Aquella sombría figura se deslizaba entre los árboles, sabía que alguien la seguía pero prefería fingir que no lo había visto. Aquel esquivo personaje era La muerte, que cumplia con su perpetua tarea de llevar las almas a su destino final, fuera cual fuera, según el caso. Quien la seguía, estaba segura, debía ser alguien que deseaba reclamarle por su trabajo. Siempre hay alguien que tiene algo que reclamar por tu trabajo. Quizás ese alguien habría perdido un ser querido recientemente y venía a increparla por habérselo llevado, pensaba mientras daba otra vuelta entre los árboles para perderle de vista finalmente. Quizás hubiese decidido que era su hora, no sería el primero en creer que puede decidir tal cosa, aunque la mayoría lo intenta con una soga o un cuchillo, con veneno o robando la comida de otra persona en un bar; los reclamos directos no eran muy comunes.
¡Bien! lo había perdido, muerte o no, no le gustaba eso de desaparecer y volver a aparecer todo el tiempo, le gustaba su corporeidad, y disfrutaba cuando podía caminar en lugar de flotar en alguna dirección. Era muy molesto que la gente la reconociera por el camino y buscase hablar con ella. Aunque no había manera de escapar de ello, la mayoría del tiempo no era visible si así lo deseaba, pero había quienes podían verla, generalmente aquellos con los que estaba citada, pero a veces había otros. Tampoco podía disfrazarse, siempre tenía a los ojos de cada cual, la apariencia que ellos esperaban, así que si deseaban ver allí a la muerte esquelética, de larga y oscura túnica, así estaba ella, sin más que hacer.
Quizás fuese alguien que quería felicitarla por su trabajo. No. Eso no solía pasar, al menos no con los jóvenes, solían ser los ancianos quienes le agradecían la visita. ¿Debería volver a preguntarle? Aunque ya no lo viese no sería difícil encontrarlo si desandaba sus pasos. Quizás...
- Eh... disculpe.
- ¡¿Qué?! - No estaba acostumbrada a que la sorprendieran, aquel hombre era demasiado silencioso para ser normal, aunque quizás sólo fuese que estaba distraída.
- ¡Disculpe!
- Ah, si. Es usted muy silencioso. - Quizás esa no era la respuesta más cortés posible, pero era lo primero que le había surgido.
- No lo digo como un insulto - Quiso excusarse rápidamente, aunque tampoco era un cumplido.
- Ehmm... supongo que si, es cosa del oficio.
Un asesino quizás, pensó La muerte, eso explicaría muchas cosas, aunque no qué hacía allí. ¿Que podría reclamarle un asesino a La muerte?, si casi podría decirse que eran socios. Al menos una de las partes salía beneficiada, eso es seguro, aunque no fuese ella, que se ahogaba en trabajo por culpa de los asesinos, estos no podían quejarse de ella, porque de otra manera nunca cumplirían con sus trabajos, tendrían cuerpos cargados de flechas como un alfiletero que seguirían caminando lo más campantes, o gastarían fortunas en veneno que pasaría como licor barato, quizás una descompostura en la víctima y a seguir con la vida. No, los asesinos no tenían nada que reclamarle.
- Disculpe...
A menos que fuese un anciano al que tenían que matar, y este muriese de manera natural, entonces sería como si ella les hubiese ganado de mano, pero en ese caso les tocaría reclamarle al que hizo las reglas, ella solo se encargaba de ser guía turístico para las almas, mentes, energías, vitae, logos, o lo que fuera que creyera haber salido del antes habitado cuerpo y ahora vagase molestando por ahí.
- Ehmmmm....¿Disculpe?
- Ah, si, perdone ¿En que puedo ayudarle? - él hombre se quito la capucha por cortesía, y por la misma razón ella mantuvo la suya puesta. Había algo en él que le resultaba conocido ahora que le prestaba la debida atención. Como un compromiso del que se hubiese olvidado. Algo que debería haber hecho hacía mucho tiempo, pero que por alguna razón se había olvidado y luego ya no se atrevía por la vergüenza de haber demorado tanto, hasta que finalmente había decidido olvidarlo. Hasta ese momento al menos. No podía estar segura, pero le espantaba la idea de haber sido tan irresponsable con su trabajo. Aquello no había pasado nunca desde que ella se ocupaba de ese trabajo, y en lo que a ella y al mundo a su alrededor respectaba eso había sido desde el principio. Y sin embargo allí estaba ese hombre, como un pequeño pero incómodo recordatorio de que faltaba hacer algo, como cuando no le sacas las etiquetas a la ropa nueva.
-¿Puede ser que haya olvidado pasar a buscarte? - Preguntó intentando que no se la notase avergonzada.
- Ah, puede ser... no lo recuerdo. - Un poco ofendida ahora, pues aquella es la mejor estrategia para defenderse que la mente encuentra cuando es uno el que está en falta, incluso si uno es un ser extra planar como La muerte.
- ¿Entonces para qué me molestas mortal?
- Necesito que me devuelva el libro que tomó de la biblioteca.
- ¿Cómo? - Preguntó con retomada cortesía y algo de confusión.
- Entiendo que para usted 7896 años, tres meses, doce días y... un cuarto de hora - se revisó un inexistente reloj en la desnuda muñeca - de relatividad humana, pueden no ser un lapso significativo de su tiempo, y aunque lamentamos el inconveniente pues en realidad la Biblioteca no impone fechas de devolución, últimamente me ha tocado encargarme de la recolección de algunos faltantes. He viajado mucho. Creo que usted comprende de eso ¿verdad?.
- Eh, sí. No recordaba que lo tenía - dijo la muerte mientras rebuscaba entre los pliegues infinitos de su túnica, allí donde cualquier cosa puede ser guardada, y donde generalmente estas cosas se extraviaban, él susodicho libro.
- Aquí está. Y... eh, esto... disculpen por la demora.
- No hay problema. Yo no estaba allí cuando lo tomo prestado, pero como ya le dije, originalmente no había una fecha de devolución pactada. Sin embargo, últimamente, la Biblioteca insiste en que debemos recuperar todos los libros que faltan. - Sonrió – O al menos los más importantes.
Y así como apareció por sorpresa desapareció entre los árboles, dejando a un ser, que ha visto el nacimiento de muchos mundos como si de un amanecer se tratase, bastante confundido.
- Ahora que lo pienso. - La guadaña casi se le cayó de las manos cuando volvió a escucharlo
- ¿Si?
- Creo que es posible que tuviésemos un compromiso en algún momento, pero en todo caso sería yo el responsable de no presentarse, y quería pedirle disculpas.
- ¿Te parece? Ahora que lo veo sos bastante joven y te ves saludable.
- Ni tanto, la vista empieza a fallarme, aunque eso se lo debo más que nada al trabajo, pero la espalda, esa si que es cuestión de los años. - La muerte entendía de dolores óseos y asintió con empatía - Si, después de todo soy humano y han pasado muchos años desde que empecé a trabajar en La biblioteca.
- ¿Muchos? - No es que fuese soberbia, aunque bien podría serlo, pero cuando un ser mortal solía hablar de muchos años, incluso los más longevos, ni que hablar de los humanos, esto siempre le parecía irrisorio.
- Si, la verdad es que sí, aunque no haya estado allí cuando usted tomó el libro, comencé a trabajar solo dos o tres días después, si no me equivoco mi predecesor le recomendó el libro cuando usted fue a escoltarlo.
Finalmente ese era un libro menos de la lista, era increíble que tantos se hubiesen perdido con los años, también era increíble, con lo desorganizada que era La biblioteca, que se hubiese podido crear dicha lista. Pero lo más increíble era que tantos hubieran sido prestados mientras él era el encargado y no se hubiese enterado.
Nada increíble, diría ella. Pero él no podía estar constantemente prestando atención a todo lo que pasaba a su alrededor, como gente entrando y saliendo por aquella puerta, cuando a su alrededor había tantos libros que faltaban leer y tantos otros que tenía que salir a comprar cuando se editaban finalmente.
Bien, ya casi era de noche, o al menos eso podía decirse, así que iba siendo hora de salir de aquel bosque, volver al calorcito, y con un café en mano terminar aquella novela que le había quedado sobre la mesa. Mientras cruzaba el bosque ya podía sentir el cambio con solo acercarse a la puerta, las ramas de los árboles comenzaban a curvarse por el peso de su follaje y entrecruzadas formaban un pasillo, allí había, caída, cortando el paso, una lámina de corteza medio podrida; la apartó y cruzó al interior de La biblioteca. La "puerta" se azotó al cerrarse y cayó al suelo dejando aquel pasillo en el bosque nuevamente vacío.

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Historias de La Biblioteca
Fantasy"La vida de un Bibliotecario es tan azarosa y divertida como extraña sea la biblioteca en que trabaja". Esto puede parecer poca cosa, algo que decir para condimentar una vida rutinaria (Que ningún bibliotecario se me ofenda), en especial si se trata...