CUATRO

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Veinte minutos más tarde, Lean empujaba el carrito de la compra por el Walmart que había a dos manzanas de donde vivían, mascullando entre dientes. Con la capucha de su sudadera puesta para ocultar al resto del mundo su cara resacosa y falta de vida. Mientras, Jae Yeol iba tirando cualquier cosa que llamara su atención adentro del carrito.

Productos que Lean devolvía de nuevo a su lugar espetandole que tan solo habían venido a buscar verduras y pollo.

—No me seas aburrido —se quejo Jae Yeol.

—Tomate. Zanahorias. Cebollas. Pollo —recito Lean, con lentitud—. Hemos venido a por eso y nada más. Cuando le haga la sopa a Shirley me volvere a mi cuarto y espero que me dejes en paz.

Y es que cuando Jae Yeol le hizo saber que su abuela estaba resfriada de nuevo, tras ver que Lean no tenía ninguna intención de despegarse de la cama, el chico no pudo negarse, sintiendose preocupado por la aterradora y mal hablada mujer que solía cuidarles a Nicole y a él cuando eran más pequeños y su madre estaba en el trabajo.

Quería y trataba a Shirley como si fuera su propia abuela, y por eso al decirle Jae Yeol que planeaba hacerle una sopa de pollo, Lean se ablando, aunque en el fondo todvía seguía enojado con su amigo. Jae Yeol era un completo inútil en la cocina y Lean se lo sabía de primera mano.

Ya tuvó la oportunidad de ver con sus propios ojos como su amigo estuvo a punto de quemar la cocina al poner la leche a calentar. Y es que el muy idiota metio el brick de leche al microondas durante más de diez minutos. Vale que en ese entonces tenían seis años, pero hasta Lean sabía que no debía meterse carton dentro del microondas. ¡Y mucho menos durante diez minutos y a doscientos cincuenta grados!

—Pues no me pienso irme sin mis galletas.

Para dar más peso a sus palabras, Jae Yeol tiro ocho paquetes de Cookies al carrito y le retó a devolverlas a su lugar, frunciendo las cejas. Lean no las devolvió esta vez, encogiendose de hombros.

—Como sea, paso —suspiro Lean—. Vamos ya a la sección de verduras.

Pero Jae Yeol no parecía opinar lo mismo y lo arrastro a la sección de alcohol.

—¿Se puede saber que vas a hacer con todo eso? —quiso saber Lean al ver los dos paquetes de cerveza que puso en el carrito.

—¿No te dolía la cabeza? —le recordó Jae Yeol—. Lo mejor para superar la resaca es seguir bebiendo. No hace falta que me lo agradezcas, las cervezas corren por tu cuenta.

Lean abrió la boca, pero la cerro de nuevo para volver a abrirla y espetarle con evidente cabreo:

—¡Dejate de gilipolleces! ¡Devuelvelas ahora mismo! ¡No estoy de humor para soportarte hoy! ¿¡Me has oído!?

Jae Yeol alzó las manos en un gesto de conciliación, a la vez que esbozaba la provocadora sonrisa que en más de una ocasión le había costado un puñetazo por parte de Lean, el cual no le dejaba pasar ni una desde que eran niños y descubrió que, el nieto de Shirley, era un dolor permanente en el culo.

—Tranquilizate, querido —dijo con burla su amigo—. Estás haciendo un escándalo. —Jae Yeol señaló a un grupo de niños cargados con bolsas de patatas y refrescos que se habían detenido a mirarlos—. ¡Piensa en los niños!

—De-vuel-ve-las —siseo Lean, el tic nervioso había vuelto a aparecer en su mandíbula.

Jae Yeol volvió a agarrar los paquetes de cerveza.

—No se lo tengais en cuenta —Jae Yeol se dirigió hacia los niños, sacudiendo la cabeza—. Mi pobre amigo esta en esos días del mes. ¿Quieres que te compre leche en polvo? Al fin y al cabo tu amada ubres de vaca no quiere nada contig...

Jae Yeol esquivo el puñetazo que Lean le propino por los pelos, pero al hacerlo solto los paquetes que se estrellaron en el suelo. Ninguna de las botellas se salvo y por el alcohol se extendió en un gran charco . Tanto los niños como Lean y Jae Yeol se alejaron de aquella sección corriendo antes de que algun dependiente le diera por pasar por allí.

En menos de un minuto, ambos chicos abandonaron el Walmart con la certeza de que no volverian a poner un pie allí, en caso de que alguna de las camaras de seguridad les hubiera grabado las caras y los dependientes estuvieran a la espera de que regresaran para pagar el alcohol derramado. Con paso rápido, se alejaron calle abajo.

—Mira el lado bueno, pequeño imbécil —dijo Jae Yeol, abriendo un paquete de galletas—. ¿No querías regresar pronto a casa?

—No me hables, estoy enfadado contigo.

—Vamos, vamos —Jae Yeol le quito importancia—. No lo dices en serio. Ten, comete una galleta. Estan buenísimas.

Lean, el cual cargaba con las dos bolsas de la compra, se nego a mirarle cuando agito una galleta frente a su cara.

—Venga, vamos. Prueba una —insistió el chico.

—¡Te he dicho qu..

Jae Yeol aprovechó para meterle una en la boca. Incapaz de escupirla, ya que su madre le inculco desde pequeño que no debía malgastar la comida cuando existían personas que no tenian nada que llevarse a la boca, Lean la mástico y se la trago.

—Esta buena —estuvo de acuerdo Lean.

—¿Verdad que sí? ¿Quieres otra?

—Sí —musito Lean.

—Sabía que no podías...

—Pero sigo enfadado aún.


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⏰ Última actualización: May 27, 2017 ⏰

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