Capítulo 7

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-¡Joder sí! −Natsu estaba en el cielo. O en el inferno. No estaba seguro de qué todavía, pero sabía con maldita seguridad que besar el pequeño paquete caliente cuya boca estaba llena actualmente de su polla no había sido su momento más brillante.
Se inclinó hacia atrás, jadeando mientras que veía a varias pulgadas de su tensa y gruesa erección esa dulce boca como un capullo de rosa. La luz de la luna entraba en el vehículo y su propia visión perfecta realzaba la visión.
Su lengua se arremolinaba alrededor de la cabeza, su boca succionaba en él desesperadamente. Él iba a follarla. Sabía que lo haría. Iba a separar esos bonitos muslos y a mirar cada pulgada de su carne desaparecer dentro de su bonito coño. E iba a tener que hacerlo pronto antes de que derramase su placer en su boca.
¿Importaría? Él gimió por el pensamiento.
−Chúpala, nena. −Él tiró de su pelo, porque sabía que a ella le gustaba el dolor.
Otra pulgada le recompensó desapareciendo en su boca mientras sentia que un chorro duro de semen-aunque no se sentia como semen-salía a borbotones en su boca.
¿Qué era eso? El placer devastó su control, casi soltando lo suficiente como para el alivio, pero esta vez, no habría alivio, el hambre en cambio ardía más brillante, abrasadora. El gusto debería haberla satisfecho.
Ella tomó otra pulgada, sus labios se aplanaban, su lengua era como fuego líquido mientras frotaba ligeramente el pequeño punto sensible apenas debajo de la cresta afilada.
−Demonios, tu boca está caliente. Caliente y dulce. Chupa ese pene, nena. Demuéstrame cuánto lo necesitas, cuánto lo deseas.
Otros chorros calientes de líquido y ella devorándolo. Su boca trabajaba en él con mojada precisión, tirando de sus pelotas hasta la base de su erección mientras que él cerraba con fuerza sus dientes y luchaba con la inminente explosión.
Él no deseaba apresurarlo. No quería que terminara. No todavía. Era demasiado caliente, había demasiado placer, más del que había conocido jamás en su vida. Su boca se movió en la suya tan dulce, cómodamente y con fuerza, su lengua lo lamía como un festin preferido mientras que sus manos amasaban su pelo con fuerza.
Oh, a ella le gustaba eso. Ella lloriqueó alrededor de su polla, una mano que apretaba en la base de la erección mientras los dedos de la otra pinchaban en la carne de su muslo.
Él nunca había sido un hombre tranquilo, no en sus tratos con otros o sexualmente. Él era como era, simple y básico. Hablaba cuando lo necesitaba, hacía su trabajo lo mejor que podía y jodía por el puro placer de hacerlo.
Nunca había tomado a ninguna mujer que no sabía que exactamente lo que hacía y nunca había perdido el control con una. Él estaba al borde de perder el control con esta.
−Basta. −Él tuvo que forzarse para levantar su cabeza, haciendo un gesto de placer por el sonido del pequeño estallido que su miembro hizo cuando salió de su boca.
−Deseo más −gimió ella, luchando contra él cuando él sacudió con fuerza la manta más lejos de ella. −Más adelante. −Él la deseaba. El olor de su calor iba a acabar con él, adictivo, consumiéndolo.
Sus labios se movieron a un pezón duro mientras que él gimió cuando ella lo empujó
profundamente en su boca. Ella sabía lo que deseaba.
−Muérdeme. −Su ruego hizo que su presión arterial se disparase.
Él agarró la dura punta de su pezón entre sus dientes, permitendo que pellizcasen y que sensibilizasen el pequeño brote mientras los gritos de ella se repetian a su alrededor.
¿Le había pedido alguna vez otra mujer que la mordiera? ¿Había saboreado alguna vez otro aquella fina línea de placer y dolor de esa manera?
−¿Te gusta así? −Gruñó él, levantándola mientras sus manos trabajaban en los corchetes de metal de la blusa antes de arrancarla de su cuerpo.
El vestido fue fácil. Él lo arrancó de ella. No había tiempo para ser gentil, nada de tiempo para preocuparse sobre la decencia del acto. La deseaba desnuda. Ahora.
La luz de la luna iluminó su cuerpo delgado, su redondeado y pequeño vientre, provocando que la miel de su sexo reluciese mientras que él la movía al centro del área y separó las piernas de par en par.
−Demonios, eres tan pequeña −susurró él, tocando con la punta del pie sus mocasines antes de sacarlos fuera de sus pantalones vaqueros.
Finalmente estaba desnudo, tan desnudo como lo estaba ella, mirando fijamente el banquete dispuesto ante él. Ella se levantó hacia él, los dulces dobleces de su coño brillaban húmedamente a la débil luz.
Entonces él la tocó. Sus dedos la separaron, resbalando a través de la raja baja antes de circundar su clítoris. Mirándola a través de ojos entornados, él levantó su mano entonces antes de dar una pequeña palmada ligera al hinchado cojín.
Ella lanzó un grito fuertemente, arqueando sus caderas mientras el dulce olor a mujer caliente llenaba el interior del SUV.
−Juega con tus pezones −le pidió él entonces, moviéndole las manos a sus pechos−. Pellízcalos. Tira de ellos. Demuéstrame cómo te gusta.
Su miembro estaba listo para estallar. Sus dedos delgados agarraron los picos de las maduras bayas, ejerciendo más presión de la que debería, tirando de los brotes dilatados mientras que ella jadeaba de placer.
Él dio una palmada en su sexo otra vez, usando la suficiente fuerza como para dar un pequeño golpe caliente en su carne.
en par. −Sí. Oh sí... −Ella jadeaba, el sudor relucía en su cuerpo cuando sus piernas se separaron más de par
Su clítoris estaba completamente dilatado, entreviéndose más allá de los labios hinchados y relucientes con su crema.
Dios, las cosas que él podría hacerle. Las maneras en que él podría tomarla y hacerle el amor. Él no tendría que refrenarse con ella como lo hacía con otras mujeres. Ella se levantó al pequeño dolor del amor, temblando y pidiendo más. Sus ojos brillaban en la oscuridad, su cuerpo pálido se estremecía de deseo.
cerca. Él deslizó sus dedos otra vez, probando el baño de los jugos de su sexo mientras que se movía más
−Va a doler −le prometó él−. ¿Es lo que deseas, Luce? ¿Estás segura?
Lucy tembló bajo la dura mirada fija, ahora tan excitada, empujada ahora más allá de la realidad que ella apenas no dijo ni una maldición. Se moría de necesidad, ondulándose, agonizante por la peor hambre que ella hubiese conocido en su vida.
Sus ojos fueron a su miembro hinchado, ciertamente sus sentidos deslumbrados veían más que
suficientemente.
−Lo deseo −susurró ella, con sus jugos inundando su coño por el pensamiento de ello−. Ahora. Lo deseo ahora.
Él vino encima de ella lentamente, con su cuerpo grande empequeñeciendo al suyo, con sus músculos ondulando en el claro de luna mientras que ella sentia la amplia punta de su miembro rozar en su coño hambriento. Y era gruesa. Grande.
Ella gimoteó de anticipación. Había oído una vez a la esposa de su hermano reírse con disimulo diciendo que cuanto más grande mejor, pero ella no tenía ninguna idea de lo que signifcaba hasta este momento.
−Agárrate a mí − susurró él entonces, moviendo las manos desde sus pechos a sus hombros−. No será fácil, Luce.
Ella adoró cómo decía su nombre.
Las manos de ella aferraron sus hombros mientras que sentia su miembro presionar más profundo. Entonces ella lo sintió salir a borbotones, igual como lo había hecho en su boca. Ella gimió por el delicioso ardor que la llenaba. Entonces sus ojos se desorbitaron cuando él presionó más profundo, otros chorros la llenaron, haciéndola sacudirse por la combinación de sensaciones. Ella podría sentir a su sexo relajarse, sin embargo el deseo aumentaba.
Oh dios, él comenzaba a llenarla. Ella se retorció debajo de su cuerpo mientras él se inclinaba hacia atrás, sus ojos iban a donde sus cuerpos conectaban lentamente. Él mantuvo sus caderas alzadas, sus manos la levantaban hacia él mientras que se introducía adentro más aún. Otros duros chorros, un placer insidioso ardiente la hacía gritar su nombre.
¿Podría ella aguantarlo? Él la estraba, empujando el músculo y separando el fino tejido que nunca había conocido más tacto que el suyo. Ella podía sentir su sexo protestar, apretándose para agarrar la ancha cabeza mientras que comenzaba a moverse en su interior.
−Joder. Eres apretada. −Su voz era un gruñido áspero, casi inhumano−. Relájate, nena. Relájate para mí, solo un poco.
Ella apretó más y sus ojos se entrecerraron en ella.
−Te haré gritar −le advirtó él entonces−. Podría doler más de lo que te imaginas, amor.
cresta. Ella lo ordeñó, ondulando la carne demasiado estirada que encajonó solamente una fracción de la cresta
Sus manos apretaron, sus muslos agrupados debajo suyo y entonces ella sintó la respiración cerrarse de golpe de su cuerpo cuando él condujo la cabeza, solamente la cabeza, en su interior. Él se movió allí entonces. Pequeños movimientos cortos que acariciaron su ardiente coño y la hicieron sacudirse debajo de él.
−Más. −Ella apenas podía respirar, dejó entonces de hablar.
Todo lo que ella podía hacer era sentir. La presión ardiente, el dolor, agonizante por más.
−Joder. −Entonces paró, estremeciéndose−. Condenación, Luce. Demonios, eres una virgen de mierda. −Él sonaba torturado.
Ella apretó en él, mirando fijamente hacia arriba, implorante. −Más.
Él lanzó su cabeza hacia atrás, obviamente luchando por el control.
−Natsu. Fóllame −ahora ella gritó, su voz era desigual−. No puedo estar parada. Lléname, Natsu...
Ella gritó hasta que estaba segura que su voz se rompería. Él vino encima de ella, manteniéndola en el lugar un segundo antes de que empujara dentro, duro y con fuerza. Sus jugos eran espesos, resbaladizos, ayudando a la penetración cuando él partió a través del canal intocado, enterrándose interiormente hasta la empuñadura en un empuje certero.
Ella se arqueó en sus brazos, con sus uñas clavándose en sus hombros mientras sus labios se movían en su cuello, maldiciendo y susurrando lamentos acariciando su oído cuando él comenzó a moverse. Los relámpagos llameaban a través de su cuerpo, explosivos rayos de fuego que la quemaban, llevándola más alto con el placer y el dolor combinados, haciéndola convulsionarse en sus brazos mientras que luchaba por el orgasmo.
No había control para ninguno de ellos. Él la estaba follando, con estocadas profundas y duras que la hacían gritar su nombre mientras sentia cada uno de los fuertes empujes estirarla, acariciándola.
Él empujó en ella su eje con los movimientos largos y rápidos que le robaban su respiración y la hacían desenfrenarse los sentidos, conduciéndola cada vez más cerca del borde.
Donde ella necesitaba estar.
−Natsu... −Ella gritaba su nombre otra vez mientras que lo sentia crecer en ella. Una confagración en el centro de su matriz, tensándose, aumentando...
Cuando estalló a través de ella, sólo reinó la locura. Ella se sintió estirar y estirar, los pulsos calientes del fuego hacían erupción en su sexo mientras los dientes agudos se clavaban en su hombro, perforando la carne.
Sus ojos se abrieron de par en par, mirando ciegamente hacia arriba cuando sintó la hinchazón en el miembro ahora trabado profundamente en ella, chorro tras chorro de semen profundamente dentro de su matriz.
Ella no era estúpida. Lo que sentia era demasiado similar a las burlonas referencias con respecto a las castas del lobo. Habían sido creados a partir del ADN de lobo.
−¿Sus miembros se trabarán? −Había Un profesor preguntado con un temblor exagerado de placer.
Trabado. Ella se estremeció otra vez antes de que la revelación se extendiera de golpe en ella, sus ojos eran horriblemente fríos cuando miraron los suyos. Ella se estremeció en su presa, el miedo, el hambre, el loco deseo se elevaban en su interior, bloqueando su mente con un solo pensamiento
−Animal... −El pensamiento se retorció a través de su cuerpo, desbordando sus labios mientras que la sorpresa hizo temblar sus mismos cimientos. El placer se retorcía, desgarrando a través de ella, arrebatándole la respiración, su voluntad y su mente.
La pena retorció su expresión y abrasó su alma mientras su cabeza bajaba, sus dientes rozaron su cuello durante un instante antes de que él la mordiera...

Alma profunda {adaptación}NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora