Vacaciones inesperadas pt.2

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(Continuación de la parte anterior)

Normalmente esto no le ocurría cuando venía a la Tierra, podía pasarle cuando tenía que ir a otros lugares, por eso no le gustaba aquella misión de buscar libros por toda la Existencia. Cuando venía de visitas a su hogar conocía un camino relativamente sencillo: Existe una dimensión que está conectada prácticamente a todas. Y hay un portal en La Tierra, cerca del cual había abierto la librería, que llevaba a ese mundo. De allí podía ir, a solo unos cientos de metros, a través de otro portal hacía una dimensión que pocos seres gustan recorrer, pero que, a su vez, está conectada, a pocos pasos, a otro lugar (que él estaba casi seguro era el gigantesco cajón de un oficinista), y de allí directo a la codiciada dimensión de las puertas. Seguramente codiciada únicamente por él (Y posiblemente por cerrajeros, vendedores puerta a puerta, promotores de religiones, entre otros), ya que el resto de los universos parecía ignorar aquella dimensión, y con una razón bastante lógica. No se trata de una especie de núcleo que vincule todas las dimensiones a través de puertas. Con esa clase de lugar, él no tendría problemas para volver. La tierra estaría conectada, La Biblioteca eventualmente también, y listo. Un paso a casa. Pero no. La dimensión solo tiene puertas, puertas que a veces dan a algún lugar y a veces no. Pero son tantas que se llevan el 37.5% de las probabilidades de colisionar con La Biblioteca. El espacio físico es grande, pero con la predicción de la servilleta se puede estar cerca relativamente fácil y, tras un par de intentos, encontrarse a tiempo con la puerta correcta.

Ahora el problema. El primer punto para hacer este relativamente sencillo trayecto, que le había tomado años encontrar, estaba cerrado. "Clausurado" decía en realidad el cartel que habían pegado allí. Para cualquiera que pasase por allí bien podría entenderse que se había clausurado un local de dudosa legalidad. Ubicado en un callejón a dos cuadras de la librería, había una de esas puertas que uno al pasar siempre se pregunta a donde darán pero nunca están abiertas. Al cruzar esta puerta uno se encontraría del otro lado del callejón, en una dimensión muy similar a la que acababa de abandonar, al punto que casi no podría notar el cambio a no ser porque de aquel lado nunca se inventaron las medialunas.

Ahora aprovecho para hacer un paréntesis: Sobre el hecho de que él bibliotecario, y nosotros al hablar de él, nos refiramos a su particular dimensión de procedencia como La Tierra, no significa que creamos que el planeta Tierra es una dimensión en sí misma (sabemos que hay cosas fuera de ella, en la mayoría de los universos), ni que sea el centro, o lo único relevante de ese universo en particular (en la mayoría de los casos, la Tierra no es ni el único, ni cercanamente el más interesante de los planetas de sus respectivos universos), pero sobre todo, no podemos garantizar que ESA Tierra, sea la Tierra en la que estás leyendo esto (Si es que estas en alguna Tierra), hay infinidad de posibilidades distintas, pero la realidad para los humanos es más sencilla, él la llama Tierra, porque para él, ese es el nombre de su hogar. Sobre la posibilidad de que él, en realidad, nunca haya regresado a su verdadero hogar y se encuentre en uno muy similar sin notarlo... es mejor no pensar tanto.

Retomando la historia. El primer día que había llegado a la Tierra, después de seguir el camino inverso a través de la dimensión de las puertas (37.5% significa que casi 4 de las 10 veces que abras la puerta, está dará a la dimensión de las puertas. Más o menos), había ido directamente a su librería. De allí sacaba los libros que quería. Siendo que era su capital el que se invertía en comprar libros nuevos, se podía decir que él los compraba, aunque en realidad lo único que hacía era ir y tomarlos. Más allá del dinero, que casi nunca usaba, y de donde salía el sueldo de su empleada (uno muy bueno por cierto, siempre actualizado a las necesidades económicas de la sociedad), lo que realmente amaba de tener su negocio y que este fuese bien encaminado, era que nunca le faltaban las nuevas obras que quería leer.

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