4

84 8 1
                                    

Estaba tumbado en el césped, exhausto. Debían de ser las tres de la mañana y en una de las cientos de habitaciones del hospital, la luz estaba encendida y dos mujeres lloraban entre lágrimas la muerte de un ser querido. En cuanto vi a aquel hombre sin vida no se me ocurrió otra cosa que huir. Y mientras corría, también lloré, como mi madre. Aunque nuestra razones eran distintas. Lloré, y las lágrimas fueron marcando mi camino, como Hansel y Gretel, aunque yo no tenía ninguna intención de volver. Lloré de la rabia. Porque todo estaba yendo bien. El primer cimiento de mi vida ya estaba casi colocado. Y ahora mi padre muere, y por su aspecto, alguien le debió de dar una paliza. Ahora mi padre muere y me pide perdón. Esa es su última palabra. Perdón.
Pero,¿ por qué?
No entendía nada.
La Luna me saludaba desde el cielo y hacía ese tiempo que todo el mundo aprovecha para tomarse una cerveza con sus colegas en la terraza de algún bar. Oía música a lo lejos. Un grupo de jóvenes de más o menos mi edad se iban acercando hacia donde yo estaba. La mayoría estaban cargados con bolsas de plástico llenas de botellas de alcohol y un par sujetaban un altavoz que no dejaba de escupir una música muy pegadiza. Creo que no me vieron, y la verdad es que no se porque me escondi. Necesitaba hacer amigos, conocer gente. Pero en ese momento me di cuenta de que lo que de verdad necesitaba era aprender.

-¿Y si nos quedamos aquí, co? No hay nadie y encima tenemos el hospital al lado. Vamos que podemos beber todo lo queramos que si nos da un coma etílico lo tenemos fácil jajaja.

Se oyeron varias carcajadas.

-Bueno, de algo hay que morir, ¿no?

- ¡A mi que me incineren y que me guarden en una botella de vodka!

-¡Y a mi!

-¡ A mi en una de ron!

- A mi traedme alcohol a la tumba eh, que como me traigais flores, resucitare y os partire la cara.

Todos reían, disfrutaban como locos. Decían gilipolleces y hablaban como si la vida no importara una mierda. Eran jóvenes y en cierto modo, estaban viviendo. Me pregunté si yo también era así antes de...todo.

-Joder mira que sois gilipollas, ¡que lo decía en broma!

Siguieron bailando y riendo y a medida que entraba la noche, tres o cuatro personas más se fueron incorporando al grupo. La última fue una chica.

-Hola a todos- saludó.

-¡¡Emma!!- gritaron todos al unísono.

-¡Emma tía, al final has venido!¿Que les has dicho a tus padres?

-He estado todo el día ayudando en casa y luego les he prometido que no iba a beber, fácil.

-Espera espera espera. ¿Me estas diciendo que, después de entrar borracha al cuartelillo y pedirle a un poli si se la podías chupar, tus padres te han dejado salir haciendo sólo eso?

-Exacto. Jajajaja.

-Tía eres mi idola.

-Pues hazme un favor y no cuentes esa historia nunca más, por dios, que me da vergüenza.

-Valee valee, te lo prometo.

Se unieron a los demas,se llenaron un vaso y empezaron a bailar, hablando y riendo con todos. Y así pasaba el tiempo y yo seguía escondido detrás de mi arbol. Estaba ansioso por aprender, escuchar. Quería buscar el momento oportuno para entablar una conversación con ellos. De repente, vi que una pareja se empezaba a acercar hacia dónde yo estaba. Estaban juntos, con sus bocas muy pegadas. Querían un lugar apartado en el que intimar, supongo, donde nadie los viera. El problema es que yo tampoco quería ser descubierto.

HUGO (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora