Capítulo once

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Después de bastante tiempo retomo esta historia. Lamento mucho el retraso, y que este capítulo sea corto, pero así debía ser para impulsar lo que sigue. Gracias por leer.

Dedicado a JEReyes94


Había sido paciente.

Había esperado mas de un año.

Había callado y se había contenido.

Ya no más.

Laura se había tomado un taxi desde el aeropuerto. Mientras miraba por la ventana de aquel vehículo la noche marplatense, su mente rememoraba los hechos acontecidos en el último año. Recordaba con una dolorosa nitidad aquella noche en la cual Ian la había citado para confesarle una cruda verdad; amaba a otra, la quería mucho pero... su relación no tenía futuro, o por lo menos no el que él quería, sustentada solo por el cariño y el respeto. Con su confesión logró lo que muy pocos lograban, dejarla sin palabras.

Lo dejo ir, su dignidad no le permitió rebajarse, ni siquiera hizo las preguntas usuales , ¿quién es?, ¿desde cuándo? Nada, solo asintió en silencio y se tragó las lagrimas. Pero no, claro que no, eso no significaba que se había dado por vencida, que se había hecho a un lado para que "esa"se quedara con lo que le pertenecía.

Siguió visitando a su madre; eran buenas amigas y le tenía afecto. Fue a través de esas visitas que ella dejó caer uno que otro comentario sobre las razones de la separación con su hijo. Con ella como con nadie se mostró herida y traicionada. No lo hacia como un desahogo, no lo necesitaba, la razón era la estrecha unión que tenían madre e hijo; la necesitaba de su lado, llegado el momento ella sería una pieza clave.

Algo parecido había hecho con el padre. Había soltado frases como " No lo culpo, está enamorado. Lo que me preocupa es de quien, ese tipo de personas son inestables emocionalmente, no quisiera que lo terminara lastimando" Y cuando el señor Weller le preguntaba qué tipo de personas, ella callaba; le sugería hablarlo con él.

Un juego lento pero bien pensado.

Laura se miró en el espejo largo y rectangular de su cuarto de hotel. Debía reconocer que esta situación le había servido para una cosa en particular; reinventarse. Ya no se vestía con esos trajes aburridos del pasado, ni se ataba el cabello mal cuidado en un cola, ahora lucía conjuntos femeninos que destacaban su figura ( la que había ejercitado durante todo ese tiempo) y llevaba el cabello suelto, ondulado, suave y reluciente; se sentía otra, una otra que podía volver a enamorarlo.

Eran más de las una de la mañana cuando salió del hotel en el que se hospedaba. Se tomó un taxi, aunque su destino estaba a solo quince cuadras. Ni bien le pagó al conductor y puso un pie sobre la acera alzó los ojos hacia la enorme estructura. Volver a estar a la entrada de ese hotel después de un año le trajo una sensación de dolorosa nostalgia, pero se la sacudió, no era momento para sensibilerías, era momento para recuperar lo que le habían robado.



Una ligera brisa mecía las cortinas de seda, una cierta calidez inundaba aquel cuarto. Y ella, su Eva, se revelaba ante sus ojos completamente desnuda. La última de sus prendas, una vedetina rosa de algodón, yacía a sus pies sobre su vestido, como una bandera de rendición.

Su sexo se presentó ante el tímido, blanco y lampiño. Aun siendo un órgano masculino, reposando en su pálida pelvis, tenía cierta femineidad, era delicado como todo en ella.

En Ian no hubo ni un ínfimo atisbo de aversión. Es más, lo andrógino de su silueta le provocó una dulce curiosidad, desarraigada de todo morbo. Quizás era que el amor le tenía aletargados los sentidos. Tal vez era que su corazón, ahora líder absoluto, era el que le dictaba al resto del cuerpo que sentir.

—Te miro—le dijo él—Así, tan expuesta a la contemplación como lo está la luna cada noche en el cielo, y te encuentro aun más hermosa que ella. Todo lo que puedo ver de ti es perfecto, pero aun así, no puedo dejar de mirarte a los ojos.

Y eso hacia... eran tan verdes.

Ian se puso en pie pero no fue a ella, siguió caminando hasta llegar a el closet en una esquina de la habitación. De allí tomó una bata blanca y afelpada y caminando hasta estar detrás de Eva, la colocó sobre sus hombros.

Eva se rió y bajó la mirada, se anudó la bata y dejó que él apoyara su cabeza en uno de sus hombros, y que sus dos manos rodearan desde atrás su cintura.

—Sí que eres especial...—murmuró ella.

Ian no creía eso, solo era un hombre enamorado de una mujer. Uno que intentaba darle voz a su sentir, pero, bien lo decía Michael Bolton en aquella canción... Con toda el alma he intentado inútilmente , ¿Cómo pueden meras palabras explicar mi corazón? 

Un restrictivo al corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora