¿Qué le pasaba? Lucy sabía que algo estaba horriblemente mal, que el calor y el hambre que mantenían a su cuerpo tan sensibilizado y lleno de una excitación dolorosa no eran naturales.
Había pasado con aquel beso. Ella recordó el beso. El extraño, Natsu, sellando con sus labios los suyos y extendiendo el gusto de miel dulce por sus sentidos. Fue cuando pasó. En unos segundos el calor la había llenado, haciéndolo con demasiada fuerza como para poder pensar, ignorándolo todo menos el placer y la necesidad de su toque.
Y qué toque tenía. Ella se movió contra él ahora, recordando sus labios en sus pechos, sus dientes en su pezón, enviando chisporroteantes rayos de dolor y de placer exquisitos extendiéndose por ella.
Había sabido durante años que el sexo regular y normal nunca sería bastante para ella. Los besos serios y los toques aburridos que había recibido durante años habían sido de todo menos agradables. Pero cuando él la tocó, con sus dedos apretando en sus pezones, acariciando su clítoris con un toque más duro, allí ella había encontrado el placer.
Los libros que escondía y leía, novelas que implicaban sólo un poco de juego de amor más doloroso, la mantenían caliente y mojada durante días. Pero nunca tan caliente como esto. Por aceptar el beso, el toque de un hombre que ella incluso no conocía.
Se estremeció cuando recordó su mano dando palmadas en su coño, las vibraciones de calor y dolor suave que pasaron como un rayo a su clítoris y casi haciéndole girar sus sentidos. Ella quería más de eso. Quería sentir su mano allí otra vez, haciéndola arder, haciéndola retorcerse contra él cuando el placer la destrozase.
Dios, eso era tan malo. A ella no debería gustarle. ¿La habría narcotizado? No recordaba si lo había hecho. Y ella no se senta narcotizada exactamente; era solo que todos sus sentidos estaban centrados en una cosa y solo una cosa. Su toque.
−Tranquila, nena −gimió él en su oído cuando sus dientes atormentaron su pezón.
Su mano se deslizó debajo de su camisa mientras que ella jadeó por el calor de su cuerpo duro y sintó su erección hinchada presionar contra ella a través de los ásperos pantalones vaqueros. Eso era lo que deseaba, que su miembro presionase en ella, calmando el calor que palpitaba en su sexo.
Sus manos vagaron hacia abajo, arrancando el cierre con su respiración acelerada. Ella solamente deseaba tocarlo, deseaba menearse hacia abajo hasta que pudiese tomarlo en su boca, lamerlo y chuparlo como había leído. Ella lo deseaba. Dios, ahora, tenía que tenerlo.
Las manos de ella fueron frenéticamente a sus pantalones vaqueros, gemidos desesperados venían de su garganta cuando sus manos cubrieron las suyas, arrastrándolas de nuevo a su pecho.
−Lucy, escúchame −canturreó él en su oído−. Escúchame muy cuidadosamente, nena. Tienes que parar. Estirate en silencio y tranquila contra mí solo un poco más de tiempo.
Como el inferno. Él la había secuestrado. La había sacado de su hogar por solamente dios sabía qué razón, y si se presentaba la oportunidad la mataría antes de que saltase sobre él. Pero antes de que lo hiciera debía parar la fiebre que rabiaba en su cuerpo o ella lo mataría primero.
−Bésame −susurró ella, su cabeza cayó hacia atrás, levantando fijamente la mirada hacia él con maravilla aturdida.
Él era tan apuesto. Rasgos americanos nativos, ojos jade, pelo rosado largo que se derramaba
sobre el lado de su cuello mientras la miraba con intensidad hambrienta. No parecía un hombre que la quisiera matar. Ésos no eran los ojos rojos fríos que la habían mirado fijamente desde detrás de una máscara, y su voz no estaba llena de odio.
−Oh amor, eso es lo que ahora nos tiene en este lío −gruñó él, su mano se apretó en su nalga, tirando de la carne.
La acción la hizo sentirse extraña, apretando la sensación a través de su ano. Ella enrojeció cuando recordó sus dedos allí, alanceando en ella, abriéndola mientras que su boca comía en su clítoris, absorbiéndola adentro y haciéndola volar. Ella lo deseaba otra vez.
−Tú has hecho esto −gimió ella, sinténdose tan dolorida que ella se preguntaba si sobreviviría a ello−. Me hiciste esto. Ahora arréglalo.
Un gruñido retumbante vibró en su pecho. −Pronto. −Ahora. Una risa ahogada áspera, casi llena de dolor, se extendió sobre sus sentidos. −Tenemos compañía, nena. ¿Querrías que te hiciera gritar delante de ellos?
−No me importa. −Y no lo hacía. Todo el jodido Washington D.C. podría estar mirando en ese momento y a ella no le importaría−. Bésame.
Necesitaba su sabor otra vez.
Ella movió entonces las manos bajo las suyas, una se movió para ahuecar la dura erección mientras él se tensaba, un siseo se repitó en su oído. La otra trabajó en sus pantalones vaqueros otra vez.
Su amiga, kinana le había jurado que todo lo que tenía que hacer era tocar sus miembros y los hombres eran masilla en sus manos. ¿Sería verdad?
El cierre se abrió, la cremallera raspó hacia abajo, y sus manos se llenaron repentinamente del miembro masculino duro como el acero, como el hierro candente.
−Demonios del inferno −maldijo él toscamente, su cuerpo grande temblaba mientras que ella envolvía las manos alrededor de la carne imposiblemente gruesa.
La cabeza llameaba, el eje casi estaba al límite mientras que la sangre pulsaba apenas debajo de la carne. Su boca babeaba. Ella deseaba probarlo, volverlo tan loco con su boca como él la volvió con la suya.
−Rogue, maldición, no puedo con algo como esto.
Su áspera maldición fue ignorada. ¿Él no le decía su nombre, así que qué infernos le importaba? Ella intentó moverse más hacia abajo, lloriqueando mientras que sus manos duras la sostenían en su lugar.
−Cinco horas más, Natsu.
¿Cinco horas? El comentario hizo que una risa se extendiese en su mente. Si alguien pensaba que ella iba a esperar cinco horas y a sufrir esta agonía de deseo, estaba malditamente loco.
−Bésame −susurró ella otra vez, levantando fijamente la mirada hacia él a la luz débil del vehículo en el que obviamente viajaban−. Bésame o déjame tocarte. Por favor.
Su expresión era torturada.
−No lo hagas, Natsu. Condenación, no tenemos tiempo para parar para esta mierda. Infiernos, ella deseaba que la voz se callase. Ella se lamió los labios lentamente.
−Te necesito. Duele, Natsu.
Su nombre susurrado por sus labios fue el disparador. Ella se dio a si misma una puntuación mental de cinco mientras que un gemido áspero se estremecía en él y su cabeza bajaba.
Este era el sabor, el calor que necesitaba. Lucy abrió los labios para su lengua, sujetándolo hacia abajo en él y amamantándose con impaciencia mientras que llenaba su boca. Se retorció contra él, sintiendo su miembro latir con más fuerza en su mano mientras que él comenzaba a moverse sobre su cuerpo.
Él se puso sobre ella cuando su mano grande empujó la blusa de su vestido hacia abajo, agarrando con sus dedos su pezón mientras que él bombeaba su lengua en su boca. Las manos de ella perdieron el contacto con su erección, pero eso estaba bien, ella necesitaba sostener sus hombros mientras que el dolor y el placer comenzaban a azotar a través de su sistema nervioso.
El calor aumentó más aún, abrasador. Su pezón, infamado y pidiendo más, palpitó entre sus dedos cuando él tiró de el, sus dedos presionaban en ella y hacían que relámpagos abrasaran en su clítoris.
Su rodilla presionó la suya aparte mientras su muslo empujaba contra su sexo, haciéndola gritar de asombro cuando rozó en su clítoris. Dulce misericordia, sí. Ella deseaba gritar de placer, pero su boca cubrió la suya, su lengua la llenó, frotándola ligeramente, haciéndola retorcerse y estremecerse debajo de él mientras que el placer se derramó a través de ella.
−Maldición, Rogue. −Él sacudió con fuerza su cabeza hacia atrás, sosteniéndola cerca otra vez mientras luchaba por el aire, su apretón en su pezón le hacía gemir.
Dios, era tan bueno. Ella deseaba su boca allí, sus dientes, el calor mojado que la chamuscaba desde el interior hacia fuera.
Una discusión surgió. A ella realmente no le importó de lo que iba. Sus labios estaban ocupados en su cuello, su pecho, bajando, su hambre por su miembro propulsaba su última cordura. Ella había pensado siempre que amaría tomar la cabeza. Leer sobre ello le había hecho su boca agua, el pensamiento de ser sostenida, de manos duras enredadas en su pelo como ahora lo estaban, forzando a su boca a llenarse de la carne masculina dura como el acero, sinténdola joder entre sus labios mientras los ásperos gemidos masculinos se repetian en sus oídos.
Ella alcanzó la húmeda cresta, su lengua la lamió con impaciencia cuando él se inmovilizó repentinamente y el vehículo hizo una parada oscilante. Las puertas del coche se cerraron de golpe, entonces la manta fue apartada de un tirón de ella mientras que ambas manos tomaban su cabeza mientras la carne caliente gruesa alanceaba entre sus labios.
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Alma profunda {adaptación}NaLu
RomanceLa Madre Naturaleza tiene una forma muy peculiar de unir a parejas dispares. Pues, ¿qué podría ser más dispar que la independiente hija del Presidente que no sabe cómo mantener la boca cerrada y un solitario miembro de las Castas de los Coyotes hamb...