capítulo 4

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Esto no podía ser verdad. Lucy se agitó bajo el fuego líquido de la boca del extraño. Un extraño. Oh Dios, ella no hacía esto con un extraño, trando más cerca, tratando de empujar su pecho más profundamente en su boca succionante mientras su lengua se curvaba alrededor de su pezón como terciopelo mojado.
Ella gemía desesperada. ¿De dónde había salido ese fuego? El que pasaba como un rayo de su pezón a su matriz, convulsionando su estómago con espasmos de excitación interminable, atormentadora. Y ella no jadearía. No lo haría.
Pero lo hacía.
Ella gritó detrás de la mordaza, sus manos se apretaron en puños cuando sus dientes agarraron su pezón, pellizcando y tirando de él cuando un punto de infamada electricidad mojada chisporroteó entre sus muslos.
Sus labios, dientes y lengua trabajaron en el punto hasta que fue tan sensible que ella no podía pensar en nada más. Necesitaba más. Lo necesitaba a él succionándolo profundamente y con fuerza, a sus dientes enviando esa curiosa mezcla de placer y dolor que pasaba como un rayo a las profundidades de su sexo mientras su clítoris comenzaba a hincharse y a pedir su atención.
-Dios, que bien sabes -murmuró él un segundo antes de que atrajera el pequeño punto dentro, profunda y duramente, succionándolo con su boca mientras brutales ráfagas de sensación se rasgaban a través de ella.
Ella se enroscó bajo él, sus caderas se elevaban cuando él se inclinó sobre ella, quejidos y gruñidos desesperados salieron de la mordaza cuando sus dedos comenzaron a jugar con el otro pezón. No era bastante. Su grito se hizo sordo cuando su cuerpo exigió más, estaba sacudida hasta su núcleo, pero esto no alivió el placer terrible y enloquecido que se rasgaba con él.
Entonces sus dedos tiraron más fuerte, la presa se hizo más apretada mientras sus dientes raspaban el otro punto. Oh Dios, esto dolía con un placer que ella sabía que la volvería loca. Ella quería más, necesitaba más. Sólo un poquito más y la presión intensa, tormentosa sólo detrás de su clítoris se liberaría, aliviando el fuego líquido que se derramaba de su sexo.
-Mierda. ¿Te gusta así, verdad? -Él levantó su cabeza, con sus ojos estrechados en ella cuando sus dedos se enroscaron en el pezón atormentado.
Ella gritó para él, su cabeza presionaba hacia atrás en el colchón mientras luchaba contra la cascada aplastante de brutal placer.
Más. Necesitaba más.
Ella no podía soportar la presión en aumento, la increíble hambre sexual que pareció elevarse de una parte oscura y escondida de su alma. El hambre parecía una criatura, royendo las mismas profundidades de su sexo y enviando llamas para chamuscar el brote palpitante de su clítoris.
Más… Ella gritó la palabra detrás de la mordaza mientras él la miraba.
Ah Dios. ¿Qué iba mal con ella? ¿Aquel golpe en la cabeza había activado un interruptor sexual que ella desconocía?
¿Qué le había hecho?
Él tiró de sus pezones otra vez y su mirada fija era vidriosa mientras ella luchaba por tomar aliento. Sí. Sí. Así.
Llamaradas doradas de sensación impregnaron su cuerpo, que zumbaba sobre su carne, electrizándola.
-Demonios. -Él respiraba también con fuerza.
Sus ojos jade eran pozos sin fondo de lujuria excitada, sus pómulos oscuros estaban enrojecidos, sus labios estirados en una línea apretada de control cuando ella se retorció bajo la presión.
-¿Qué quieres, nena? -Susurró él entonces, una sexualidad pecaminosa bañaba su expresión, dándole una mirada peligrosa, oscura.
Ella se arqueó, jadeando cuando sus dedos tiraron en sus pezones otra vez. Quería su boca allí otra vez. Quería sentir sus labios y dientes tirar en ellos, usándola, haciendo pequeños rayos de dolor de placer apretarse en su matriz.
Quería saber su nombre.
Su cabeza bajó otra vez, y a ella no le importó cuál fuera su nombre. Su boca era ardiente, su lengua un instrumento de tortura raspando y azotando en la carne enarbolada y haciendo a sus sentidos descontrolarse con el placer.
Entonces sus dientes pellizcaron en ellos, enviando ardientes fragmentos de placer doloroso que estallaron en su matriz.
Su cabeza se retorció en la cama, sus brazos y piernas tiraban contra las ataduras, su clítoris era una masa torturada de nervios, tan necesitados de alivio que todo en lo que ella podría pensar era en el dolor en aumento.
-Hija de puta. -Él respiraba fuerte y ásperamente cuando su cabeza se levantó, su lengua lamía sobre sus labios ya húmedos cuando el aire fresco de la habitación erizó sus pezones más aún.
Por favor. Ella quiso gritar la palabra.
-Demonios. -Él desató la mordaza rápidamente, pero antes de que ella pudiera rogar, sus labios cubrían los suyos otra vez, su lengua se fraguaba en su boca.
Aquel sabor. Miel y especias. Su lengua se entrelazó con la suya, sus labios se acomodaron alrededor cuando ella lo absorbió en su boca, sintendo el sabor intensificarse cuando sus manos agarraron su cabeza, sosteniéndosela, usando su lengua para joder su boca con golpes calientes, posesivos.
Su camisa raspó sus pezones mientras se inclinaba, sin tocarla en ninguna otra parte, haciéndola enloquecer por más. Ella necesitaba más. Ella gimió contra la necesidad que azotaba contra la cama mientras gemidos como maullidos desesperados se salían de su garganta.
Cuando él levantó su cabeza, ella lo miró de modo suplicante.
-Hazlo parar -jadeó ella-. Por favor hazlo parar.
-¿El qué?-Él jadeaba cuando la miró, su mirada fija estaba centrada en sus labios- ¿Qué tengo que hacer parar?
Ella gimió. ¿Por qué quería torturarla? ¿Qué le había hecho ella?
-Por favor -susurró ella, las lágrimas llenaban sus ojos cuando su clítoris foreció en un nudo encendido de agonía-. Esto duele. Haz que deje de doler.
Él sacudió su cabeza como si estuviera confundido.
-¿El qué duele?
¿No lo sabía? Él la había convertido en una masa de hambre tan intensa que ella se moría con ello.
-Demonios -maldijo ella amargamente, arqueándose, frotando sus pechos en su pecho, gimiendo por la sensación-. Tú sabes lo que quiero decir. Hazlo detenerse ahora, no puedo soportarlo.
Su mano se movió de su cabeza, deslizándose a su cintura antes de posarse en su muslo. Ella se aplacó, sus labios se separaron cuando ella hizo esfuerzos por respirar, su mirada fija se trabó con la suya mientras él comenzaba a subir la falda suelta de su vestido por sus piernas.
Sí.
El aire frío susurró sobre las medias que llevaba puestas, aliviando el brutal calor durante sólo un segundo antes de que este volviera con plena fuerza. Ella se retorció cuando desnudó sus rodillas, arqueándose mientras la tela se deslizaba sobre sus muslos.
Habría gritado cuando sus dedos rozaron la entrepierna de sus bragas si sus labios no hubieran cubierto los suyos otra vez, su lengua bombeaba repetidamente en su boca cuando él de repente rasgó las bragas, minúsculas como eran, de su cuerpo que se retorcía.
Cuando su mano volvió ella se calmó, un grito salió de su garganta cuando el calor de su palma se ahuecó sobre su sexo enviando arcos de relámpago llameando por su cuerpo. Su cabeza se levantó despacio, sus ojos entornados en ella, mirándola con cuidado cuando él se movió más abajo en la cama, empujando su vestdo sobre sus caderas cuando sus ojos fueron entre sus muslos.
-Un sexo depilado -susurró él-. ¿Sabes lo excitante que es?
Era conveniente para ella. Una sensación de libertad, una emoción femenina. Ahora la sexualidad de ello se derramó por ella.
-¿Qué me has hecho? -Ella trató de hablar, pero eso interfería con la respiración. Realmente tenía que respirar ahora mismo.
-Sé lo que voy a hacerte -refunfuñó él mientras sus dedos separaban los pliegues saturados, enviando estremecimientos eléctricos sobre sus terminaciones nerviosas.
Su clítoris golpeó a toda velocidad, el calor palpitante se extendía sobre ella, haciéndola arquearse, retorcer sus caderas.
-Quédate quieta. -La orden fue seguida de una palmada pequeña y mordaz que aterrizó en su coño.
-Oh Dios…-Sus ojos se desorbitaron mientras ella se resista contra el fuego que se derramó por ella.
No. No. No. Ella gritaba la negación en su cabeza, pero su clítoris se apretaba, sus jugos fuían de su sexo mientras el dolor sexual casi la empujaba al orgasmo. Un orgasmo que ella sabía desafaría todas las leyes de la liberación y satisfacción que había experimentado hasta ahora.
-Esto es malo -oyó que él refunfuñaba mientras se sacaba su camisa sobre su cabeza y estaba de pie al lado de la cama.
Bronceados y formidables músculos, sus bíceps, el pecho y fuertes abdominales fueron revelados en la luz baja de la habitación. Debajo… ella tragó con dificultad a la vista del bulto bajo aquellos vaqueros.
Manos amplias y fuertes se movieron al cinturón de sus vaqueros, chasqueando para afojarlo, raspando la cremallera abajo y luego empujando el material ofensivo, junto con su ropa interior, debajo de sus muy musculosas piernas.
Estaba segura que aquellas piernas parecían realmente atractivas, pero a quién demonios le importaba. Sus ojos se centraron en la erección que se hinchaba entre medio de sus muslos, colgando bajo, el pesado peso del grueso músculo hacía que esta se destacara claramente de su cuerpo.
Tragó con dificultad, preguntándose si había una maldita posibilidad de que ella realmente pudiese acomodar su miembro.
-No te conozco -susurró, lamiéndose los labios, sabiendo que realmente no importaba.
-Pronto lo harás -gruñó él.
Antes de que pudiera decir algo más él se movió entre sus muslos, estrando, su cabeza equilibrada encima de los pliegues mojados y palpitantes de su sexo.
Ella se estremeció con desesperación cuando sintó que su aliento enviaba una caricia refrescante sobre el tejido sensible.
-Demonios, este tiene que ser el pequeño sexo más bonito en el que he puesto alguna vez mis ojos
-susurró él, sus dedos se movieron a través de su raja haciéndola temblar, la estremecida respuesta logró que un grito saliera de sus labios.
-Voy a devorarte, nena.

Alma profunda {adaptación}NaLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora