Capítulo 6: Jorge y Enrique

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Sujetas tu teléfono cerca de tu oído derecho mientras ves a Roberto entrar a sus cubículos con una torre de cajas estibadas de manera desigual, lo que provoca que a cada paso que da se tambaleé intentando anivelar el peso.

El tono de entrada te hace volver a concentrarte en la llamada que estas realizando. Aquel tono se repite dos veces hasta que escuchas que se detiene para dar paso a un sonido estático y posteriormente el sonido de una voz.

—Oficial, ya se había tardado en contactarme —escuchas al otro lado la voz suave y aguda de Jesica.

—Deja lo presuntuoso de lado y mejor dime si tienes tiempo para reunirnos los tres.

—Por supuesto que tengo tiempo. En la oficina solo me están presionando para que diga más sobre esta noticia.

—¿Te parece si nos vemos en una hora en el MP?

—¿Y esta vez me prestaran atención? —dice en tonó sarcástico—, en menos de una hora estaré allá.

Al ya no escuchar nada más que un único pitido casi breve, te das cuenta que la llamada finalizo.

El retumbe de la pila de cajas golpeando el escritorio te estremece y te hace dar un pequeño salto en tu asiento. Aunque son apenas alrededor de seis cajas de un tamaño que te cubriría la panza y parte del pecho, sabes que el contenido es demasiado pesado por el sonido que causo al chocar contra el escritorio; de tal magnitud fue el impacto, que incluso te cercioras de que el escritorio no se haya abollado o dañado.

—Muy bien, Emanuel, pues esto es lo que Héctor nos pudo proporcionar.

—¿Había más? —dices incrédulo.

—Mucho más. Así que mejor empezamos a trabajar.

—Pensé que empezaríamos con los casos recientes —expresas algo confundido.

—Así es.

—¿Y entonces para qué...?

—Por si la situación lo amerita. Lo poco que sabemos es que todos están relacionados de alguna forma, ¿cómo? No sé, pero quizá durante esta investigación podríamos necesitar de estos —da leves palmadas a las cajas.

—Me parece bien, entonces sí comencemos.

Giras tu silla y comienzas a buscas en una caja que esta entre tu escritorio y el de Roberto, los documentos que trajeron de la habitación de Jorge. En aquella caja encuentras varias hojas guardadas en folders de diferentes colores, pero entre todos ellos, hay unas cuantas páginas que no están guardadas en uno de esos folders. Y al verlas, puedes ver una caligrafía que reconoces de inmediato.

Aquella carta que Jorge había escrito antes de suicidarse y que la primera vez que leíste la primera página te hizo sentir tan desorientado y, a la vez, temor por aquel suceso extraño que ocurrió en esa habitación.

«Fue solo un ave, no lo olvides»

Sujetando aquella carta, te recargas en tu asiento y una vez cómodo inicias la lectura de aquella carta desde el principio, por si de alguna manera, se te llego a escapar un detalle.

V erdaderamente quisiera poder decir que después de todo lo que he pasado y vivido, he aprendido a ser feliz. ¿Por qué a qué venimos a este mundo, sino es a ser felices? Y me gustaría poder decir que, en este punto de mi historia, he realizado mis sueños y dejado atrás la mayor parte de mis problemas. Comenzar esta historia diciéndote que sin importar los problemas que tengas, busques la felicidad. Que tarde o temprano todo se irá. Puede que sí sea así, puede que en realidad todo sea pasajero. Pero para mí no lo es, y dudo que lo sea. No una vez que miras el rostro de la oscuridad.

El rostro de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora