Capítulo 3: En la morgue

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"Te encuentras en tu departamento. Rodeado por una fina capa de neblina blanca que rodea cada rincón.

Giras a ver en todas las direcciones posibles, tratando de divisar algo sólido. Pero es inútil, todo está cubierto por aquella neblina.

Das pequeños pasos temerosos, tratando de alejarte de ese lugar. No es normal que esto suceda y, de algún modo que no puedes explicar, presientes que hay alguien más en ese cuarto.

A cada paso que das, sientes que la energía en tu cuerpo te abandona, que en cualquier momento tu cuerpo se caerá. De igual forma con esta acción, tu cuerpo tirita más. El sudor en tu cuerpo se hace más presente, al igual que la respiración y tu ritmo cardiaco.

Temes a lo que hay ahí contigo, no sabes que sea, pero le temes. No es una persona, un perro, un gato o un ave. Es algo que va más allá de tu comprensión. Y lo escuchas.

El sonido de un paso sobre la madera te estremece, te congela en el instante que lo escuchas y te quedas quieto. E intentas no respirar, o si lo haces, que no se escuche; pero es casi imposible puesto que, tu respiración estaba agitada antes de que la pausaras y tu cuerpo inhala y exhala cortada y forzadamente.

Y nuevamente el sonido se repite. El crujir de la madera te hace sentir inquieto. Y más porqué recuerdas una verdad que te hiela la sangre.

«En el piso no hay madera»

Fugazmente, giras la cabeza al único lugar que sabes hay madera. No puedes ver aquel rincón, pero sabes que está ahí. Que quizá, ya sabe que lo descubriste.

Una pequeña corriente de aire te golpea la cara, y con ella, un leve sonido en forma de susurro casi inaudible.

—Emanuel...

Escuchas a aquella voz suave y áspera que prolongo la última silaba de tu nombre hasta extinguirse. Una voz que parecía necesitar una tonelada de aire para poder exclamar aquel susurro.

—Emanuel...

Llega nuevamente con una leve corriente de aire que te azota desde otra dirección.

—¿Qui-quién eres? —preguntas con el corazón en la garganta.

El sonido de una carcajada inunda la habitación. Parece la carcajada de un psicópata o alguien extasiado. Pero con una voz bastante gruesa.

—¿¡Quién eres!? —Vuelves a preguntar aparentando valentía, aunque en realidad te estés orinando en los pantalones.

—Lo vigilo oficial... Y pronto nos conoceremos

—¿¡QUIÉN ERES!?

—Su más grande admirador —y vuelve a carcajearse.

—Déjate ver —dijiste sin pensar, pero al analizar aquellas palabras te arrepientes.

El sonido inunda la habitación, incluso el sonido de la madera de la pared crujiendo a los pasos de aquel ser misterioso cesaron. Te llevas una mano a tu frente y la recorres de abajo a arriba hasta llegar a tu cabello, donde haces lo mismo hasta que te quedas sin que tocar. Estas angustiado, aquella neblina parece haber aumentado al grado de volverse niebla.

El frio rose de un sólido entrando en contacto con tu hombro te hace palidecer. Te quedas petrificado al sentir aquella mano con grandes dedos que parecen garras. No respiras, no tiemblas, no parpadeas e incluso, podrías jurar que tu corazón se detuvo. Todo en aquella habitación parece haberse congelado en el tiempo, como si de una foto se tratara.

El rostro de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora