Introducción

272 15 5
                                    

(Laura)

Eva, al fin, ha despertado, pero Pau, aun, no lo sabe. Ha preguntado por él, a pesar de no saber ni quién es ella misma. No sabe dónde se encuentra ni cuánto tiempo ha pasado. Creo que tampoco sabe que ha tenido una hija...

Ella no es la única confusa. Mientras despierta de su pesadilla, yo entro de cabeza la mía. Mi mundo y la vida que he estado viviendo en los últimos años está a punto de romperse en mil pedazos. Nada de lo que he conseguido o por lo que he luchado quedará en pie cuando ella vuelva a ser la que era. Nada. Porque lo que he estado haciendo, básicamente, era usurpar su sitio. Calentarlo, mejor dicho, hasta que ella volviera (si volvía).

Y aquí está, o eso parece. Y no es que haya abierto los ojos o haya movido un pie como ha pasado en otras ocasiones... Está ahí sentada, mirándome y parloteando como una loca. No dice nada coherente, palabras y frases sueltas, pero lo busca, se nota que lo busca.

—Pau... Pau... En la casa, la casa de pelo. Coge la cama del pelo. Mmm... Dámelo, —me dice a mi— ¡dámelo!

Intenta salir de la cama, pero no acierta a apartar ella misma la sábana que cubre sus piernas.

Temo que caiga de bruces y la sujeto, pero ella se altera más e intenta pegarme. Me araña con sus uñas, me empuja y cae contra el suelo. Empieza a llorar como una niña pequeña y de pronto la pesadilla se vuelve terriblemente real para mí.

Nada volverá a ser igual. Ni su cuerpo inerte, ni Pau ausente... Ni yo. ¿Qué será de mi cuando ella empiece su rehabilitación? ¿Tendré que ayudarla yo? ¿Tendré que enseñarle a sustituirme?

Preguntas y más preguntas surgen en mi mente sin que mi cuerpo sea capaz de responder a sus llantos desesperados. Tan delgada y débil, tan enfermiza y fácil de manejar, tan frágil que podría partirse como una ramita con un golpe de viento...

Él la quiere más a ella que a ti, me recuerda una malvada, pero realista, vocecita en mi cabeza. Pase lo que pase y esté como esté... Sea quien sea ahora ella, él la querrá más. Siempre y para siempre. Es su obsesión. Es su vida. Y tú, a partir de ahora, sobras.

De forma inconsciente, mi cuerpo decide moverse al fin y ayudarla a levantarse. La siento en la cama y la abrazo para consolar sus llantos. Ella se agarra a mí con todas las fuerzas de las que se vale mientras se mece conmigo.

No siento pena por ella, pero creo que tampoco siento pena por mí. Creo... Creo que no puedo sentir nada ahora mismo. Mi corazón se ha helado por no partirse, y ya solo queda esperar a que él llegue para desaparecer por completo.

—Pau... ¡Pau! —sigue llamándolo.

—Enseguida viene. No te preocupes —trato de consolarla.

De repente y sin previo aviso, comienza a convulsionarse. Sus ojos se quedan en blanco y su cuerpo se pone rígido. Cae sobre su almohada abruptamente mientras trato de sujetarla. Las convulsiones son cada vez más fuertes y toda la cama tiembla.

No sé qué hacer. ¡Qué pare esto por favor!

Tiene las manos y los pies agarrotados, la espalda se le arquea hacia atrás. Aparto las almohadas y las sábanas, me pongo de rodillas junto a ella, intentando sostener su cabeza y su cuello cuando veo que comienza a echar espuma por la boca...

Todo esto es demasiado para mí. ¿Qué le pasa ahora?

Doy un respingo y salto de la cama, alejándome de ella hasta que mi espalda choca contra la pared y mi cabeza contra un cuadro, el cual cae al suelo rompiéndose y desperdigando cristales por todas partes.

¡Llama a alguien! A la policía no, ¡a urgencia! ¿Cuál es el número? ¡Llama a Pau! ¡No! ¡A él no! ¡Él no puede verla! ¡Idiota! Esto no tiene vuelta atrás. Se va a enterar hagas lo que hagas...

¿Qué hago? ¡Qué hago! Me pregunto al borde de mi propio colapso.

Mis manos han pasado por mi cabeza, mi cuello, mi pecho y han vuelto a mi boca mientras aprieto mis puños hasta clavarme las uñas.

Ella empieza a asfixiarse y yo también, pero ella de forma más literal. Sus sollozos son cada vez menos audibles, y conforme menos ruido hace, antes puedo comenzar a acercarme de nuevo a su cama.

Me agarro el pecho de la camiseta con una mano y esta misma con la otra, como si rezara pidiendo, aun no sé el qué.

Me coloco a su lado, contemplando como se escapa de sí, al fin, su vida.

Esto sí es lo que estabas esperando desde hacía tanto tiempo, me dice aquella malvada vocecilla. Aquella que me conoce mejor que yo misma, y que ha estado presente en mis mejores y peores momentos. Como cuando murió tu padre, ¿lo recuerdas? Me dice.

Mis ojos se van a la almohada que antes aparté, y pienso que todo sería mejor para todos. Para los niños, para Pau, e incluso, para ella misma. ¿Pero sobre todo para ti, no guapita? No. No solo para mí, para todos. ¿Cuánto trabajo nos ahorraría? ¿Y su hija? ¿Quién piensa que sea sano para una niña tener a una madre en este estado, o en el que se quede ahora?

Si la salvas, quizás Pau te lo agradezca. Quizás haya cambiado y ya no la quiera. Quizás muera por sí sola, o quizás vuelve a entrar en coma... Sea como sea, hacer lo que estás pensando es la opción más malvada. La que nunca podrás borrar de tu cabeza, y lo que es peor, será trampa.

Lo que estás pensando pudiste hacerlo muchas veces a lo largo de estos años, sabes que te pasó por la cabeza. Pero no lo hiciste, porque a ti te gusta ganar. Lo que quieres es que Pau la olvide, que lo supere... Superarla tú.

Tú debes ser mejor que ella. Tienes que demostrar que eres mejor que ella. Así que...

Pero mis pensamientos son interrumpidos con una imagen, la de Pau besándome anoche como nunca antes lo había hecho. Con dulzura, con amor, como si me necesitara y me quisiera...

Mi corazón salta dentro mi pecho y una gran bocanada de aire entra dentro de mí. Hacía rato que se me había olvidado respirar, pero no tanto tiempo como a ella.

Al buscar el teléfono con la mirada, descubro el botón de emergencias que Pau instaló en la mesilla. Ese gran botón rojo y brillante que tantas ganas da de pulsar. Ese que, al darle, logrará que tanto Pau como una ambulancia se presenten aquí raudos para salvarle la vida a Eva, y traerla de nuevo al mundo de los que caminan y hablan...

Mi mano reposa sobre ese condenado botón. Debería darle ya. No debería esperar más. Dale. Pau vendrá. Él lo arreglará. Todo será diferente. Todo será peor.

Sea como sea, solo encontrará aquí a una de las dos.

El hijo de Lilith (So Deep II)Where stories live. Discover now