Capítulo 5

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Lucy estaba segura de haber muerto cuando su lengua siguió el camino de sus dedos. Despacio, lánguidamente, su lengua recorrió el pequeño valle cómodo, juntando los jugos que habían reunido a lo largo de él cuando ella se arqueó en sus labios.
Sus manos sostuvieron sus caderas apretadas mientras él lamía pliegues de carne que nunca habían sabido del toque de un hombre.
La realidad retrocedió, ya no le importaba quién era él, cual era su nombre o qué tenía la intención de hacer con ella después de que hubiese terminado. Todo lo que sabía era de la necesidad abrasadora que se extendía de golpe por su sistema, y de su lengua lamiendo caliente como el fuego sobre su carne.
Él gimió en su sexo, lamiendo y absorbiendo en los lisos pliegues de carne, entonces su lengua se movió más arriba, finalmente, ah querido Dios, finalmente raspando sobre su ardiente clítoris.
-Sí -gimió ella delirantemente-. Sí, por favor, por favor…
Él gruñó, un sonido animal bajo, cuando su lengua circundó el pequeño brote apretado, torturándola con su necesidad de orgasmo, hundiéndola con un placer tan brutal que ella no podría apenas encontrar sentido de lo que sucedía.
-¿Así? -Susurró él, su aliento soplaba sobre la masa congestionada de nervios.
-Sí. -Ella lo necesitaba más, lo necesitaba más cerca.
-Tú sabor es perfecto -gruñó él-. Como jarabe de miel caliente, suave y dulce en mi lengua. Ella gimió, su cabeza se agitó en la cama cuando ella luchó contra la necesidad de pedir más.
-¿Quieres correrte, nena? -Preguntó él, su voz la atormentaba terriblemente-. Tu pequeño clítoris está tan duro e hinchado. ¿Quieres que yo lo haga sentirse mejor?
-Sí -gritó ella-. ¿Quieres que suplique?
-Oh sí -se rió él, un sonido bajo y oscuro-. Dime lo que quieres, amor. Pídeme que te haga correrte. Ella estaba más allá de la vergüenza. Más allá de los límites normales de las vacilaciones virginales.
-Chúpalo -pidió ella-, chupa mi clítoris. Con fuerza. Hazlo con fuerza. Como hiciste con mis pezones.
-Mmm. -La vibración de placer cuando él lamió en la ardiente raja casi le envió sobre el borde.
-¿Te gustó cuando te hice daño? -Le preguntó él- ¿Cuando pellizqué tus pequeños pezones y tiré de ellos con mis dientes?
-Oh Dios. -Ella tembló como una hoja en un huracán-. Sí. Hazlo. Por favor, por favor haz algo.
Sus dedos se deslizaron por sus jugos, moviéndose abajo, acariciando sobre la entrada a su vagina antes de rodear el pequeño agujero fruncido de su trasero. Ella se sacudió por la caricia, pero se quedó inmóvil, temblando, cuando él lo hizo otra vez, entonces otra vez. A la cuarta vez ella ahogó un grito cuando la punta de su dedo se deslizó en ella.
Fuego. Calor.
Él reunió más de sus jugos y repitió el movimiento repetidas veces mientras su lengua lamía en su sexo hinchado, hasta que ella gritó por la presión en aumento cuando su dedo se deslizó profundamente dentro de su ardiente trasero
Sus labios sujetaron con fuerza su clítoris entonces, su lengua lo raspó cuando él lo absorbió en su boca. Su dedo se movió en su interior, jodiendo en el canal intocado y enviando esas muy necesitadas llamas hambrientas que quemaban por su cuerpo.
Tan cerca. Ella estaba… tan cerca. Otro dedo se unió entonces al primero, moviéndose en ella, estrándola, quemándola cuando su boca se amamantó en ella, su lengua que chasqueó apretándola, destruyéndola.
Cuando llegó su clímax gritó. Ella no podía parar el sonido, no podía controlar la respuesta. El fuego pasaba como un rayo por su culo, quemándola viva con el placer y el dolor cuando ella explotó con tal fuerza, con tal respuesta aplastante, que nada importaba, nada existia, excepto la confagración que apretaba su cuerpo y la quemaba viva.
Hasta…
-Infernos, Natsu, se suponía que ibas a protegerla, no que la joderías.
¿Qué había pasado? Después tendría poco más que un nebuloso recuerdo de una manta echada sobre su cuerpo por ¿Natsu? Y de él yendo sobre ella con un arma apuntando a la puerta con un gruñido que sonó demasiado parecido al de un animal.
-¡Maldito, Rogue, olvida el arma en su mano, mira esa verga! -Canturreó la hembra que había entrado con ronca apreciación.
Natsu gruñó otra vez, la frustración se lo comía vivo cuando entró Minerva, oscura, con los ojos bien abiertos centrados en su cuerpo donde él estaba en cuclillas sobre Lucy.
La delgada y esbelta mercenaria estuvo de pie al lado de su amante mucho más alto, Roguer Sheney, quien hizo una mueca con repugnancia masculina.
-Quieta, muchacha -refunfuñó él antes de echarle a Natsu una mirada dura-. ¿Podrías ponerte unos pantalones o algo?
Todavía podía oler la excitación de Lucy, dulce y caliente. Bajo él, ella miró fjamente a Roguer y Minerva con aturdida fascinación, aunque él podía sentir los pequeños estremecimientos que recorrían su cuerpo mientras saboreaba la esencia de su necesidad en sus labios. Y él quería más.
Maldiciendo saltó de la cama y arrastró sus vaqueros sobre sus caderas antes de luchar para tirar del cierre sobre una erección que aullaba su descontento por el confinamiento.
-Tu sentido de la oportunidad apesta, Rogue-ladró él mientras se volvía de nuevo hacia ellos, pero su mirada fue a Lucy.
Ella lo miraba aturdida, casi drogada. Pero no había ningún signo de drogas, él lo habría sentido lo primero. Frunció el ceño, acercándose para comprobar a sus ojos dilatados y sentir el calor de su piel.
Su gemido susurrado cuando la tocó hizo a sus sentidos gritar en demanda. Ella tenía que ser jodida. Él podía olerlo en el aire a su alrededor, saborearlo en sus labios, sentirlo alzándose como una onda de calor alrededor de él.
Y él quería joderla y entonces, maldición, quería morder su trasero.
-¿Sabes que, para ser un hombre malditamente cuidadoso, aquí has cometido algunos errores graves? -Dijo entonces Rogue- ¿Te olvidaste de quién era ella, por casualidad? ¿Tal vez sus aspirantes a atacantes te golpearon en la cabeza o algo?
Los ojos rojos de Rogue lo miraron con aguda desaprobación.
-No me olvidé de quién era ella -gruñó él-. Déjala tranquila y dime que demonios les pasó a sus protectores del Servicio Secreto
Rogue gruño
-Alguna cosa extraña sucedió allí, compañero -dijo sarcásticamente-. Cana y las chicas registraron el lugar. No hay malos muertos y la tropa de idiotas de protectores estaba de nuevo en su lugar en la puerta, sanos y salvos. Todo lo que encontramos fue una poca sangre en la entrada trasera y parecía que los otros rastros habían sido borrados cuidadosamente. Alguien estuvo muy ocupado.
Alguien se entretenía con juegos.
Natsu inspiró profundamente, luchando para no hacer caso del olor a carne cálida y dispuesta detrás de él. Condenación, no era como si hubiese estado sin sexo. Él no debería estar tan jodidamente excitado, tan hambriento por devorar el pequeño dulce cuerpo acostado como el juguete preferido de los pachás.
-¿Tienes alguna idea? -le preguntó él entonces a Rogue.
Rogue se encogió, sus hombros se fexionaron debajo de la camiseta oscura que llevaba mientras que le echaba otra vez un vistazo a Lucy.
-Creo que lo que pasó allí fue un golpe planeado. Igual que te dijo Gajeel. Los Supremacistas de la Sangre tenen planes de utlizarla para infuenciar el voto la semana próxima en la Ley de la Casta. De alguna manera, deben de haber encontrado una forma de mantener oculta su desaparición ante el público en general. Aunque cómo se proponían hacerlo, lo desconozco. Alguien verdaderamente cerca del presidente Heartfilia tendría que estar implicado en ello.
Los ojos del otro hombre oscilaron a la cama detrás de Natsu otra vez. Él se dio la vuelta y Natsu deseó que hubiese permanecido en el lugar. Ella se movió debajo de las mantas, un quejido bajo y débil llenó el aire.
-¿La drogaste? -El tono de Rogue era suspicaz cuando miró a la muchacha.
-No, y ellos tampoco. -Él se pasó los dedos a través de su pelo negro largo y luchó por manejar su hambre-. Maldito si sé lo que sucedió. La golpearon en la cabeza, pero si fue narcotizada no puedo detectarlo.
Y Natsu era malditamente bueno en la detección de drogas.
-Ella no está exactamente consciente. -Minerva caminó cerca de la cama, un ceño fruncido marcaba sus cejas oscuras-. Si no lo supiera mejor, diría que tene una dosis de Rohypnol. -Natsu apretó los dientes furiosamente.
-¿Tú piensas que necesito llenar a alguien por completo de drogas de la violación para follar, Mine? Sus ojos se ensancharon inocentemente.
-¿Con esa polla? No me digas. Estoy segura de ello. Pero no quiero acusarte.
-Sé como huele esa mierda. -Él hizo una mueca. Lo sabía demasiado bien-. Ella no está drogada.
Rogue se trasladó a la cama mientras que Natsu sentia cada músculo de su cuerpo tensarse oponiéndose a que el otro hombre fuese a cualquier lugar cerca de ella.
Ella se movió en la cama otra vez, la manta que se movía con ella se deslizó, las piernas atadas así como sus pechos se mostraron debajo de ella. Él apretó su mandíbula, cerrando con fuerza sus dientes mientras otra ola de calor caía sobre él.
Rogue se estiró hacia la manta.
El bufido amonestador que salió de la garganta de Natsu fue acompañado por un gruñido. Él sabía lo que veían los otros. Colmillos curvados destellando en el lado de su boca mientras se movía rápidamente para empujar a Rogue fuera de su camino.
Rogue. -Joder, no la toques. -El bajo y retumbante sonido de su voz le sorprendió tanto como lo hizo a Rogue
-Esto es un problema, Natsu -frunció entonces él el ceño con sus ojos rojos destelleantes de cólera-. Si ella muere estaremos hasta arriba de mierda.
-Ella no va a morir -espetó él, seguro de ese hecho.
-Natsu, presta atención aquí -Rogue habló con paciencia sarcástica-. Tú no eres un hombre estúpido. Mírala. Algo está jodidamente mal con ella.
-Maldición, lo sé -él se echó hacia atrás devorado por la frustración-. La misma jodida cosa que va mal conmigo, ahora infernos, retrocede.
Él caminó hacia el extremo de la cama. Mala idea. El olor de su excitación era como un golpe a su vientre. Algo estaba mal, y maldito si no lo mataba también.
-Llámalo. -Se giró hacia Rogue otra vez-. ¡Ahora! Los ojos de Rogue se ensancharon.
-Hombre, tú no lo llamas. Él te llama.
Ella gimió otra vez, un sonido apenado y bajo que retorció su vientre e hizo que su miembro se moviese de un tirón en demanda.
-Rogue, tenes tres segundos para llamarlo -gruñó él-. Después de eso voy a arrancarte tu jodida cabeza de tus hombros y sacarte las tripas por la garganta. Y puedo hacerlo.
Él era uno de los pocos hombres que podrían intentarlo. −Vas a conseguir que me patee el trasero −gruñó Rogue. −Mejor pateado que muerto −replicó Natsu−. No me empujes, Rogue. Deseo hablar con él ahora.
Rogue sacó con fuerza el teléfono móvil de su funda en la cadera y apretó un botón furiosamente antes de dárselo a Natsu.
−¿Qué? −La voz en el otro extremo era cauta, cautelosa.
−Tenemos un problema −informó Natsu, su paciencia se estiró al límite mientras escuchaba una serie de pausas y de tecleos bajos que indicaban la seguridad agregada a la línea.
−¿Cuál es el problema? -Gajeel Rexfox no era conocido por su personalidad amistosa o por su paciencia con los problemas. Su entrenamiento militar y el peligro que lo rodeaba a él y a su familia hacían de él un hombre muy desconfiado.
−El trabajo de canguro ha ido mal −saltó él con fuerza−. La golpearon en la cabeza pero despertó muy bien. Ahora, está mostrando todos los síntomas de las drogas de la violación sin ninguna droga en su sistema. Ella está desasosegada…
Maldición y él también. Estaba a punto de correrse en sus pantalones vaqueros con cada quejido y pequeño lloriqueo de su garganta.
−¡Mierda! −La maldición chisporroteó a través de la línea sorprendiéndolo. Gajeel no se alteraba fácilmente−. ¿La besaste?
¿Besarla?
−¿Qué mierda tiene que ver eso?
−Escúchame, tú gilipollas sarnoso −saltó Gajeel, haciendo que Natsu hiciese un gesto por el insulto−. ¿Lo hiciste o no lo de besarla?
−Sí-gruñó él−. Ella iba gritar, y la besé. Ahora dime qué infernos tiene que ver con esta mierda? −Dios, si Laxus no levanta la restricción sobre esta información alguien va a morir −murmuró Gajeel−.
Escúchame Natsu; tienes un cargamento de mierda de problemas aquí.
ninguna. −Fue solo un beso −ladró él−. ¿Crees que nunca he besado a una mujer antes? Nunca le hizo daño a
−Tú no besabas a tu jodida compañera tampoco antes −gruñó Dash, haciendo que Kiowa se quedase inmóvil por la sorpresa−. ¿Está tu lengua hinchada?
¿Hinchada? Palpitaba tan duramente como lo hacía su verga. −¿Natsu? −Dijo Gajeel con ira segundos después−. Contéstame.
−Sí, Señor −contestó él sin pensarlo, el tono militar usado por Gajeel irrumpió en su cerebro cuando nada más podría.
−Maldición.
−¿Qué? −Gruñó Natsu −. Explícalo.
−No hay tiempo ni seguridad suficiente −le informó Gajeel, su voz se volvió fría−. Espera.
¿Espera? Lucy se arqueó bajo la manta otra vez, su cabeza que se retorció en el colchón mientras gemía acaloradamente. El olor de sus jugos hacía que su cuerpo ardiese y que su boca babease por el sabor de su pequeño y dulce sexo.
Su mano apretó el teléfono mientras luchaba contra la necesidad de empujar a Rogue y Mine fuera de la habitación. Si él no conseguía follarla pronto, iba a volverse loco.
−No hay ninguna extracción disponible −saltó Gajeel−. Procede a la posición Alfa y espera la información adicional.
Gajeel resopló. No era sólo su suerte, no había ningún modo de conseguirle un helicóptero y ahora Gajeel lo enviaba a un lugar garantizado para matarlo.
−Sí, correcto, Comandante −gruñó él−. ¿Cómo puedo entrar allí?
−La autorización ha sido arreglada y las explicaciones te serán dadas. Mientras tanto, no la beses otra vez, y no hagas nada para aumentar su excitación. Saca tu trasero de allí ahora, Kiowa, y el suyo. No tienes tiempo que perder. Ahora déjame hablar con Rogue.
Él le pasó el teléfono al otro hombre mientras se movía para liberar las ataduras que ligaban los delgados tobillos de Lucy. Los tacones de tres pulgadas en el tobillo de las botas de cuero eran tan condenadamente atractivos que deseó aullar ante su sola visión. Y aquellas medias rojas eran suficientes como para hacer a un hombre correrse en sus vaqueros.
Dejando la manta sobre ella, él ignoró la parte de la conversación de Simon así como la llamada adicional que hizo segundos más tarde. Kiowa desató las manos de Amanda, masajeando las frágiles muñecas mientras ella se giraba.
−Tengo frío −susurró levantando ojos soñolientos hacia él.
−Lo sé, nena. −Él mantuvo su voz suave, tan suave como era posible mientras discretamente enderezaba su ropa y cubría su cuerpo, abrigándola con la manta.
verga. Sin embargo, ella no olía a frío. Olía caliente y dulce y lista para tomar cada pulgada de su palpitante
−Dime que va mal conmigo. −Su voz pronunció mal, sus ojos estaban tan dilatados que sólo un anillo frágil del color permanecía.
−Vas a estar bien, nena −susurró él contra su frente, poniendo un beso en la carne húmeda mientras ella temblaba en sus brazos.
Tenemos un Grand Cherokee fuera −informó Rogue cuando colgó el teléfono-. Los dos podéis ir tumbados. Yo conduciré. Contenla, y a ti mismo también. Llegaremos por la mañana temprano a la instalación alfa.
Natsu echó un vistazo al reloj. Eran solo las diez, ¿Soportaría esto mucho tempo?
−Mine, ve fuera y vigila el área. Nosotros tenemos que cargarla y salir de aquí antes de que alguien rastreando pueda encontrarnos. Cana y las demás montarán delante. Ve.
El asiento trasero en el Grand Cherokee había sido bajado, el vehículo se movió hacia atrás cerca de la puerta con la puerta trasera abierta. Natsu llevó su pequeña carga caliente a la puerta y finalmente logró encajar su largo esqueleto al lado suyo.
Las almohadas de la cama del motel amortiguaron sus cabezas cuando la puerta trasera estuvo cerrada y Roguer y Mine saltaron al frente. Aunque esta no era la almohada que Lucy Heartfilia  quería.
Ella se crispó contra el pecho de Natsu, la manta que la cubría desapareció lo bastante para permitir que presionara un seno duro puntagudo e hinchado contra su pecho.
asientos. −¿A qué jodida distancia está el complejo de aquí? −gruñó él echando un vistazo a Rogue entre los asientos
El otro hombre trataba realmente con fuerza de no reírse. Natsu tomó nota mentalmente de darle una enérgica patada a su trasero cuando su erección bajase lo bastante para tenerlo en cuenta.
−Casi seis horas −le contestó Minerva quedamente−. Tomaremos caminos vecinales más que interestatales por si acaso. Hasta ahora no se ha mencionado nada sobre su rapto ni hay signo alguno de que alguien sepa que sucede algo. Con suerte, alcanzaremos Virginia sin problemas.
Sin ningún problema para ella tal vez.
Natsu no pudo evitar sostener a Lucy más cerca cuando ella se presionó contra él, levantando su pierna para abrazarle al final, presionando su muslo contra su sexo mojado. Y ella estaba mojada. Dios, estaba tan mojada que él sólo deseaba ir entre sus muslos y ahogarse en ella.
Otro pequeño gemido suave dejó su garganta cuando él inútilmente se oprimió más delicadamente contra ella, raspando su hinchado clítoris contra su muslo mientras se arqueaba en sus brazos.
−Enciende la jodida radio, Sheney −gruñó él, sosteniendo su cabeza cerca, furioso de que el otro hombre oyese aquellos pequeños gemidos invitadores y suaves.
−Nada de besos, Natsu −le recordó Rogue severamente cuando encendió la radio y sonidos suaves llenaron el Jeep−. Y ningún toque.
Joder. Él podría tocar todo lo que infernos quisiese. Ella se deslizaba contra su cuerpo como seda y satén y maldito fuera si podía mantener sus manos quietas. Pero realmente quería aquel beso.
Su lengua estaba tirante e hinchada, las pequeñas glándulas en el lado palpitaban casi dolorosamente. Esto era condenadamente extraño. El sexo nunca había sido así, ni tenía esta excitación.
Su compañera. Las palabras de Gajeel Rexfox cayeron sobre él mientras las pequeñas manos suaves de Lucy amasaban su pecho. ¿Ella era su compañera?
No se suponía que los coyotes tuviesen lealtad o emociones, por no mencionar compañeros. De alguna manera, algunos de ellos habían sido lo bastante afortunados para conocer la lealtad, crear a amigos y mantenerlos. Unos, como Natsu, habían crecido fuera de las prisiones, pero la vida a la que él mismo se había conducido no le había inspirado exactamente la necesidad de lealtad, aunque él hubiera hecho unos cuantos.
Su mano alisó su espalda, sus dedos se apretaron en la curva llena de su nalga cuando sus pequeños labios calientes encontraron su pezón bajo su camisa.
Sus dientes se apretaron mientras un duro resuello salía de su garganta. Joder. Su boca lo trabajaba con un calor exquisito, su lengua acariciaba sobre la tela de la camisa mientras sus manos se movían lentamente para apretar bajo la parte inferior del material.
Él volvió su cabeza, cerró sus ojos y luchó contra la necesidad. Una necesidad tan intensa, consumiéndolo todo de tal forma que dudaba que aguantara una hora, por no mencionar seis.

Alma profunda {adaptación}NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora