A Jin le quemaban los labios y las mejillas, su corazón dolía y el maquillaje era embarrado sobre su rostro por culpa de las lágrimas. Habían pasado horas desde que abandonó aquella plaza en donde reveló a la luz su verdad, recibiendo un ósculo que se fue apaciguando con cada beso que su cliente de esa noche le daba.
SeokJin se sentía sucio y decepcionado de sí mismo, porque creyó que por decir la verdad NamJoon le comprendería, le sacaría de aquel calvario y le amaría como nadie lo hizo en la vida. Más un golpe brusco en su nalga le sacó de su melancolía.
-Pórtate bien, puta –el hombre apestaba a alcohol y cigarrillos, el condón que usaba para protegerse se escurría por su miembro gracias al exceso del lubricante en tubo. SeokJin asintió mientras que con su mano derecha acomodaba su máscara y volvía a su trabajo, sino la paga sería mala, y le faltaba ahorrar sólo un poco para salir de ése lugar, rentar un piso y pagar un poco de estudios.
Ningún jadeo salía de sus labios, y el hombre, harto de la actitud aburrida e indiferente del prostituto no tuvo de otra que salir del interior de Jin, tirar el condón por ahí, insultar a Jin por sus malos servicios e irse a complacerse con cualquier otra persona; sin dejar dinero.
SeokJin se envolvió en las sábanas; una epifanía se le reveló al caminar con cuidado sobre el suelo de su cuarto, arrastrando las sábanas blancas como si éstas fuesen la cola de un vestido de novia que jamás se haría lucir. Apreció por la ventana la primera lluvia de otoño, quedándose en un pequeño trance melancólico, apreciando las gotas de lluvia chocar contra los colores de las hojas y aspirando el frío que traspasaba su ventana, empañándose; se concentró en los pequeños detalles que la noche le dejaba apreciar...
Ambedo.
Se quedó así unos segundos, tal vez minutos, desnudo, viendo a través de la ventana, viendo todo y a la vez nada sin sonreír. Tímidamente posó su dedo índice sobre el vidrio, sintiendo casi enseguida el frío helar su dedo y causar escalofríos sobre su cuerpo. Afianzó el agarre de la sábana sobre su pecho y prosiguió con lo que tenía planeado hacer.
El nombre de NamJoon fue escrito con cuidado, con letra prolija y algo pequeña, limpiando levemente el cristal empañado.
El ardor sobre sus belfos se apaciguó, no quería eso. Quería recordar el sabor dulce de los labios de NamJoon, quería ver nuevamente el color atractivo de sus ojos, quería sentirse seguro a su lado. Pero todos esos deseos se esfumaban cuando la mejilla ya no le dolía y el corazón se calmaba con suspiros.
Sentía que sería un sentimiento efímero, que no debía engañarse más y dejar de saborear el café de NamJoon. Limpió con la palma de su mano el vidrio para desempañarlo, borrando en el proceso el nombre de NamJoon.
Antes de irse, echó una última mirada a la calle que poco a poco se empapaba con vehemencia, y notó una cabellera verdosa corretear entre la lluvia con un abrigo sobre su cabeza y hombros para protegerse del fuerte diluvio.
-YoonGi –
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Min YoonGi estaba llegando tarde a su trabajo, y todo fue culpa de un pequeño universitario llamado Kim Taehyung.
Taehyung le había llevado por varios lugares antes de que el chaparrón cayese inesperadamente, arruinando la despedida que el menor tenía planeado.
YoonGi conoció el departamento de Taehyung, conoció los instrumentos que él tocaba, desde la fuerte melodía de un saxofón hasta el melifluo de un piano de cola; una guitarra acústica y un violín eléctrico que sonaba con tanta armonía que creyó quedar encantado. Le fascinó el aroma de la pintura fresca y se estremeció con el frío que se colaba por los ventanales.