el accidente que ocurrió a inicios del año 2006, cuando sin que nadie nos avisara y nos preparara para lo que sucedería, ocurrió y nos hizo un sello en nuestra memoria y nuestro corazón como un hierro al rojo vivo.

Todo sucedió en la noche, estábamos a punto de ir a dormir, cuando nos llamaron por teléfono. Papá contestó, y trató de mantener la compostura, pero palidecía con cada segundo que pasaba escuchando en el auricular del teléfono, y su mano libre buscaba en que apoyarse puesto que sus fuerzas fallaban cada vez más. Para ese entonces tenía 15 años, y estaba estudiando y trabajando aparte con la música en algunas presentaciones nada formales.

- Bien, entiendo.- Dijo papá por fin, luego de un gran rato de silencio.- Está bien, yo le diré, iremos en unos minutos.

- ¿Qué sucede Enrique?- Dijo mamá con algo de desesperación en su voz, tratando de ocultarla, pero sin poder lograrlo.- Javier Enrique, ¿Qué pasó?

Papá la miraba por debajo de sus cejas, y alzaba la mano con la que no sostenía el teléfono fijo para hacerla callar indicándole que esperara. Y restregaba sus ojos con su índice y su pulgar.

- Bueno, yo llevaré a los Jiménez, nos reuniremos en unos minutos.- Dijo papá con mucha seriedad.- Hasta entonces...- Y colgó.

Mamá y yo nos quedamos expectantes, esperando alguna respuesta de él, pero solo miraba el teléfono con su mano engarrotada, como una garra atrapando a una presa. Mojaba sus labios continuamente como buscando y midiendo sus palabras a decir, y estaba paralizado en el mismo lugar. Hasta que por fin alzó la mirada, nos observó, y tragó saliva. Mamá me abrazaba muy fuerte, estaba asustada, y con su mano puesta en mi pecho debía saber que yo también. Jamás habíamos visto a papá con una mirada así. Muy poco lo asustaba, pero estaba asustado.

- Luis está en la clínica, iremos hasta allá. Van a intervenirlo.- Soltó por fin.

- Pero, ¿Por qué? ¿Qué le pasó?- Pregunté buscando en mi memoria alguna enfermedad de la que me hubiera comentado, o alguna operación que me hubiera dicho con anterioridad. Nada.

- Lo intentaron robar, le pidieron el bolso y el pidió algo que estaba dentro.- Dijo papá mirándonos a ambos.

- ¡La flauta!- Exclamé.

- ¿Cómo?- Preguntó mamá observándome con intriga.

- El siempre carga en su bolso su flauta transversa, y seguro fue eso lo que pidió.- Dije zafándome de los brazos de mamá y quedando entre ambos, mirándolos primero a uno y luego girando para ver al otro.

- Le dieron una puñalada en la espalda, en la parte baja. Está en emergencia.- Dijo papá

- No...- Dije, no pudiendo creer aquello. Luis no podía pasar por algo así. Era músico, dedicado a sus estudios, y trabajaba para ganar algo de dinero extra para ayudar a sus padres. Él no merecía algo así.

Sentimiento NacionalWhere stories live. Discover now