Cuando las dos semanas correspondientes a la continuación de su retraso pasaron, YoonGi pudo realizarse la prueba de embarazo. Tuvo que pedirle a una compañera de su trabajo que, cuando ella fuera a comprar cosméticos, le trajera una prueba que fuera cien por ciento fiable.
Esperaba como un condenado en su baño, con teléfono en mano con el número de contacto de Taehyung frente a la pantalla. Si la prueba daba positivo le diría todo; si daba negativo entonces todo estaría bien.
Los cinco minutos pasaron de acuerdo a las instrucciones. Las uñas de YoonGi eran cada vez menos gracias a los mordiscos que dedicaba. Tomó la prueba entre sus manos con cuidado, temblando ligeramente por el miedo. Miró las rayitas que presentaba la imagen del paquete y luego a la pantalla de la prueba.
Negativo.
¡Era genial! No iba a ser despedido y podía continuar con las constantes visitas con Taehyung. Esa eran sus preocupaciones principales: que Taehyung lo odiara por haberlo atado a un niño que fue un accidente y lo abandonaría al enterarse que vendía su cuerpo de diferentes formas cada noche durante más de siete años. El estar embarazado significaba que su jefe sería tan cruel como para obligarlo a abortar y venderlo en el mercado negro apenas hubiese ofertas para él. No quería nada de eso, quería vivir en su fantasía libremente sin recurrir a las pesadillas de la noche.
Festejando que no había nada en su estómago recibió una llamada que lo sobresaltó. Casi lanza el celular a la mierda cuando ve la foto de Taehyung en su pantalla.
-¿Hola?—el intercomunicador se cortó por breves momentos culpa del viento tan efusivo que había en la calle. Por la hora suponía que Taehyung estaba teniendo un descanso en sus clases universitarias.
-Hola, bebé—habló Taehyung sonriendo contra el teléfono al escuchar la voz ronca y risueña de su mayor. Conocía lo suficiente a YoonGi como para saber las largas horas de sueño de éste, muriendo profundamente en su imaginación.
-¿Ahora me llamas amor? Pensar que antes me quejaba por el mote formal—bromea YoonGi sonriendo efusivamente. Le gustaba eso, sentirse confiado de decir cualquier cosa que se le cruce por la cabeza y poder reír aunque sea un rato junto a Taehyung.
A veces quería descubrir lo que pensaba Taehyung cuando hablaban.
Pero Taehyung no pensaba claramente; era un mar de sonrisas y lánguidos latidos que se aceleraban con ímpetu apenas una caricia se hacía presente entre ambos. Una sola vez habían explorado sus cuerpos, y recuerda que el aire se había escapado de sus pulmones con cada movimiento pélvico de YoonGi.
Taehyung estaba enamorado de YoonGi sinceramente, sin un ápice de duda cuando ambos se hallaban en la punta cúspide de la felicidad compartida. Lo quería, demasiado tal vez, confiando ciegamente en sus propios sentimientos mientras se derretía ante los ojos de YoonGi.
Quería darle felicidad, amor eterno, una familia grande y unida en el cual ellos sean los protagonistas.
Pero no se podía, YoonGi era un hombre infértil. Eso creía Taehyung.
-¿Acaso quieres que te diga Hyung? No me importaría tratarte de viejo un tiempo más—contraatacó Taehyung mientras reía escandalosamente entre los pasillos del patio de su universidad, cerrando sus ojos ante su propia broma y a la imaginación de uno de los pucheros de YoonGi.
-Bebé suena mejor—admitió YoonGi con las orejas coloradas a la vez que buscaba ropa cómoda para afrontar su tiempo libre felizmente. Esa noche debía cubrir turno completo si quería seguir vivo allí; más tiempo equivalía a más dinero, aunque aumentase el toqueteo y la invasión al interior de su cuerpo. Lo necesitaba.