Los días pasaban y las hojas eran cada vez menos, se tomaban su tiempo para caer y trataban de hacerle contra al viento, pero las tres semanas que pasaron no pudieron soportar, y cayeron contra la tierra. A pesar del clima cada vez más frío el tiempo favorecía a Jin, Jungkook y Suga; Jin olvidaba poco a poco los ojos de NamJoon, las heridas de Jungkook sanaban poco a poco, un golpe a la vez; y Suga estaba feliz, con una sonrisa en el rostro a cada beso y café compartido con Taehyung.
Ésa mañana comenzaba el invierno, y con ello venían noticias de diferentes agrados.
Jungkook se encontraba sentado frente al escritorio de su jefe Kim Dae-Hyung, vestía ropa común: pantalones largos de buzo, zapatillas deportivas y una remera amarillo chillón con distintos dibujos sobre la prenda. Balanceaba sus pies al aire y mantenía ambas manos sobre sus muslos, limpiando el sudor de sus palmas; Dae le miraba, examinando de pies a cabezas el cuerpo de Jungkook, su mirada que se perdía en el tapiz vino de la pared y sus labios que permanecían sellados.
-¿Sabes por qué te llamé aquí, Jungkook? –habló por fin, con voz amarga y mañanera, pues el sol apenas había teñido la habitación con opacos rayos.
-No señor –contestó formalmente, cohibido y temeroso de mirarle a aquellos ojos serios y penetrantes. Sus orbes se pasearon desde las cenizas de cigarrillos ya consumidos hasta el dinero que había sobre la mesa, calculaba una buena suma por el montón que se mantenía atado a una liga.
-Seré directo –Dae-Hyung se acomodó mejor en su silla de cuero que se amoldaba perfectamente a su espalda, miró con aburrimiento a Jungkook para luego suspirar frustrado – Jungkook... Estás despedido.
-¿Qué? –Jungkook ya no entendía nada, sus pequeños ojos almendrados miraron con temor los de su mayor, su iris negra comenzaba a cristalizarse y resquebrajarse y sus uñas raspaban con dolor sus rodillas, la única cosa que pudo llamar "hogar" le estaba echando.
Jungkook huyó de casa apenas se enteró que podía procrear. El por qué es muy simple: su padre murió al traerle a la vida y su viuda madre se enfrascó en la locura por una pérdida, culpándole de la muerte de su marido a la mínima oportunidad. Si ella se enteraba que él podía tener un hijo no perdería el tiempo, le haría embarazarse y morir desangrado por la riesgosa cesárea; igual que su padre.
-No atraes a los clientes, sabes muy bien manejar el dinero pero el único que pide servicios tuyos es Park, nadie más; ése malito sádico siempre te pide, no puedo privatizarte para que corras el riesgo de morir aquí. Tu cadáver puede atraer a la policía y todos estaríamos en la ruina, así que decidí que era mejor que murieras en las calles. Lo siento niño –. Kim Dae-Hyung era demasiado directo para la mayoría de las cosas, no había que pedir más explicación, sólo entender sus crudas palabras y su semblante egoísta.
-¿Cómo sobreviviré? –torpemente se levantó de la silla, golpeando sus manos contra la madera del escritorio y mirando imponente a su jefe, o antiguo jefe, como le llames.
-Éste dinero te lo ganaste limpiamente –arrastró los montones de dinero hasta que quedasen frente a la mirada anonadada del menor –, con eso puedes hasta dos meses, depende de tus gastos. Suerte.
-¿Dinero limpio? –ironizó la pregunta riendo con sutileza, acariciando con su lengua sus dientes superiores – Este dinero lo conseguí cuando vendí mi cuerpo a un completo desconocido, el dinero lo gané a cada mamada que di y cada golpe que soporté, así que no me venga con el sermón de Dinero Limpio, porque lo único limpio de éste lugar son los condones sin abrir.
Jungkook miró con odio al hombre frente suyo mientras recogía los billetes con una cólera creciente en sus acciones. Se retiró del lugar cerrando con un portazo que hizo temblar hasta sus propios huesos y se fue directo a su cuarto, debía armar nuevamente su mochila para irse, lo peor de todo era que la primera nevada se acercaba.