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Final de este hermosa historia...

Tae estaba a mi lado, sentados en las sillas de la sala de espera. Luna se paseaba de un lado a otro, muy nerviosa, mucho más que Jason, su padre, quien estaba al borde del colapso en ese preciso momento mientras Sami estaba en trabajo de parto de su segundo hijo.

—¿Y si tiene problemas? ¿Y si el bebé no puede salir? —reprimí mi risa para no ponerlo más nervioso, pero le dije con tono tranquilizador:

—Jason, estuviste tal cual cuando nació Luna, si Sami lo pudo hacer una vez, lo hará dos veces —revolvió su cabello, con la incertidumbre en el rostro. A veces me preguntaba de qué forma hubiese reaccionado Tae de yo poder tener hijos. Me imaginaba que estaría peor que Jason, respirando junto conmigo y gritando de las contracciones, cuando la del dolor sería yo.

Luna finalmente se sentó en la silla frente a mí, se veía ansiosa y emocionada, pero había algo más, una cosa que la molestaba y que no pasaba desapercibida ante mis ojos.

De pronto, irrumpió en la habitación Yuno, venía solo, sin su familia.

—¿Ya ha nacido? —pregunto.

Todos negamos con la cabeza y él suspiró aliviado. Al parecer, había hecho una carrera desde el estacionamiento al hospital. O tal vez desde su casa, lucía demasiado agotado.

—¿Hace cuánto que entró? —preguntó otra vez.

—Cuatro horas —contestó Tae. Sus rulos habían perdido el volumen que los caracterizaba, pero definitivamente seguían ahí. Lo que no habían cambiado eran sus ojos y ese brillo que tenía en su mirada cuando estaba muy feliz, como ahora.

Yuno se sentó a mi otro lado y apoyó su cabeza en mi hombro, para ser un adulto, seguía creyéndose un niño pequeño, y eso en parte era mi culpa, lo había consentido demasiado cuando se unió a la familia que algunas costumbres nunca se iban.

Y me alegraba que no lo hicieran, porque mi favorita era la que Tae estaba haciendo en esos momentos, acariciaba mi mano y mis dedos con la suya. Ya no lo hacía para disculparse, con el tiempo el significado de ese gesto había cambiado, ahora lo hacía cuando estaba a gusto con la situación.

—Familia de Sami Park —llamó de repente una enfermera. Tae hizo una mueca que pasó desapercibida para los demás, menos para mí, conocía muy bien ese gesto. Aún le molestaba el hecho de que Sami no llevara su apellido, no soportaba la idea de que ahora compartiera su amor con otro hombre. Seguía siendo un celoso sin remedio.

Todos nos pusimos de pie y Jason empalideció de inmediato, esperando malas noticias. Nos acercamos a la enfermera y ella nos sonrió a todos, nos calmamos y sonreímos también, menos Jason, que seguía encerrado en el mundo de las tragedias.

Sami era una chica muy optimista, divertida y hacia locuras cada cinco minutos sin medir riesgos. Jason era todo lo contrario, y a veces Tae se preguntaba que cómo es que su pequeña se casó con alguien como él. Le hacía callar enseguida, porque nosotros éramos prácticamente iguales, con otras características, pero tan opuesto como Sami y Jason.

Suponía que por eso también se ponía celoso Tae.

—Es una niña y muy saludable, pueden pasar a verlas en diez minutos, pero entren de a pocos —nos informó la enfermera. Entró otra vez a la sala de parto y todos nos quedamos más aliviados.

Los primeros en pasar a ver a Sami y a mi nueva nieta, serían Tae y Jason por razones obvias. Yo me quedaría con Luna y Yuno esperando nuestro turno.

Tae entró feliz a la sala para al fin poder ver a "la razón de su existir", mientras que Jason lo hizo temeroso, pero decidido.

—Iré a la cafetería por unos caramelos, ¿quieren algo? —inquirió Yuno. Luna y yo negamos con la cabeza y él se encogió de hombros—. Bueno, regreso en unos minutos, cualquier cosa, me llamas al celular, mamá.

Bajó por el ascensor y nos dejó a solas.

Luna ya estaba mucho más relajada, pero seguía habiendo algo que la incomodaba.

—Luna, ¿qué sucede? —con sólo una mirada bastó para saber lo que le sucedía—. ¿A qué le tienes miedo?

—A que mis padres se olviden de mí —sí, tenía razón.

Sonreí como nunca, porque conocía demasiado bien ese sentimiento de sentirse invadida por alguien nuevo y que venía a cambiar todo tu mundo. También esa inferioridad, ese pensamiento de no ser querida por los demás. Todo eso me recordaba a algo.

—Luna, cuando adoptamos a tu tío Yuno, hubieron ciertas diferencias, pero...

—Abuela, no es lo mismo, porque mamá tenía casi dos años y no recuerda nada. Yo tengo doce, y esa... niña... se robará todo el cariño de mis padres.

Sé que debía decirle que no pensara eso de su hermanita, que la terminaría adorando, pero me limite a sonreír como antes.

—Luna, cariño, te contaré una historia. Tal vez, las circunstancias no son las mismas, pero si los problemas. Había un chico mucho mejor que una chica rubia, y ella estaba insegura porque creía que todos lo querían más a él que a ella.

Luna me miró y luego a mi cabello, después dirigió su mirada a la puerta que daba a la habitación donde descansaba su madre y supe que había adivinado de quién se trataba esta historia.

Me lo preguntó con la mirada y yo asentí, así que ella no dijo nada más y se echó para atrás, acomodándose en la silla con las piernas cruzadas como un indio sobre la silla.

—Todo empezó cuando yo tenía ocho años, mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para disfrazarme de indio nativo cuando Dohee, mi prima Mint y mi amiga Myung Ji venían a jugar a la casa...

FIN.

FIN

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2020 ⏰

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