Primera parte 4

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El año había empezado regular. Gracias a mi, esos dos ahora estaban mejor que nunca. Yo trataba de verlo por el lado bueno, "si ella no va a estar conmigo, al menos que sea feliz con otro". Pero ese pensamiento no apaciguaba mi deseo ni mis impulsos.

Después de las comidas, Eva se sentaba conmigo a explicarme las lecciones. Le había dicho que quería tomármelo en serio y aprobar, pero me costaba mucho, y ella no tenía tanto tiempo para dedicarme. Optó por darme clases ella durante una hora, y luego venía una muchacha a darme particulares durante otra hora más. Mala idea. Quizás si hubiese sido al revés, primero la muchacha y luego ella... Pero en ese orden, primero me excitaba con Eva y luego venía la otra.

Helena tenía 18 años, cinco más que yo. Era preciosa, simpática y muy lista. Explicaba muy bien las cosas, pero lo cierto es que no solo aprendí mates y ciencias con ella, sobre todo aprendí educación sexual.

Por quien no lo recuerde, es en sexto de primaria donde se enseñan estas cosas. Me encantaba verla ponerse colorada explicándomelo. Yo no tenía ninguna vergüenza en decirle que me enseñase las cosas con ejemplos visuales, cosa, que finalmente conseguí que hiciera. Y, de hecho, hicimos más que eso, mucho más. Era una buena profesora de clases particulares, y lo cierto es que siempre la he considerado "la chica con la que perdí la virginidad". Pero efectivamente, viene Eva me dice que Carlos es mi hijo y ya me deja descolocado en ese sentido.

Porque claro, mirándolo con retrospectiva, lo que mi madre hacía conmigo, a mí me parecía muy normal, en su momento. No me parecían que esas cosas fueran "sexo", como el de las películas, con la parte de la seducción, los largos besos con lengua y la música de fondo... Qué va, qué va... Para nada. Y total, que yo tenía un cacao mental considerable, y aunque Helena me explicase muy bien las cosas (muy, muy bien), yo tampoco me paré a reconsiderar mi pasado en ese momento.

Aun así, ella no era, ni mucho menos, la chica en quien yo pensaba por las noches, ni tampoco la única con la que distraía mis impulsos.

En el colegio había una biblioteca que era compartida entre los chicos de primaria y los de secundaria. Durante las horas de recreo descubrí que un grupo de chicas se escondían ahí para fumar. Un día me acerqué a ellas. Decidí que al año siguiente yo caminaría por aquellos pasillos, y que, aunque a este lado ya me había ganado una buena reputación, tenía que empezar a crearme otra al otro.

Mis pensamientos fueron, "chicas que se esconden para fumar deben ser malas, deben ser guais, deben se populares. Tengo que hacerme su amigo".

—¡Ey! Tú, mocoso, me has asustado. ¿Qué haces aquí? —dijo una de ellas. En ese momento eran cinco.

—¿A ti que te parece que hago? —dije acercándome hasta su lado.

Algunas estaban sentadas en el suelo jugando a las cartas, otra en el poyete de la ventana y la última vino rápidamente hasta mi dándome empujones.

—Vete de aquí, este no es un sitio para niños chicos.

—Chicos mis cojones —le repliqué apartándola. Todas se quedaron boquiabiertas y estallaron en carcajadas.

—Mira el niño, que boca tiene —comentó una de las del suelo.

—¡Que arte! —dijo otra.

—Sí, muy gracioso, pero tiene que irse —insistió la que quería echarme desde el principio—. Aquí no puedes estar.

—Vosotras tampoco.

El hijo de Lilith (So Deep II)Where stories live. Discover now