17. Retos, Coacción Emocional y Allison.

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Pasaron unos días y me sentía más mayor que nunca. Estaba a vísperas de cumplir dieciocho años y sentía tener bajo mi espalda más de cuarenta tacos. Y es que hacerse mayor acarreaba tras de sí sus responsabilidades. Uno ya no estaba a cargo de nadie, sino que empezaba a encargarse de los demás; no por obligación ni mucho menos, sino por el amor que uno tiene hacia ellos. Así, era todo un deleite alegrar a mi hermana de vez en cuando con alguna flor que compraba de camino a casa por el simple hecho de verla sonreír un poco, aunque ello incitara los celos de Leo. Era divertido ver la de obsequios que podía conseguir Julia en un día por el simple hecho de ver quién ganara.

A pesar de mis intentos con flores, algún que otro libro y maquillaje, su vanidad se vio deleitada cuando el idiota de Leo le entregó un día las llaves de un coche negro y bastante por encima del suelo que compartirían los dos; a Julia casi se le salieron los ojos al ver tal carroza aparcada en frente de casa. Yo estaba más que celoso al ver tales llantas relucientes, acorde al lúcido capó que brillaba de lo pulido y nuevo que estaba.

Yo, por mi parte, no iba a resignarme a seguir yendo en metro al trabajo o a dejar que Nardo me llevase todos los días en su coche nuevo, así que decidí comprarme una moto rediseñada de un desguace que reconstruía verdaderas piezas bimotoras a carruajes de metal reluciente, con aspecto de haber acabado de salir de la tienda de motocicletas. Y pensando mucho en como llamaría a mi primera moto, me decanté por llamarla La Galla por un libro de historias que había leído sobre un grupo de chicos que había decidido recorrer el mundo con sus motos, de la cuál, la del protagonista tenía dicho nombre. Todo esto vino acorde a mi nuevo corte de pelo y mis ropajes de motero incondicional para variar. Me deshice de mis rizos para dejármelo algo más corto y severo, junto con mis nuevas chupas de cuero, vaqueros rotos y camisetas a tutiplén de bandas rocksad, como yo las llamaría, que tanto amaba ahora.

De vez en cuando, me juntaba junto a Los Lobos de Cicatrices para hacer carreras en las carreteras de las afueras de la ciudad, aunque siempre acababa ganando, ya que, o sus coches no eran lo suficientemente ágiles o sus motos no había pasado la revisión en años. Era divertido hacer apostar a la gente nueva que venía a vernos competir por primera vez para que apostaran en mi contra y hacerles perder un poco de dinero, y claro, yo ganar algo de calderilla para los arreglos de la bici; La Galla, así, nunca me fallaba. Y así, esta era mi diversión todos los fines de semana, afición peligrosa pero que me daba la suficiente adrenalina como para olvidar.

De cualquier manera, mi humor no ayudaba mucho a mi nueva etapa de vida. Era sábado cuando Julia me despertó justo a las ocho de la mañana, hora en la que nací, para despertarme con un completo desayuno compuesto de tortitas con dulce de leche, bollitos de kiwi y fresa y zumo de manzana, perfecto para empezar el día.

-Buenos días cumpleañero. – Dijo mientras subía las persianas para que entrara algo de luz.

-No tenías por qué Julia, de verdad.

-Claro que sí Jam, es los menos que podemos hacer para compensar todo lo que has hecho por nosotros todo este tiempo. – Julia me tiraba de las orejas.

-Mira que eres cursi eh. – Le aparté las manos de mi oreja para darle un abrazo en condiciones. – Lo habría hecho de cualquier manera, además, papá no está en condiciones de cuidarnos.

- ¡Ah! Papá ha dicho que llamará luego para felicitare. Le he dicho que se vaya a casa de la tía Montse para que no cause problemas a la noche.

- ¿A la noche?

-Mira que eres ingenuo. No creerías que dejaría de hacerte una fiesta para celebrar tus dieciocho años, ¿verdad?

-Ese era mi plan, realmente.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2017 ⏰

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