Capitulo 8

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Un año después...

Ian acomodó su última camisa en la maleta de cuero negro. Reviso su reloj; iba con tiempo, su vuelo saldría en una hora, y estaba a unos viente minutos del aeropuerto.

Iría solo. La reunión con el señor Young, un empresario japones con el cual dialogaría sobre una posible función de empresas lo tenia algo inquieto. Era sabido que aquel hombre no era fácil de convencer, que jugaba con sus propias reglas. Si lo lograba ese acuerdo catapultaría a su firma a otro nivel; debía lograrlo.

Una hora después se hallaba abordando. Pasaba del mediodía cuando se acomodó en su asiento, y la temperatura iba en aumento. Estaba siendo un verano agobiante e Ian agradecía el cambio que pronto lo abrazaría en esa tierra sudamericana donde el invierno estaba estacionado. Y como era de esperarse volver a visitar aquella alegre ciudad costera lo hizo evocar un nombre que se vio obligado a silenciar día tras día y mes tras mes, Eva...nuevamente esas tres dulces letras brotaban de su boca dejándole el sabor agridulce del hallar lo que se busca, solo para perderlo después.

Si, leal a aquel ímpetu que lo dominaba cuando se trataba de ella, Ian había colgado el teléfono ese día decidido a ir en su busca. Reservó el primer vuelo, pero antes de marcharse hizo lo que debió haber hecho mucho tiempo atrás, se citó con Laura y a corazón abierto le confesó la verdad. La quería, y mucho, pero no la amaba, y había alguien más, alguien que había despertado en él un sentir que nunca antes había conocido, el amor. Si, él se había enamorado de Eva.

Laura lloró, aunque, por respeto a sus sentimientos él no le dijo que la dama que lo había conquistado era aquella vendedora argentina a la que había celado meses atrás, la vio afectada y se sintió un desgraciado, pero sabia que esto era lo mejor, lo necesario; ambos estaban envueltos en una relación que solo terminaría por agobiarlos.

Y luego de eso se fue tras sus pasos, sin siquiera pensar en que o como le declararía su amor, Ian solo se marcho con el corazón en la mano.

Aquella búsqueda le había llevado dos semanas enteras. Su primer impulso fue ir hacia la tienda de antigüedades, pero en esta ocasión en lugar de hallar a su rubia y delicada obsesión , Ian había encontrado detrás del mostrador a una robusta señora de apariencia seria y distinguida.

Cuando el preguntó por Eva, la mujer le informó que no tenia idea alguno del paradero de la empleada anterior, que ni siquiera la conocía, que cuando ella fue contratada ese puesto de trabajo estaba vacante desde hacia unos días.

Frustración e impotencia fueron sus dos mas intimas compañías desde aquel día. Una por una recorrió las demás tiendas, con un resultado similar; desconocimiento. Todos habian visto a Eva, pero casi nadie la conocía.La única, la joven de la tienda contigua, y ella solo tenia su número( aquel que nunca más había atendido)y no conocía su dirección.

Decenas de llamadas, luego de aquella última, convencieron a Ian de que efectivamente Eva había cambiado de número, y eso, sumado a lo otro, lo dejaba con nada en las manos más que el recuerdo de las suyas, y de aquellos ojos verdes que en sus pensamientos lo miraban casi acusándolo de no haber oído a su corazón la primera vez, de no haber sido valiente.

Antes de rendirse pensó en contratar a un detective privado pero esta idea se ahogó suplantada por otra mas realista. Si Eva había cortado con él toda comunicación era porque no quería ser hallada...entonces ¿que derecho tenia él a interferir con su vida?¿con que justificación desoiría su deseo de que la deje tranquila?No, no debía...no debió. Con ese sombrío pensamiento en mente Ian dejó la ciudad turística poco después, y no se permitió volver a pensar largamente en Eva, o no se lo había permitido hasta ese día, poco más de un año después.

Un restrictivo al corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora