AMIGOS Y RIVALES

CAPÍTULO 10: LAS DUDAS DE SUS ALTEZAS

Tal y cómo la habían ordenado Gine se fue a su cuarto a vestirse, aún continuaba completamente desnuda porque fue a la enfermería sin ropa y allí ni siquiera la pusieron una bata o un camisón. La mujer se encontraba emocionalmente destrozada, en menos de un día había pasado de ser libre y vivir tranquilamente con su familia, a ser una esclava cuyo marido estaba preso y su hijo podría ser igualmente agredido si ella no se sometía. Por ahora el rey no sabía de la existencia de su hijo mayor pero ¿Cuánto tiempo tardaría en averiguarlo? Y cuando lo supiese ¿qué haría con él? ¿Ponerlo en contra de su familia? Gine sabía que su primer hijo nunca había tenido una buena relación con su familia, pese a que jamás le hicieron nada, pero aun así ¿Raditz sería capaz de volverse en contra de sus padres y hermano? No. Gine descartó de golpe aquellas dudas, avergonzándose de las mismas. Su primogénito no era cariñoso pero eso no le convertía en un traidor. Si él se enterase de los actos del rey sería capaz de desafiar al monarca como había hecho Bardock, en cuyo caso acabaría igual que su padre o incluso muerto.

«Debo ocultar la existencia de Raditz por su seguridad. Espero que Kakarotto sea discreto. Ojala no haya dicho nada sobre su hermano. Ahora tengo que ser fuerte por el bien de mi familia» En todo esto pensaba Gine mientras se duchaba.

MIENTRAS TANTO
Cepa se había presentado de improviso en la enfermería, se encaró con la doctora preguntándole si la esterilización de Gine podría ser solo temporal.

—Claro que no, comandante. La esterilización siempre es permanente.

— ¿Segura, doctora?

—Claro. ¿Cómo podría ser de otro modo? Bueno... a menos que...

— ¿Qué?

—Técnicamente se podría extraer el ovulo de la chica y mantenerlo congelado durante tiempo indefinido, eso evitaría embarazos. Luego para volver a hacerla fértil solo habría que descongelarlo y reimplantarlo. ¿Pero para qué complicarse tanto? El rey no va a querer hijos bastardos.

—Lo haremos así. Le extraerás el ovulo y lo conservarás en buen estado.

—¿Para qué?

Cepa miró fijamente a la médico y está retrocedió.

—No consiento que nadie me cuestione.

—Señor...

—¡No vuelvas a preguntarme el por qué de mis decisiones, estúpida!

La doctora retrocedió hasta que su espalda se apoyó contra una pared. Cepa tenía una bola de ki en la mano.

—Te lo diré por las buenas una última vez. Vas a quitarla el ovulo y a conservarlo en buen estado.

—Sí... sí, señor.

—De esto ni una palabra al rey, dile solamente que la chica fue esterilizada sin más detalles. Bastante tiene con gobernar el reino como para molestarle con minucias. ¿Entendido?

—Sí, señor. Como ordene.

—Bien. Me voy, más te vale no decepcionarme. ¡No vuelvas a cuestionarme nunca más!

El hombre se fue.

CON GINE
El baño duró unos diez minutos. Al salir de la bañera se encaminó al armario donde había guardado su ropa, al abrirlo encontró una caja encima de su coraza con un cartel que decía: "Para mi mascota, ponte esto".

La mujer abrió la caja, en su interior había unos brazaletes plateados, llevaban gravados el símbolo de unas esposas sobre las cuales estaba el escudo real. Gine no conocía aun la letra del rey, pero no era necesario ser una genio para darse cuenta de que ese "regalo" era de su amo. Se colocó aquellos brazaletes. Seguidamente se encaminó al comedor, al entrar se dio cuenta de que ya estaban desayunando el monarca, sus hijos, Cepa y Kakarotto; se preguntó qué hacía su hijo con los demás y si alguien le había despertado.