La cacería de libros

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A veces pensaba que hubiese sido mejor quedarse en su librería. Esta ocasión, mientras caminaba levantando las piernas, hasta que las rodillas le golpeaban el pecho, para poder avanzar por el barro; agachado por las ramas bajas de los árboles sumergidos, era una de ellas.

Nuevo día, nuevo viaje. Finalmente había logrado volver a La biblioteca. Resulto ser que la casualidad venía de nuevo en su ayuda. No, la entrada no había aparecido en la puerta de su dormitorio y felizmente había regresado sin tener que poner a prueba su plan. Aunque si había tenido una suerte inesperada. En más de una ocasión se había enfrentado a la posibilidad de copiar el mapa en papel, la primera vez, como es natural lo había tomado por sorpresa. Incluso habiendo diseñado el plan con antelación, había olvidado mantener un lápiz y papel a mano, para cuando llegase el momento. Las siguientes veces fueron igual de improductivas, nunca le alcanzaba el tiempo. Intentaba escribir rápido, memorizar los portales, pero siempre acababa perdiéndose en algún punto.

Todo se resolvió, más o menos, la noche en que encontró la solución. Era claro, podía sacarle una fotografía al mapa en el momento adecuado. Solo necesitaba una cámara. Claro que él no tenía una, ni uno de esos celulares que tenían cámara. Pero compraría una. Al día siguiente, pues acababa de pasar de la noche del sábado a la madrugada del domingo.

El papel volvía a estar en el suelo. No la servilleta, un papel, un papel que todos los días abollaba y metía en un agujero en la pared, bajo el escritorio frente a la cama. Lo ponía nervioso. ¿Por qué? porque estaba convencido de que allí había un portal, no por casualidad todos los días el papel aparecía de nuevo en el suelo y eso lo tenía muy, muy, nervioso.

El tamaño de un portal es directamente proporcional al volumen de masa sólida que puede atravezarlo. Como toda puerta. Eso quería decir que los usuarios de ese portalcito debían ser pequeños, y siempre le habían provocado desconfianza las cosas pequeñas que deambulaban a su alrededor. Por eso cubría el agujero.

Una vez más se levanto a colocar el papel en su lugar. Allí estaba el agujero, amenazante, oscuro y perturbador. Metió el lápiz. En realidad siempre había querido saber que podía haber allí. El lápiz había vuelto entero, sin mordiscos, quemaduras u otros daños. Quizás pudiese meter un dedo, pero no estaba seguro. En cierto punto no podía culpar a quienes usasen ese portal, por más incomodo que esto lo pusiese; si lo pensaba bien, algo similar debía provocar él en el oficinista cuyo cajón solía usar como corredor para volver a La Biblioteca. Estaba seguro de que lo había visto en más de una ocasión saltando entre sus lapices, clips y demás útiles.

Antes de darse cuenta había tocado el portal. Y de la misma manera había sacado rápido el dedo por el susto.

No lo habían mordido, en realidad, no le había pasado nada. Pero le habían hablado. En realidad estaba seguro de conocer aquella voz.

Volvió a meter el dedo, esta vez si sintió dolor, pero no lo quito, quería asegurarse de algo.

- Bien, ahora quiero que me expliques, que esta pasando. Esto de no poder ver lo que haces puede resultar molesto a veces. Con que carajos estas trabando mi puerta. Te dije miles de veces que no me gusta que hagan eso.

- Ehmmm... esto... un dedo.

- ¿Y por qué no entras de una vez?

- Porque... ehmmm... no quepo por el portal. 

-...

- Mira, casualmente, estas conectada a un portal que esta en un agujero en mi pared.

- ¿Por qué no volviste todavía?  Creía que ya tenías "estudiada" la forma de ir y volver a la Tierra sin problemas.

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