Capítulo 4

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El día de su funeral, estuve todo el tiempo afuera. No podía estar en esa sala mientras hablaban. Estaba consternado. Parecía imposible que un ser tan cercano hubiera muerto por un desgraciado que le había hecho una herida en la espalda por querer quitarle sus cosas, y pedir únicamente su flauta. Historias recientes decían que lo habían apuñalado primero y luego le quitaron sus cosas, y ahí pidió su flauta. Ellos la dejaron a su lado. Ahora la tenía yo, el padre de Luis dijo que lo mejor es que fuera yo quien la tuviera, puesto que le daría un mejor uso que cualquiera.

En medio de todo esto, caí en cuenta de lo difícil de la vida que teníamos. No porque fuéramos buenas personas estábamos exentos de que algo nos sucediera. La delincuencia no preguntaba por nosotros, no nos inquiría por nuestra manera de vivir, y tampoco se preocupaba por nuestros sueños. Solo nos lo arrebataba.

- Oye hijo, ¿quieres un poco de café?- Preguntó repentinamente el señor Jiménez parado a mi lado con dos tazas en sus manos. Una taza en cada mano.

La tomé, y le di un sorbo.

- Sé que no es fácil estar viviendo todo esto, pero no debes frustrarte y permitir que la situación te llene de odio porq...-

- ¿De odio por quién? ¿Por el bastardo que mató a Luis? ¿Acaso no se merece al menos eso? ¿Qué culpa tenía Luis? ¿¡Se lo merecía él acaso!?- Inquirí, con resentimiento reprimido por horas. Quería buscar al desgraciado que lo había hecho, y golpearlo hasta cansarme. Estaba cansado de todo esto. Ya conocía la inseguridad que había, pero nunca me había arrebatado algo que amaba. O a alguien.

- No, claro que no se lo merecía. Pero no lograrás nada llenándote de odio. Solo te enfermarás y te mantendrá cautivo. La justicia llegará a su debido momento hijo. Y de la justicia divina no se escapa nadie, pues todos compareceremos delante del creador.- Dijo el Señor Jiménez.

- Eso está bien pastor, pero ahora solo tenemos a un muerto, y un fugitivo. Y el inocente es el muerto, y el culpable es el vivo. ¿De qué vale esa justicia si igual permite que los inocentes mueran?- Estaba enojado, jamás le había hablado así al señor Jiménez, nunca. Pero estaba enojado y no me importaba nada.

- En todo hay un propósito hijo, y te entiendo, no creas que no estoy enojado. No creas que no tengo ira e indignación. Pero he entendido algo con el pasar de los años, y es que no lograremos nada llenándonos de ira por otro ser, y no resolveremos nada manteniendo rencor en nuestro corazón.- Dijo el señor Jiménez.- Todos tenemos una hora para ser llamados ante el creador, a veces unos mucho antes, y otros mucho después. Pero hay un propósito en la hora que somos llamados. Deja todo en manos de Dios, y sigue adelante, pues eres joven y Luis hubiera querido que no te detuvieras y perdieras tu vida sin una causa, sino que te convirtieras el mejor en tu instrumento y des a demostrar lo que él te ha enseñado.

- Entiendo...- Dije, no por comprender, sino por dar por finalizada la conversación. Puse la taza en mis labios para beber café y me dispuse a mirar hacia otro lado para evitar discutir con el señor Jiménez. Este puso una mano en mi hombro y fue hacia adentro nuevamente.

Valentina salió del lugar de velatorio y se sentó a mi lado sin decir una palabra. Y miraba hacía otra dirección de donde yo miraba.

- ¿También tienes algo que decir?- Dije, cortante.

- No, solo quise sentarme aquí.- Dijo, sin cambiar sus gestos y su postura.

- Bien.- Dije.- Cuando tenga la suficiente edad para ser independiente, me largaré de aquí. No sé a dónde me iré, pero me iré y viviré en un país que me prometa más.

Sentimiento NacionalWhere stories live. Discover now