Recuerda que Dios perdona, el tiempo no.
— Si quieres puedes venir a casa esta noche, estoy un poco cansada y tal vez una película nos venga de maravilla, ¿qué dices?
—Te veo en 20 minutos, ve preparando la botana.
Ha pasado un mes desde que me dieron una de las peores noticias de mi vida y esa fue tener Olser. Afortunadamente esta semana no me he sentido mal y no hubo ninguna hemorragia. Álvaro y yo nos hicimos más cercanos y debo admitir que me gusta, es una persona única, es atento, es divertido y simplemente me encanta.
Acomodé un poco la casa, recogí el desorden que tenía y me puse una playera de manga larga, en la mañana aparecieron unos cuantos coágulos que era mejor esconderlos.
—Hola Mar — Álvaro llegó y me saludó dejando un beso en la comisura de mis labios, me sonrojé y me hice de lado para que pasara.
— Hola Moratita, veremos terror bajo la niebla, ¿Está bien? — pregunté llevando un bol de palomitas a la sala.
— Claro, por mi no hay problema. Así vieramos buscando a nemo, estaría de maravilla.
Reímos y pasamos a sentarnos a la sala, coloqué la película y nos concentramos en verla, de vez en cuando ambos saltábamos por el suspenso y reprimíamos pequeñas risas. Álvaro tomó el bol y lo colocó sobre sus piernas, estábamos completamente enganchados a la película o eso creía yo.
— ¡MARINAAAAAAAAAAAA! — gritó haciendo que el bol de las palomitas cayera al suelo, no paraba de reír y llevé las manos a mi pecho.
— Eres... un idiota Morata, ¡Casi me matas del susto! — traté de regular mi respiración y le aventé un cojín, tomé otro y comencé a golpearlo— Tonto, tonto tonto.
—Deja de pegarme Marina, basta — trató de hacer que parara hasta que tomó mis muñecas— tienes fuerza, verdad.
— Sueltame Morata, es en serio.
Lo ví sonreír, soltó mis muñecas en un movimiento rápido y besó mis labios.
Álvaro Morata me estaba besando.
Correspondí el beso, tratando de seguir sus movimientos, era un momento placentero, la sensación era única y no pude negar que una corriente pasó por mi, haciendo que sintiera revoloteos en mi estómago, nos separamos luego de unos segundos y estábamos completamente sonrojados.
Esta vez, fui yo la que se volvió a impulsar, necesitaba tener esa sensación en mi otra vez, porque si, me gustó y quería repetirlo.
Dicen que las cosas pasan por algo y lo que había evitado se hizo presente, me eché a llorar al notar como ese liquido comenzaba a salir y ensuciaba la ropa de Álvaro, quería morir de la vergüenza en ese momento, solo atiné a llevar mis manos a mi nariz y tratar de contener la sangre, me miraba incrédulo y evadiendo mi realidad salí hacia el baño.
— Mar, ¿qué fue eso?
Escuché a Álvaro detrás de la puerta del baño, terminé de limpiar mi rostro, los ojos se me habían hinchado y tenía que cambiarme de ropa.
— Sólo déjame sola, por favor — susurré pegada a la puerta, no tenía ganas y me dejé caer en el frío suelo.
— ¿Es que tú no lo entiendes, Marina? Quiero estar contigo.
— No se puede Álvaro, no podemos.
— ¿Qué es lo que escondes?
No sabía que era más fuerte, si el dolor de cabeza o el hecho de que Morata se había enamorado de mi. De una enferma y lo peor es que yo también lo estaba.