Capítulo 8

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-¡Joder sí! −Natsu estaba en el cielo. O en el inferno. No estaba seguro de qué todavía, pero sabía

con maldita seguridad que besar el pequeño paquete caliente cuya boca estaba llena actualmente de su

polla no había sido su momento más brillante.

Se inclinó hacia atrás, jadeando mientras que veía a varias pulgadas de su tensa y gruesa erección

esa dulce boca como un capullo de rosa. La luz de la luna entraba en el vehículo y su propia visión perfecta

realzaba la visión.

Su lengua se arremolinaba alrededor de la cabeza, su boca succionaba en él desesperadamente. Él

iba a follarla. Sabía que lo haría. Iba a separar esos bonitos muslos y a mirar cada pulgada de su carne

desaparecer dentro de su bonito coño. E iba a tener que hacerlo pronto antes de que derramase su placer

en su boca.

¿Importaría? Él gimió por el pensamiento.

−Chúpala, nena. −Él tiró de su pelo, porque sabía que a ella le gustaba el dolor.

Otra pulgada le recompensó desapareciendo en su boca mientras sentia que un chorro duro de

semen-aunque no se sentia como semen-salía a borbotones en su boca.

¿Qué era eso? El placer devastó su control, casi soltando lo sufciente como para el alivio, pero esta

vez, no habría alivio, el hambre en cambio ardía más brillante, abrasadora. El gusto debería haberla

satisfecho.

Ella tomó otra pulgada, sus labios se aplanaban, su lengua era como fuego líquido mientras frotaba

ligeramente el pequeño punto sensible apenas debajo de la cresta afilada.

−Demonios, tu boca está caliente. Caliente y dulce. Chupa ese pene, nena. Demuéstrame cuánto lo

necesitas, cuánto lo deseas.

Otros chorros calientes de líquido y ella devorándolo. Su boca trabajaba en él con mojada precisión,

tirando de sus pelotas hasta la base de su erección mientras que él cerraba con fuerza sus dientes y luchaba

con la inminente explosión.

Él no deseaba apresurarlo. No quería que terminara. No todavía. Era demasiado caliente, había

demasiado placer, más del que había conocido jamás en su vida. Su boca se movió en la suya tan dulce,

cómodamente y con fuerza, su lengua lo lamía como un festin preferido mientras que sus manos amasaban

su pelo con fuerza.

Oh, a ella le gustaba eso. Ella lloriqueó alrededor de su polla, una mano que apretaba en la base de

la erección mientras los dedos de la otra pinchaban en la carne de su muslo.

Alma profunda {adaptación}NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora