Momentum (2/3)

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Año 1287

Ese fue un gran año para los Fitzgell. Enrica hizo la prueba en la Academia, para ver si era apta para aprender magia. Y la superó a todas luces. Sin duda alguna tenía un talento natural para la magia, igualita a su padre.

Este, por su lado, también recibió una gran noticia en forma de ascenso. Después de sus aportes al mundo de la magia, sus libros, y los logros que había obtenido durante su carrera como mago, Howell Fitzgell fue nombrado Archimago de Essandria, el título más alto que un mago podía recibir. El título vino acompañado con un cargo mayor en la Academia. Tras la dimisión del rector Zemps, Fitzgell fue nombrado para sustituirle. Era la primera vez en años que el Archimago era el rector de la Academia, algo realmente honorable.

Los Stoltten también estaban pasando por un año de cambios. Kirk, su único hijo, había ingresado en la escuela militar Ferbs, el colegio no mágico más prestigioso que había en la ciudad. En la escuela Ferbs los alumnos no solo aprendían sobre historia, matemáticas o lengua si no que seguían un régimen muy exhaustivo de entrenamiento, con el que mejoraban su capacidad física y aprendían a defenderse casi con cualquier arma. Además, a los alumnos de cursos superiores se les impartía clases de estrategia militar, con lo que la escuela solía formar a la mayoría de comandantes y generales de la región.

La amistad que había unido a Kirk y Enrica durante los meses que su padre había estado fuera no se debilitó después de que ambos empezasen las clases en sus respectivos colegios. Todo lo contrario. Como ambos vivían en la ciudad y relativamente cerca, ambos volvían a casa después de las clases. La escuela Ferbs estaba un poco más lejos que la Academia por lo que Kirk solía pasar a buscar a Enrica a la salida y volvían juntos a casa. Siempre bajo la atenta mirada de Gerda, que solía seguirles de cerca, vigilando que no se perdiesen.

Año 1295

Llevaba la túnica grisácea de los alumnos que aún no habían recibido ningún título. Caminaba orgullosa, con la cabeza alta y un par de tomos sobre alquimia bajo el brazo. Silbaba alegre y dejaba que el sol acariciase su melena rubia, soltando destellos dorados. La pararon mientras volvía a casa.

— Eh, preciosa. ¿Te vies a dar una vuelta con notros? – delante de ella habían aparecido tres tipos que por lo menos le doblaban en edad.

No era la primera vez que los veía, solían rondar a la salida de la Academia, molestando esporádicamente a algunas alumnas y provocando a los alumnos. No eran más que un grupo de malnacidos con aires de superioridad, y además poco agraciados. El más alto sufría un grave caso de alopecia que le había dejado un feo mechón de pelo en la zona de la frente mientras que lucía una brillante calva en el resto del cráneo. El más gordo, aparte de tener una clara adicción a los asados, tenía el rostro totalmente picado. Mientras que el más bajito de los tres era tuerto. Sin duda una compañía, cuanto menos desagradable. Era el calvo quién le había salido al paso mientras los otros dos se mantenían a pocos pasos detrás de él.

— Creo que paso chicos – contestó Enrica sin aflojar el paso. – Dudo mucho que sepáis como tratar a una dama.

— Vente con notros y te demostraremos como tratamos a las damas – dijo el gordo relamiéndose como si hubiese visto un bollo de crema. Enrica se detuvo enfrente de ellos.

— Diría que no me necesitáis. Se os ve a la legua que os desfogáis entre vosotros – sonrió sarcásticamente.

— Que nus ha llamau julays – se sorprendió el tuerto - ¿No vamus a dejarla pasar, e compare?

— Ni por to l'oro'l mundo – el alto sacó una navaja del cinturón y se acercó poco a poco a Enrica. – Tú te vies con notros a que t'hagamus una mujer.

Historias de otra EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora