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—_______, despierta —abrí los ojos con lentitud, como si la poca la luz que había en mi habitación me hiciera daño. Sully estaba a mi lado apartando algunos mechones de cabello de mi rostro, se veía preocupada. Recordé la emoción con la que me despertó ayer y de inmediato sentí una punzada en mi pecho.
Ahora estaba comprometida.
Aún no me colocaba el anillo de compromiso, pero podía sentir un peso de más en el dedo en el que estaría. Me senté y le dediqué una mirada tranquilizadora a Sully, ella no debía saber sobre esto, tenía que creer que me casaría con Tae por amor.
—¿Qué pasa, enana? —le pregunté sonriendo. Esto me estaba destrozando.
—Son las dos de la tarde... —me dijo, mordiéndose el labio.
Había olvidado que hoy saldría con los demás al parque de diversiones. Me puse de pie y me di cuenta de que Sully ya estaba vestida. Me dejó a solas para que pudiera cambiarme, aunque su presencia no me molestaba ni me avergonzaba.
Cuando acabé de abrocharme el último botón de mi abrigo, miré con odio la cajita donde dormía el anillo. Estaba sobre mi escritorio y parecía estar iluminado por el cielo. La abrí y sin pensarlo dos veces para no arrepentirme, me coloqué el anillo. Lo contemplé unos minutos hasta que Sully tocó la puerta para avisarme que mis amigos me esperaban abajo listos para irse.
Mis amigos. ¿Cómo reaccionarán ante la noticia? ¿Qué pensarían de Tae si conocieran la verdad?
Comencé a sentir lástima de mi misma, me había rendido ante el matrimonio incluso antes de luchar. ¿Tan débil me consideraba Tae?
Una nueva oleada de ira me arrancó un gruñido de la garganta.
No. No le haría las cosas tan fáciles. Si quería casarse conmigo no opondría resistencia, pero no por eso me convertiría en la esposa perfecta.
—Ya voy —le grité a Sully.
Yo no acostumbraba a llevar maquillaje, aunque tenía algunas cosas que me regalaban. Me arreglé lo más que pude y peiné mi cabello hasta que quedó completamente liso. Era desagradable ver mi reflejo en el espejo y no reconocerme, pero si Tae deseaba guerra, eso obtendría.
—¡Ya estoy aquí! —exclamé con falsa alegría cuando bajé las escaleras. Dohee y Myung Ji me abrazaron al mismo tiempo para saludarme y me regañaron por quedarme dormida.
—Eres una holgazana —me dijo Dohee. Las tres reímos y entonces, los vi.
Salían de la cocina, cada uno con un trozo del pastel de cumpleaños de anoche en las manos. Jin tenía la mitad del rostro cubierto de chocolate e intentaba manchar a Jungkook, quien se alejaba lo más que podía de las manos sucias de Jin.
—¡Tinker! —gritó Jin en cuanto me vio y corrió a darme un gran abrazo. Esta vez la felicidad fue verdadera, dos de los tres chicos que consideraba mis mejores amigos estaban a mi lado en ese momento y eso era justo lo que necesitaba para reunir la fuerza para enfrentarme a Tae.
—Mira qué bonita estás, seguro a que ya tienes novio —dijo Jin.
—No la acoses tanto —me defendió Jungkook. Me abrazó de la cintura y me dedicó una ancha sonrisa que me calmó, al menos mis amigos me apoyaban.
Noté la mirada de Myung Ji sobre nosotros e intenté despegarme de Jungkook, yo sabía que a mi amiga le gustaba y no quería problemas con ella también.
—Aparta tus manos de ______ —escuché de pronto. Los cinco miramos a la misma dirección y vimos que Tae venía hacia nosotros. Se me heló la sangre cuando cruzamos miradas y él me sonrió.
Jungkook me soltó y murmuró algo como "Celos". Él no sabía a qué grado seguramente tenía la razón.
—¡Tae, mi amado Tae, he vuelto! —Jin saltó a los brazos de Tae e hizo que ambos cayeran al suelo por el impulso. Me reí junto con los demás, por un segundo las cosas habían vuelto a ser lo de antes: relajadas y llenas de bromas. Pero muy en el fondo sabía que no volvería a serlo jamás, ni siquiera había empezado a procesar las palabras de Tae todavía.
"Yo te amo". Con sólo recordarlas un millón de emociones se acumulaban en mi pecho y subían hasta atorarse en mi garganta, que no les cedía el paso para evitar que me pusiera a gritar allí mismo.
—Adivina... He comprado ropa nueva que quiero modelar para ti... en la noche... solos —fui la primera en reírme de la insinuación de Jin. Había que alivianar el ambiente ¿no?
—¿Dónde está Mint y Mike? —les pregunté cuando se pusieron de pie.
—Mint viene en camino, Mike dijo que nos esperaría en el parque. Y Dae también viene, pero lo recogeremos cuando nos pongamos en marcha —me informó Myung Ji. Asentí con la cabeza y esperé a que agregara algo más, pero como no lo hizo, de la nada surgió cierta tensión sobre mis hombros.
—Qué lindo anillo, _______ —me dijo Dohee. No quería que lo supieran, aún no. Entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa más que ocultar mi mano en el bolsillo de mi abrigo—. ¿Dónde lo compraste?
—Es... un regalo... de la abuela —le respondí. Tae me miró decepcionado, ¿qué se supone que tenía que decir? "Es un anillo de compromiso, anoche Tae me obligó a casarme con él, ¿no es genial?". Ni todo el sarcasmo del mundo me alcanzaría para pronunciar esas palabras.
Mint llegó a los cinco minutos y nos fuimos en seguida. Nos iríamos en el auto de Tae, pero yo conduciría. Sin embargo, en cuanto me puse al volante las manos me comenzaron a temblar. No podía concentrarme en encender el motor, olvidé los cambios que había que hacer con la palanca y cuando finalmente logré echar a andar el auto, di con el freno y todos nos fuimos hacia adelante.
—Será mejor que yo conduzca —sugirió Jin. Salí del asiento del conductor y me senté atrás con los demás. Para mi mala suerte, quedé al medio de Jungkook y Tae.
Intenté poner atención a la conversación que tenían Myung Ji y Dohee, pero me distraía con facilidad. Podía oír la respiración de Tae a mi lado y la noche anterior se me venía a la cabeza.
—¿Qué opinas, Tinker? —escuché que me preguntaba Jin desde el asiento de adelante.
El auto de Tae era muy espacioso, con tres corridas de asientos nosotros íbamos cómodos. Pero Tae estaba pegado a mí, como si tuviera miedo a que abriera la puerta y me tirara en cualquier momento. Si seguía acercándose más de lo necesario esa opción no estaría muy lejos de la realidad.
—Opinar de qué —entre todas las cosas que pensaba no tenía ni la menor idea de lo que hablaba Jin.
—Sobre que Tae te ama.
—¡¿Qué?! —exclamé. ¿Acaso lo habían descubierto mientras yo no los escuchaba?
—Sobre que Tae no llama —aclaró. Suspiré aliviada, había oído mal—. Antes me llamaba para saber cómo estaba, pero ahora con suerte me saluda como antes.
—Es que está enamorado.
—¡¿Cómo?! —grité ante las palabras de Myung Ji. Ella me miró extrañada, seguro parecía una loca alterándome con cada frase que decían.
—Que está concentrado, pronto rendirá el examen para entrar a la universidad —bajé la mirada avergonzada, sería mejor desconectar por el resto del camino si no quería estar paranoica por el resto del día.
Después de recoger a Dae, nos fuimos directo al parque de diversiones.
Era más una feria que un parque, pero a mí me gustaba. El ambiente alegre era contagioso, a pesar de que toda la diversión era de noche, prefería ir de día porque así aprovechábamos el tiempo al máximo.
Mientras los chicos compraban las entradas y se ponían de acuerdo a qué atracción subir primero, Dohee me miró suspicaz y me agarró de la mano que tenía el anillo.
—¿De tu abuela, eh? —aparté la mano y la volví a esconder en mi bolsillo.
—Sí, ha pasado de generación en generación en nuestra familia.
—Ya, y el que reconozca entre un anillo normal y uno de compromiso, más las intensas miradas de Tae y tu distracción el día de hoy no tiene ninguna relación.
—No —normalmente era una excelente mentirosa, pero esta vez me delaté sola al dirigir mi vista hacia Tae.
—_______...
Y no lo soporté.
Se los conté todo, desde la confesión hasta lo que se proponía Tae. Mint me dijo que eso no estaba bien, que un matrimonio era un lazo de amor mutuo, Myung Ji no dijo nada pero me consoló en silencio, en cambio Dohee... pegó el grito en el cielo.
—¿Me dejarás ser la dama de honor? —las tres la miramos sorprendidas.
—No me escuchas, Dohee. ¡No quiero casarme con Tae! —le dije exasperada.
—¡¿Tú qué?! —Di media vuelta y me encontré con el rostro distorsionado de Jin—. Explícame de qué demonios estás hablando.
Nuevamente le relaté lo sucedido y a medida que avanzaba Jin iba cambiando de colores.
—No puede hacer eso... —dijo cuando acabé de contarle—. No te preocupes, Tinker. Yo te ayudaré.
—Y yo —dijo Myung Ji.
—Cuenta conmigo —se unió Mint.
Dohee se quedó callada, pero Myung Ji le dio un codazo en las costillas.
—Está bien. También te ayudaré. Pero en caso de que esto no funcione y tengas que casarte con Tae, el puesto como dama de honor ya está reservado —puse los ojos en blanco y le tiré el cabello como regaño.
—¿Qué tenías pensado hacer? —me preguntó Jin.
—Bueno... casarme con Tae y ser la peor esposa del mundo —me encogí de hombros y sonreí con inocencia. Jin bufó y me golpeó en la frente.
—Eso déjalo como plan B. Lo que tienes que hacer ahora es lo siguiente...
Los chicos regresaron con ocho entradas que incluían comida y una vuelta a cada atracción. Lo primero que hicimos fue comprar comida, hasta que vi un puesto de hamburguesas no recordé que no había desayunado y mi estómago comenzó a rugir en cuanto el aroma de la carne llegó a mi nariz.
Después iniciamos la búsqueda de Mike. Dijo que nos esperaría al lado de la casa embrujada, no demoramos en distinguir su anaranjado cabello de entre la multitud.
—Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto?
—Por culpa de ________ Durmiente —me acusó Tae. En un caso normal lo habría insultado y los demás se hubiesen reído de nuestra discusión, pero todo estaba demasiado tenso como para encontrarle la gracia al chiste de Tae.
—Bueno, será mejor que entremos a la casa embrujada de una vez, dicen que es tan aterradora que hasta a los mismos trabajadores del parque les asusta.
Terminé mi hamburguesa y nos pusimos en la fila para entrar.
Mike no se equivocaba, el lugar era espantoso. Debíamos seguir un camino recto, pero todo estaba a oscuras y se escuchaban gritos cada vez que dábamos un paso. Me tragué el orgullo y la dignidad cuando nos cruzamos con la habitación del exorcista, como Tae no se había separado de mi lado salvo para comprar las entradas, me aferré a su brazo lo que quedaba de recorrido.
Cuando salimos de la casa embrujada, tenía los ojos cerrados y Tae casi me llevaba en brazos.
—_______, ya salimos, no hay nada aterrador aquí —me decía con un susurro en mi oído. Pero sí que lo había, me aterraba el sólo hecho de que mi corazón saltase y latiera más rápido al oír su voz.
—No, hay monstruos que quieren comerme, nunca más en mi vida abriré los ojos —le dije. Estaba abrazada a él con la cara escondida en el espacio que se formaba entre su cuello y su hombro.
—¿En serio? Porque por ahí veo una montaña rusa —abrí los ojos de golpe y divisé los rieles y las extravagantes curvas de la que sería la montaña rusa más grande que haya visto en mi vida.
Solté a Tae y fui corriendo a colocarme en la fila. Mis amigos llegaron entre carcajadas, nunca antes había logrado resistirme a este juego, era mi favorito.
Jin se me acercó y disimuladamente me dijo:
—¿De verdad no te quieres casar con Tae? Hace unos minutos me pareció que estabas muy bien a su lado.
—Estaba asustada, no molestes.
—Sólo te quiero ayudar a que tomes la decisión correcta.
Pensé en lo que me dijo Jin durante mucho tiempo, no me di cuenta cuando la fila avanzó y llegó mi turno de subir.
La decisión correcta ¿Cuál era? Casarme con Tae y ser la mujer más insoportable del planeta o romperle el corazón.
Si hacía la primera, Tae me odiaría. Si hacía la segunda, que sería efectuar el plan de Jin: fingir que estoy enamorada de otro chico, Tae también me odiaría. Sin mencionar el daño que le causaría.
En ambos casos el perjudicado sería Tae. Me sentí horrible, como si yo fuera el monstruo. Sólo pensaba en mí y en lo que me sucedería, y sin embargo, a Tae no parecía importarle ¿Por qué era tan bueno?
"Yo te amo". Parecía que esa era la respuesta para todas mis preguntas.
—Chica, ¿vas a subir? —miré al hombre que estaba en la entrada de la montaña rusa. A mí alrededor las personas se quejaban porque no me subía de una vez.
—Claro —me senté en el segundo de los carritos y esperé a que alguien se sentara a mi lado—. ¿Quién se va a sentar conmigo?
Todos giraron a ver a Tae, que movía los brazos impaciente y parecía no estar allí.
—Tae... —pero él no escuchó a Mike.
Entonces lo recordé. Tae le tenía miedo a las alturas y en especial a las montañas rusas. Me mordí el labio, pensando en que hacer.
Me bajé del carrito y caminé hasta tomar de la mano a Tae. No me agradaba para nada todo esto que nos ocurría con respecto al matrimonio, pero él seguía siendo mi Rulos. Y si a él no le molestó cargar conmigo en la casa embrujada, a mí no me molestaría hacerle compañía mientras los demás disfrutaban de la montaña.
—Yo acompaño a Rulos, no se preocupen —les dije.
Antes de que el juego empezara, Jin me miró fijamente y sonrió.
Me dolía aceptarlo, pero ya había tomado la decisión correcta.  

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