- Hiro, ¿estás bien? –preguntó Isabella, mientras caminábamos hacia su patio trasero. Asentí.
- Sí, es sólo que estoy algo cansado. –claro que sí, no he podido dormir desde hace varios días. Digamos que me he dado cuenta que en estos dos meses que he conocido a Isabella, me gusta de una manera que no es ni normal. Y que tengo que decírselo lo más pronto sino quiero explotar.
- Bien, seguro estás estresado. –dijo ella, subiendo sus shorts negros de tela, éstos también le ajustaban. – Vamos a jugar con tierra. –sacó un cajón con varias plantas, pero en esas macetas de plástico. Luego tomó una bolsa con tierra y otra con un mineral raro, no lo conocía. Mezcló todo en un gran bowl. Realmente grande. – Mi tierra. –tomó un poco en sus manos y luego lo olfateó.
- ¿Qué se supone que haga con esto? –pregunté, al mismo tiempo que me daba una maceta de color amarillo.
- Pues, le pones rocas. –tomó un puñado de pequeñas rocas y las puso al fondo de su maceta. – No agarres a Harry, es mi mascota. –tomó una roca y la acomodó a su lado.
- ¿Tienes rocas de mascota? –pregunté, haciendo lo que ella me dijo con las rocas.
- Mamá dice que tener animales es muy complicado. Por eso tengo a Harold y Harry. Mi cactus y mi roca. –sonrió. – Los cactus necesitan agua y ni siquiera es muy a menudo, mientras las rocas necesitan agua igual que los cactus, debes en cuándo. –habló Isabella.
- De hecho, las rocas no necesitan agua. –dije, mientras imitaba el movimiento de Isabella, tomar un poco de tierra y vertirla en una maceta.
- Shh. –habló ella, poniendo su dedo sobre mis labios, haciendo que me quedase algo bizco y sonriendo. – Harry necesita hidratarse. Los bebés rocas pierden mucha agua. –ella tomó una planta rara, que contenía una pequeña flor de color rosa y la metió en una maceta anaranjada. Rellenó el resto con la tierra que había preparado.
- Lo que tú digas, Bella. –canturreé, mientras tomaba una planta tal cómo ella lo había echo.
- ¡No seas animal! No se trata así a una margarita, bobo. –habló, poniendo sus manos sobre las mías, a mi lado, y acomodando la planta ella misma dentro de la maceta amarilla en frente de mí.
- Lo siento. –dije, sonriendo inocentemente según yo. Isabella me volteó a mirar frunciendo el ceño. Pero este se borró al notar a la poca distancia en la que nos encontrábamos. Enserio era poca.
- Amm... yo... –balbuceó ella, y su vista bajó a mi boca. La mía hizo lo mismo con la suya.
- Sería mejor que... -mis labios se apretaron luego de decir eso. No era necesario ya. Isabella ya se había apartado bruscamente.
- Ten cuidado con las plantas o te juro que clavaré una de las espinas de Henry en tu nariz. –señaló a un cactus que tenía unas espinas enormes. ENORMES.
- ¿Por qué todos los nombres de tus cactus tienen H? –pregunté, acomodando la tierra alrededor de la linda margarita dentro de la maceta amarilla.
- No todos. También está Louis, Aiden, Taylor, Jayden. –se encogió de hombros. – Pero nunca recuerdo los nombres de todos. –rió nerviosa. Mi corazón se encogió. Ella realmente era una ternura.
- ¿Y tienes alguna planta que sea una chica? –ella asintió con la cabeza, esas coletas la hacían ver cómo una niña. Pero su cuerpo decía otra cosa.
- Margarita. –señaló la planta que tenía frente a mí y una inconsciente sonrisa se formó en mis labios.
- ¿Qué están haciendo? –preguntó Gemma, entrando en el patio trasero, ambos nos giramos hacia ella. Pude notar su labial rojo todo corrido.
- Jugando con tierra. –le contestó Isabella. – Y vete a limpiar el labial de la cara que pareces el guasón. –ella volvió a mirar la maceta y la dejó a un lado, para tomar otra.
Gemma se volteó hacia mi hermano, mirándolo con una mueca y el ceño fruncido. Tadashi sólo sonrió inocente mientras su mano derecha rascaba su cabeza. Gemma le dio un golpe en el pecho antes de volver a meterse dentro de la casa.
- Lo siento plantitas, pero mi estómago está rugiendo tanto cómo el de un león hambriento. –Isabella se disculpó con sus plantas. - ¿Quieres tomarte un descanso? –preguntó ella, asentí, acomodando la maceta amarilla en el centro de la mesa dónde habíamos dejado todo, para que no se cayese.
Nos adentramos en la casa y ambos nos lavamos las manos en la cocina.
- Tengo tierra en las uñas. –dijo Isabella riendo, mientras miraba su mano. –Mamá va a matarme. –gruñó entre dientes, mientras acomodaba su fleco.
Subió uno de sus pies a la encimera y luego el otro, abrió una de las compuertas de la alacena y sacó una crema de maní, junto a un paquete de pan para emparedado.
- ¡Nada mejor que unos ricos emparedados de mantequilla de maní! –gritó ella, y casi pierde el equilibrio. Trató de bajarse, pero comenzó a reír nerviosa cuándo notó que no podría hacerlo sola.
- ¿Quieres ayuda? –pregunté, bajándome de uno de los bancos que estaban alrededor de la isla de la cocina. Realmente amplia.
- Help me. –dijo ella dramáticamente. Mis brazos se acomodaron en sus muslos y la bajé cuidadosamente. Dejando que sus pies volvieran a tocar el suelo. Isabella me sonrió, y noté lo fácil que sería besarla ahí mismo. Sus manos estaban ocupadas y sólo debía poner mis manos a los lados de su cuerpo en la encimera de la cocina para poder acorralarla contra ésta y mi cuerpo. No había notado que mis ojos ya estaban puestos en sus labios. Aquellos rosados y carnosos labios que posee. Y los de ella también estaban en los míos.
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It's you [Hiro Hamada x OC] [Terminada]
FanficIsabella LeBlanc tiene catorce años y es una de las cantantes más conocidas en todo el mundo. Se mudó de Francia, dónde nació, hasta San Fransokyo para despegar su carrera y conocer más el mundo. Según ella "un nuevo comienzo". Hiro Hamada, tiene qu...